¿De mis pasatiempos? Pues ¿cuál otro: vivir? Me habéis pillado por sorpresa. En una vida atareada y exigente, el trabajo constituye el máximo y único. Empero, como se trata de la época de la infancia, ¡por supuesto que tuve y mantengo algunos vigentes!

No soy tan distinto que vosotros: ¿quién no se divirtió con un rompecabezas tipo puzle o un crucigrama? ¡Claro, una vez dominada la lectura y la aritmética básica! En cualquier caso, el entretenimiento máximo era el juego: sea en solitario, pero preferiblemente en compañía. Aunque al ser yo el primogénito y único varón, llevándole casi cuatro años, como mínimo, a la primera de mis tres hermanas, mis primeras distracciones fueron en la soledad. Bueno, acompañado de la imaginación.

Ahorita viene a mi memoria el cuatro y un manual para aprenderlo a tocar. Por si acaso no lo conocéis, este es similar a la guitarra española (me pregunto: ¿será una derivación de la misma?), la cual, por mucho que la rasgué, no dominé. No obstante, lo disfruté en el intento y quizás fue el inicio de mis peripecias como autodidacta, que, hoy en día, es más fácil gracias a los abundantes tutoriales disponibles en la web.

No sé si la imaginación me engaña, pero recuerdo que a veces solía tocarlo sentado en el pilar de la cerca del frente del primer hogar del que tengo memoria. Tenía la esperanza de impresionar a una niña, tan pequeña como yo mismo. Tonadas distorsionadas al viento que seguro la alejaron de mí. Ja, ja, ja.

No tardó mucho en que mis padres me inscribieron en una academia de música. Entonces, cambié el cuatro por el piano. Aquí me sentí más a gusto y las pulsaciones hallaron la armonía para mi deleite y el de los otros. Una lástima que aquella niña jamás llegó a escucharme. Aunque no pasó al nivel profesional, la música que interpreto en el teclado es un pasatiempo muy relajante.

Siempre me he considerado bastante introvertido. Sin embargo, hoy en día, no evito una buena charla con personas interesantes, que, por cierto, son muy abundantes en Hive. Y es que no siempre en el próximo, en la calle, uno se encuentra con similares en gustos y aficiones. En cualquier caso, el otro pasatiempo que me acompaña desde la infancia es la lectura. Al principio, cuentos y noveletas de aventuras de la pluma de Julio Verne y Emilio Salgari. ¿Cómo olvidar las historietas de Kalimán, el hombre increíble (comic mexicano de resonancia en toda la América de habla hispana entre las décadas del 60 y el 90)?

Además, al haber nacido en pleno fulgor de la carrera espacial entre las superpotencias de la Guerra Fría, me aficioné al género de la ciencia ficción y la temática extraterrestre. Ya sabéis, Roswell y sus platillos volantes. Hoy tenemos al «3 I Atlas» acaparando titulares y a las supuestas revelaciones ante el Congreso de los Estados Unidos de América. Una locura que habría que seguir con lupa y un calibrado escepticismo. Sí, leer ciencia ficción podría considerarlo una más.

Podría sintetizar en dos: lectura y música, como mis máximas distracciones adquiridas en la infancia. Más ahora, gracias a Hive debo incorporar otra. Seguro que ya lo habréis deducido: la pasión por escribir. Bueno, siendo honesto, ya en esta había dado los primeros pininos en la adolescencia: prosa poética y pseudoensayos sobre moral y ética que busca todavía discernir la esencia del comportamiento humano, pero hace poco, descubrí el placer del proceso de crear cuentos y relatos breves.

Sí, pasatiempos que llegan a constituir la vida misma más allá de las obligaciones para con nosotros mismos en la sociedad. Tal vez en ellos se nos vaya la vida. Solo confío en que, para todos, sean significativas y en su mayoría agradables a la hora de evaluar nuestros legados.

Saludos, que tengáis una semana bendecida, con salud desbordante y cosas buenas.