Un cuadro de familia (Poema)

En el rincón de la casa,
donde las sombras se besan,
reposa el eco de los pasos,
que ya no retumban.

La mesa desgastada,
por las manos que la acariciaban,
ahora yace vacía,
como un corazón sin rumbo.

Un retrato en la mesa,
con rostros sonrientes,
se aferra al tiempo,
como hojas secas en otoño.

Los abrazos que se dieron,
los sueños compartidos,
se desvanecen en el viento,
como susurros olvidados.

La abuela con lágrimas,
y ojos ahogados de tristeza,
mira hacia el cielo,
buscando respuestas,
en el titilar de las estrellas.

El padre con manos temblorosas,
sostiene la misma carta,
donde las palabras se deslizan,
como lágrimas de tinta,
entre el dolor de su alma.

La emigración es una navaja con filo,
cortando lazos de sangre,
dejando tatuajes eternos,
cicatrices que no sanan,
en el alma de las familias.

Los recuerdan jugando en el jardín,
y llenándole sus vidas de felicidad.
Ahora queda el eco de esas risas,
como pompas de jabón que desvanecen,
mientras la distancia se extiende
como un abismo insalvable.

Emigrar es un duelo silencioso,
un adiós sin despedida.
En cada suspiro contenido,
la familia se resigna,
superando obstáculos,
para seguir la vida.

Puede que algún día,
en un abrazo compartido,
el dolor se transforme en alegría,
y la distancia en cercanía.

Quizás sea demasiado tarde,
para que abuelos y padres,
disfruten a sus nietos e hijos,
y que el cristal de esa imagen,
no se fracture más,
para solo quedar en un simple recuerdo.