Teclas vacías

Saludos, en esta ocasión deseo escribir sobre mi persona, nada de copiar, pegar, emitir un título mediocre y enviar, quiero que conozcas la realidad de quién está detrás de las columnas que no lees.

Me llamo Charlotte, tengo 37 años y soy un pésimo intento de escritora, trabajo para un periódico, bueno, soy la que llena las páginas con noticias que nadie lee. Sinceramente, creo que mi empleo es aburrido, monótono y mal pagado. No tengo tiempo para divertirme, ni ganas de hacer lo que realmente me gustaría: escribir mis historias de terror y poder compartirlas en mi propia columna periodística. En resumen, mi vida es una mierda.

No solo por el trabajo, sino también por mi situación personal. Llevo años sola, mi exmarido me fue infiel y con trampas consiguió quedarse con la casa, el coche, el perro y la custodia de nuestro hijo, alegando que no estoy capacitada para tener responsabilidades. Vivo en un departamento pequeño y humilde, que comparto con otra chica más joven que yo a la que nunca veo, porque ella baila por la noche en un club nocturno y nuestros horarios nunca nos permiten coincidir. Así que no tengo amigos, ni pareja, ni aficiones, solamente tengo mi ordenador, mi teléfono y la televisión.

Todos los días son iguales. Me levanto de la cama obligada, me ducho, me visto, tomo un rápido y patético desayuno y salgo a la calle. Espero al autobús, que siempre va lleno y llega tarde. Llego al periódico, donde me espera mi jefe, que nos grita y exige más. Luego me tomo otro café, me siento en mi escritorio y comienzo a buscar noticias en Internet, copio, pego, cambio algunas palabras, le coloco un título y envío los artículos. Así, hasta la hora de comer, donde aprovecho de ir a un bar que está cerca, tomo unas copas para calmar la ansiedad con la que vivo y ordeno un almuerzo insípido que siempre termino dejando casi completo.

Por la tarde, repito el mismo proceso, buscar, copiar, pegar, crear un título y enviar. A veces, tengo que cubrir un acontecimiento, como una rueda de prensa, una manifestación o una inauguración. Entonces, salgo a la calle, con mi cámara y mi grabadora, hago algunas fotos y entrevistas. Luego vuelvo al periódico y escribo la crónica. Siempre con el mismo estilo, el mismo tono, el mismo formato, porque mi jefe así lo quiere.

Cuando termino mi jornada, subo al autobús de vuelta a casa. Llego, me despojo de la ropa desde la entrada, hasta llegar al baño, luego me pongo el pijama roto y me tumbo en el sofá. Enciendo la tele y veo algún programa basura, que me entretiene sin hacerme pensar.

Todas las noches, a las 20:30, llamo a mi hijo para saber cómo le ha ido durante el día. Me dice lo mismo, que le va bien, en casa y en el colegio, que tiene muchos amigos, que siempre le eligen para jugar al fútbol. Le digo que me alegra oír eso, que le quiero, que le echo de menos. Me contesta que él también me quiere, pero que tiene que colgar, porque tiene que hacer los deberes, cenar, jugar. En el fondo sé que también está aburrido.

Antes de dormir, leo algunos relatos de escritores que me gustan, y me inspiran a escribir, siento que algunos de mis textos merecen la pena publicarse, pero los dejo inconclusos en una carpeta escondida. No me atrevo, no tengo tiempo supongo, excusas tal vez, miedo al éxito, no sé.

Casi nunca ceno, porque siempre estoy masticando alguna galleta o tomando café, creo que no podría contar cuantas tazas al día ingiero. Después a la media noche apago la luz y me acuesto, cierro los ojos, intento dormir, pero no puedo. Todos mis problemas vienen como un tormento a mi mente, todas mis frustraciones, incluso me inquieta aquellas nuevas ideas para crear historias y me pregunto si algún día mi vida cambiará, si algún día seré feliz, si algún día seré escritora de verdad. Me duermo y sueño con ello, pero se convierten en pesadillas.

Siempre despierto, empapada en sudor, experimentando terribles calambres en las piernas que me hacen llorar. Reviso el reloj y aún es de madrugada, vuelvo a quedarme dormida y casi de inmediato suena el despertador.

Es un nuevo día, y todo comienza a desarrollarse igual. En serio estoy aburrida y por mi cabeza no deja de pasar la idea de lanzarme por el balcón y ser la noticia principal.