Gratitud - El solvente que diluye mis quejas

Cordiales saludos a los miembros de la Comunidad Emotions & Feelings,para esta ocasión traigo a la disertación una aproximación relacionada con la gratitud. Y es que el reconocimiento y la praxis del agradecer, son fructuosos, porque nos energizan y amplían nuestro bienestar. Discurrir en la gratitud es transitar en una polisemia de representaciones que superan con creces, la simplicidad de su etimología. Ella, en sí misma, es complaciente y amigable, siempre dispuesta con su positividad para nosotros, fluyendo en su heterogeneidad, manifestándose en su bondad como un sentimiento, un valor o una virtud.

Y aún más, la gratitud tiene un poder generoso, porque nos ofrece la posibilidad de asimilarla y asumirla, como filosofía de vida, con el dominio de la elección, siempre a expensas del libre albedrío, para que seamos nosotros quienes consintamos su presencia y su acción, reconociéndola en nuestro vivir, exteriorizándola y declarándola con nuestras actitudes.

Escudriñando en las huellas de mi caminar, revelo que, desde mi llegada a esta existencia, he sido congratulada con distinguidos obsequios, entre ellos, la gratitud, siempre presente en todo momento. Ha sido heredada a través de nuestras generaciones, formando parte de las semillas mágicas esparcidas generosamente en nuestras familias y especialmente en mi grupo familiar directo. Mis padres, con su constancia, amor y compromiso, la sembraron y multiplicaron generosamente para sus hijos. Con sigilo,la hemos cultivado, enriqueciéndola y reavivándola, con responsabilidad.

He tratado asiduamente de ejercitar la práctica de la gratitud en mi camino; Sin embargo, es honesto reconocer que su caridad en mi integralidad, como bienestar, ha experimentado un reajuste constante, con un aprender y desaprender complejo. Ha sido un proceso de aciertos y desaciertos, que ha requerido de concientización y mucha reflexión para su aplicación. La razón es que mi ejercicio fue particular y selectivo, dirigido solo al bien que estaba presente o que acontecía en la vida, excluyendo el resto.

Cuando en mi agitada vida cotidiana surgía lo inesperado y no deseado, simbolizado por situaciones o acontecimientos imprevisibles, me quejaba y lamentaba. Me ofuscaba y, en tribulación, lo que añadía era negatividad, restando la bondad de la gratitud. Si contrastamos la interpretación, se trataba de una relación inversamente proporcional: aumentaban las quejas y lamentos, se estrechaba el bienestar que me otorgaba la gratitud. En derivación, el entendimiento se confinaba, mis miradas se nublaban, sesgadas por la desaforada incomprensión, los enfoques eran desfasados e incongruentes, sin ningún aprendizaje ni aporte positivo, capitaneaba en el caos.

Mi equilibrio vagaba libertino, mi agotamiento físico y mental se agudizaba, afrontaba las adversidades con quejas y reclamos. Coincidía con los tiempos, de mis visitas frecuentes a la unidad de oncología, los pronósticos de mi madre con su cáncer era cada día más reservado y las oportunidades se agotaban, este terrible mal con ferocidad y alevosía, invadía sus órganos a paso acelerado, me acompañaba el miedo, la tristeza y la desesperanza, mi energía vibratoria en positividad, en sus niveles más ínfimos.

No obstante, el cambio se avecinaba. Fue uno de esos días en los que hacía tiempo en la sala de espera, mientras mamá recibía su sesión de quimioterapia, cuando llegó a mis manos un folleto que invitaba a un taller llamado “Vivir en gratitud es la clave”. De las dos, solo yo asistí, mi madre estaba muy desmejorada y necesitaba el mayor descanso posible. Puedo decirles, que desde mi asistencia a ese compartir, soy una persona diferente, mis expectativas mutaron para siempre, porque entendí que la gratitud es integral y no en fragmentos, no puedes tener gratitud plena cuando solo está presente en un lado de la balanza.

Sus facilitadores en esa capacitación formativa para la vida, me animaron a mirarme desde el amor, a asumir situaciones y retos con humildad, desde la gratitud, haciéndola parte de mi estilo de vida saludable. Ser consciente y aceptar desde la gratitud que hay realidades que puedo cambiar y otras que no, son ellas mis verdades propias y exclusivas, a ellas me debo, no son las de los demás. Es así que procuro cultivar constantemente mi sincronía, buscando el equilibrio necesario entre mis pensamientos, emociones y sentimientos, para que esté en armonía el sentir y el actuar, elijo vivir en la humildad de la gratitud, porque es el solvente que diluye mis quejas.

Agradezco todo lo que ocurre y llega a mi vida, mis pensamientos son mi combustible y mi sintonía es mi paz interior, porque en este viaje todo llega, todo pasa, todo se transforma ¡Gracias, Gracias, Vida!