¿Me creería si le digo que aún me arde la piel por el fuego que se extiende por los sembrados? Tengo miedo de la serpiente, acaso su mordida fue justiciera, acaso puede morderme si al dejar su piel encima de sus víctimas ella se da cuenta que estoy aquí, detrás, leyendo sus pasos. Ayúdeme a salir de aquí, no quiero quemarme en medio de los sembrados, ya el fuego me toca las pestañas. ¡Sáqueme, por Dios! No puedo morir envenenada por la inyección de una serpiente. Si me ayuda le juro le pagaré bien.
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