En esta primera publicación, contaré quién es la persona que llevará esta cuenta, un poco de su historia y cómo fue el camino para llegar aquí; así como las motivaciones para iniciar este nuevo proyecto personal.  Por lo que debo iniciar con mi nombre: Manuel Fernando Sánchez Rodríguez.

Nacido en Valencia, Venezuela; en junio de 1.980. Como dijo mi hija, cuando aprendió en clases del colegio, sobre el tema "Medidas de tiempo", acerca de las épocas… naciste "en la segunda mitad del siglo pasado".

Soy hijo de una campesina del Estado Yaracuy, que a los 14 años salió del seno de su hogar pobre, con poca comida y recursos, para venir a la ciudad más cercana con oportunidades increíbles para la época; para trabajar y enviar dinero a su familia, a su hogar. Acá conoció a mi padre, que también salió de los campos del Estado Trujillo a los 12 años, por las mismas razones y por algún problema de salud. Después de 4 intentos, fui el primer embarazo que pudo llegar a feliz término y ya en ese momento, me convertí en ganador; fue la primera limitación y batalla que superé.

Soy el único varón y el mayor de 3 hermanos. Para el momento de nacer, ya comenzaban a asomarse algunas fallas en la economía del país, por lo que mis padres -al notarlo antes que muchas personas-, decidieron dejar de ser empleados y emprender. En esa época no se empleaba con tanta normalidad ese término. Además, para ello se necesitaba mucho capital, ya que la informalidad tampoco era muy común.

Aun teniendo tantas cosas en contra, se aventuraron y se convirtieron en comerciantes. Pero como algunos saben, el dueño de un pequeño negocio es el primero que llega y el último que se va; por lo que al estar niños, mis hermanas y yo nos quedábamos en casa con alguien que mis padres contrataban para atendernos.

En su momento, para nosotros era normal, pues no conocíamos otra cosa que esa realidad. Cuando despertábamos a las 6:00 am para ir a la escuela, esa persona contratada, nos ayudaba a vestirnos, nos preparaba la lonchera con el desayuno para la escuela y nos bajaba desde nuestro apartamento al estacionamiento; ya que nos buscaba un transporte escolar. Para ese momento no veíamos a nuestros padres, ya que aún dormían; y al llegar después de la escuela, ya se habían ido a sus respectivos negocios.

En la noche, nos acostábamos entre 8:00 a 9:00 pm, ya que al siguiente día debíamos despertar temprano y evidentemente, tampoco los veíamos; ya que mis padres trabajaban hasta las 10:00 pm y en ocasiones, hasta más tarde. No era sino en las mañanas del sábado y domingo que ellos despertaban y nosotros estábamos en casa por no tener clases, pero se irían minutos después a trabajar.

Para la época, aun no existían los celulares. De hecho, menos del 5% de los hogares del país tenía teléfono fijo y las personas se comunicaban con teléfonos públicos que usaban tarjetas perforadas prepagadas, para llamar bien sea a un teléfono de una oficina, hogar u otro teléfono público; para lo que las personas se ponían de acuerdo a una hora pautada y estar atentos para hablar.

Y precisamente, ese era el caso de la persona que nos atendía a mis hermanas y a mí; que para el año 1.989, cuando mi hermana menor tenía unos 6 meses de nacida, nos dejó unos minutos solos bajo llave en el apartamento; a las 4:00 pm mirando tv en la sala, mientras ella salió a 2 cuadras, al sitio donde había el teléfono público más cercano a llamar a su novio, se empezaba a gestar la segunda batalla por mi vida.

Por mala suerte para nosotros, en mi habitación hubo un corto circuito, generando fuego; y no es sino hasta minutos después, al inicio de una propaganda, -pues estábamos viendo mi comiquita favorita, ThunderCats- noté cierto ruido extraño detrás de la pared donde estábamos sentados, que correspondía a mi cuarto. Caminé hacia el pasillo de las habitaciones y para mi mayor sorpresa, antes de llegar sale una llamarada de fuego de manera inesperada que, de haber llegado segundos antes hasta esa puerta, me habría alcanzado, quemándome.

Al notarlo, retrocedo y la llamarada desaparece. Pero comienza a salir una inmensa nube de humo negro y espeso que sale del pasillo hacia la sala, y esa sí me alcanzó; pues como recordarán, yo estaba al comienzo de dicho pasillo. Corrí hacia la sala y mi hermana se levanta. Como niños, al notar lo que sucedía, fuimos a la cocina y lavadero a buscar agua en envases, para intentar apagar el fuego. ¡Qué inocentes éramos! ¡Je, je, je!

