Countdown - Cuenta Regresiva

Dio los últimos pasos y se encontró bajo el árbol, la frondosidad de aquel centenario era el único refugio del inclemente sol durante varias leguas de camino. Sólo las viejas cercas que precariamente protegían sembradíos, parcelas enmontadas y ranchos aparentemente desiertos coronaban ambos lados de la polvorienta carretera.

Tomó acomodo en el madero que mucho tiempo atrás alguien había colocado junto al tronco del cedro y se tocó el pecho. El dolor había mermado o eso pensaba. Ese había sido el centro de su agonía durante los últimos minutos ¿Había sido en el lado derecho? Ahora no estaba tan seguro. Lo que sentía en ese momento no era el punzante dolor que lo había asediado, era algo mucho más… tolerable.

Pero si, se había iniciado en el lado derecho y… el corazón estaba en el lado izquierdo, de manera que no podía ser una de las mortales fallas que había acabado con muchos de sus amigos. Sólo hacía dos meses que su compañero de trabajo… su compañero cuyo nombre no recordaba (debía aceptarlo, su mente le estaba haciendo pasar muy malas jugadas) había sucumbido a uno de esos... a uno de esos infartos. Aparentemente había llegado acalorado de la calle y había pretendido darse una ducha fría y… Pero él no había pretendido darse una ducha, estaba acalorado, eso sí, pero no había intentado librarse del calor dándose un chapuzón (algo que quizás habría hecho en otras circunstancias y si en aquella heredad hubiese al menos un río).

Pero estaba lo otro, eso no podía omitirlo. Ya le había ocurrido una vez, claro que ahora no podía recordar la razón exacta por la que experimentó aquello (¿había algo que se pudiese hacer con una mente olvidadiza?) sólo recordaba que era apenas un muchacho y que estaba en peligro y que en pocos segundos una rápida sucesión de recuerdos había acudido a su mente, algo como una cuenta regresiva, pero en imágenes. Eran recuerdos de toda su vida o de los momentos más importantes, pero era suficiente para saber que se trataba de ese fenómeno que andaba en muchas bocas que pregonaban que cuando alguien estaba por morir podía ver como en un momento toda su vida pasaba ante sus ojos. Sin embargo, él no había muerto. Ahora no recordaba cómo había sobrevivido, pero lo había hecho. Pero hacía solo unos minutos que había vivido nuevamente esa experiencia ¿Era para sentirse alarmado? Probablemente, aunque… pensándolo bien, el asunto no era para tanto, esa sensación sobrevenía cuando alguien se sentía en peligro.

Pensó en esas otras habladurías que a veces afloraban en las tertulias de la gente, como la visita de ese sujeto a quien no se le veía el rostro y que andaba vestido con un hábito y armado de una afilada guadaña, esa aparición que nadie había visto pero que llamaban “Muerte”. ¿Quién podía pensar que algo así te hiciese una visita al momento de morir? Además, el peligro había pasado, eso si realmente estuvo en peligro. Volvió a tocarse el pecho y respiró profundamente, el dolor había desaparecido. Se incorporó para comprobarlo y, en efecto, de aquel horrible malestar no quedaba nada. Dio unos pasos alrededor del árbol para asegurarse de su diagnóstico y oteo el cielo libre de nubes, le disgustó no ver un nubarrón en las proximidades que pudiese cercenar momentáneamente los despiadados rayos del sol cuando prosiguiese su travesía. Se volvió hacia el camino y al otear en la dirección de la que había llegado divisó en la distancia a una figura que se acercaba. Sin lugar a dudas iba hacia el pueblo, al igual que él. No estaría mal algo de compañía durante el largo trecho que aún le aguardaba.

Volvió a su improvisado refugio y aguardó a que el caminante pasara junto al lugar en el que se encontraba. Se preguntó donde se metía la gente a aquellas horas del día. Sería algo que le preguntaría a su amigo Diógenes la próxima vez que le hiciese una visita.

El hombre que se acercaba era la primera manifestación humana desde que horas antes dejase la finca de su amigo. Echó un ojo al caminante y por un momento creyó reconocer a alguien en él. Pero no podía ser, no tenía más conocidos que a Diógenes en esos terrenales. Volvió a mirar al individuo que ya estaba más próximo y si, podía asegurar que le conocía. Y cuando ya le tuvo más cerca supo quién era. Era su antiguo compañero de ¿clases? ¿Era en clases que le había conocido? No, había sido en el servicio militar, eso es. Pero desde entonces habían pasado muchos años.

Un segundo después, el caminante se detuvo frente al árbol aparentemente reconociéndole –¿Marcos? ¿Eres tú?– inquirió. Aún en medio de la sorpresa Marcos se levantó del madero y se acercó con cierta desconfianza al recién llegado –Por supuesto que soy yo- respondió aún preguntándose cómo es que su antiguo compañero de armas estaba allí. ¡Demonios! Podría haber comprado una propiedad y haberse radicado allí con su mujer y sus hijos. Si, eso podía ser. Pero ¿en qué momento decidió irse a vivir allí? Por supuesto, no recordaba su nombre, eso habría sido mucho pedir a su estropeada retentiva, pero otro recuerdo en relación a aquel hombre intentó presentarse en su mente.

–Nunca pensé que realmente te encontraría aquí – dijo nuevamente el recién llegado, algo que extrañó un poco a Marco -¿Dices que pensabas encontrarme aquí?- preguntó. El caminante, vestido con ropa de campo y armado de una vara que el roce de las manos había terminado por pulir exhibió una sonrisa bonachona –Por supuesto, Marcos, me dijeron que te encontraría aquí-. Mas extrañado aún, Marco volvió a preguntar - No entiendo ¿Quién te dijo que me encontraras? -. Sin dejar de sonreír el hombre dejó fluir las palabras una vez más –Personas que te estiman, pero vamos, te lo contaré todo de camino al pueblo, creo que es la misma dirección que llevas-. El paseante se dispuso a proseguir su camino invitando a Marco a acompañarle, este lo meditó unos instantes, pero finalmente fue en pos de él en medio de sus incógnitas y dejando por fin la acogedora sombra del árbol mientras en su mente tomaba forma un terrible recuerdo en relación a su acompañante, pero aquello ya no tenía importancia.

Pocas horas después se extendió por toda la comarca la noticia de que el cuerpo sin vida de un hombre había sido hallado debajo del viejo cedro, pero lo que más despertó el sensacionalismo fue el hecho de que quien lo había encontrado dijo haber visto junto al caído a un hombre ataviado con un hábito y que los rayos del sol se reflejaban en la inmensa cuchilla que colgaba a su espalda.