Para nuestra sorpresa, mientras llenábamos los envases, tocan a nuestra puerta y salimos nuevamente a la sala. Al abrir, vimos como seis o siete personas vestidas con trajes rojos. Sí, eran los bomberos. Pues resulta que vivíamos a unos 200 metros de la mayor estación de bomberos del estado; y justo en el momento del incendio, estaban en lo alto de su torre de entrenamiento, -que era más alta que nuestro edificio- y notaron el humo y las llamas salir de nuestra ventana. Afortunadamente, era el primer edificio en su línea visual, pues en ese conjunto hay más de 50 edificios.

Al abrirles la puerta, teníamos el impedimento de la reja de seguridad, de la cual no teníamos llave, pues se la había llevado la persona que nos dejó allí; y como era de seguridad, era casi imposible vulnerarla. Halaron entre las siete personas, en un intento de despegarla del marco, sin poder lograrlo. Mientras que llegaba otro grupo de bomberos con herramientas y equipos, para cortar los barrotes de metal de la reja. Pasaban los minutos y ya el fuego llegaba a la sala, así como mucho humo; y desde la ventana del balcón veíamos otro grupo que había logrado con un camión escalera llegar, y comenzar a bombear agua; pero no podían acceder, ya que el balcón también tenía rejas. Era un tercer piso, y esa escalera no sólo llegaba hasta allá, sino que también tenía al menos tres personas con la manguera y equipos.

Sucedió algo de repente: logran desprender uno de los barrotes de la reja con sus herramientas y mucha fuerza bruta. Como éramos niños, fue suficiente para sacarnos del apartamento; y como era yo quien estaba justo detrás de la reja, siento como uno de ellos mete sus brazos y me carga. Sacándome y envolviéndome de inmediato con su chaleco. Y arranca a correr conmigo en brazos, bajando las escaleras del edificio y yo sin poder ver nada, ya que estaba cubierto.

Gritaba por mis hermanas y él me decía, ya vienen detrás de nosotros; hasta que siento el paso más lento y me quita el chaleco. Ya estábamos en el estacionamiento. Vi la cantidad de camiones bomberos, ambulancias y personas que habían desalojado del edificio entero y los que miraban de otros edificios. A mis hermanas y a mí nos prestaron asistencia médica; afortunadamente estábamos bien. Y pude ver desde allí, cómo se destruía mi hogar por completo, pues no quedó absolutamente nada; sólo mis dos hermanas y yo, gracias a los bomberos.

Ese acontecimiento se convirtió, en la segunda victoria de mi vida, sin que tuviera mucho que hacer. Es decir, para ese momento todo parecía que mi vida había llegado con una gran suerte detrás.

Muchas han sido las situaciones por las que he pasado, a lo largo de toda mi vida; las personas que me conocen me dicen: "eres una persona muy afortunada". Y ciertamente a veces, me da miedo pensar que algún día eso cambie. Espero estar preparado para esa situación y afrontarla como se debe.

Esta es una historia con la que debía iniciar mi presentación en esta red social; pues con ello se podrá comprender el porqué de lo que quiero compartir desde este momento, con esta comunidad.

¿Por qué comienzo ahora y no antes? Conozco HIVE como proyecto blockchain, desde hace dos años y unos meses. Y hace como año y medio, aprendí un poco más de esta red social gracias a @laloretoya. De quien he escuchado en varias oportunidades su masterclass #hivedesdecero; que ofrece la oportunidad a quienes quieren conocer esta plataforma y que he invitado a muchas personas a asistir. Varias de ellas ya han realizado algunas publicaciones. Sin embargo, personalmente no fue hasta hoy que algo me dijo: ahora sí es el momento; y aquí estoy, con ganas de compartir muchos temas: mi historia personal y conocimientos en el área de comercio, finanzas personales y sobretodo: el mundo cripto.

Si creen que esta primera historia de mi vida es increíble, no deben perderse entonces la segunda, en la que allí también van a decir definitivamente, que tengo un ángel de la guarda.

Lamentablemente no tengo registros fotográficos de mi niñez, ya que esos fueron calcinados en ese incendio. Además que, las fotografías para esa época eran reveladas sobre un papel fotográfico y mis padres en ese entonces no tenían afición por los recuerdos impresos; y tampoco tiempo de diversión o esparcimiento, por el estricto horario de trabajo que tenían los 7 días de la semana, los 365 días del año. Por lo que las fotos que comparto en esta publicación, son algunas que he descargado de mi biblioteca que conservo en Google fotos; tomadas con distintos teléfonos, dependiendo de la época de las mismas.

OBSERVACIONES:

• Todas las imágenes de esta publicación son de mi autoría,y no permito su uso sin mi autorización.
• Traducción realizada a través de la página web: DeepL Pro