Aún recuerdo ese día el cual cambio de una manera inesperada. Era una tarde bastante fresca, donde una brisa agradable y refrescante la cual pasaba por la ventana de mi habitación. Yo me encontraba como de costumbre recostado encima de en mi cama, observando el techo y pensando en un sinfín de cosas las cuales a veces no tenían ningún sentido.
Me imaginaba el cómo sería un mundo en el cual yo pudiera poseer algún poder o algo por el estilo fantástico, se pudiese eliminar a muchas personas, si lo sé, no era muy normal.
En ese momento me empezaba a quedar dormido, de la nada cuando estaba entre cerrando mis ojos vi una imagen caótica de un mar de sangre con lo que parecía una persona con los brazos extendidos en el centro, seguido de esto escuche un leve susurro el cual no se entendió por lo que me levante extrañamente tranquilo y observe mi alrededor, no había nadie, y aquella brisa dudaba que produjera algo como eso.
Me puse de pie y camine en dirección a la ventana para ver si era alguien que me había llamado y al observar a la entrada de mi casa, en esta estaba un señor de aproximadamente unos cincuenta años de edad que poseía un peculiar bolso, su vestimenta era normal y ordinaria, al parecer no se percataba de que lo observaba, la verdad como no era de mi interés simplemente me quite de allí y me dirigí nuevamente a mi cama, justo antes de volver a acostarme el timbre sonó y mi madre toco mi puerta para luego abrirla , me pidió que saliera de mi "nido" porque había llegado una visita.
Me parecía algo bastante incómodo y agotador, así que me negué al primer instante, pero ella me volvió a insistir. Esta vez me dijo que si no bajaba me quitaría mi mesada «Como todas las madres, siempre amenazando o sobornando a sus hijos para hacer tareas que a ellas les resulta incómoda», no me dejo opción por lo que luego de lavarme el rostro y sacudirme mi cara, me dispuse a ir a dar una bastante desinteresada bienvenida al individuo.
Baje las escaleras refunfuñando un poco. Al estar ya abajo me dirigí a la sala de estar en la cual ya estaban mis padres y aquel señor sentados y platicando, suspire y me acerque a ellos, me presente, tome asiento en uno de los muebles, les observaba de reojo y parecía que estaban algo nerviosos o más bien exaltados. El visitante dirigió su mirada hacia mí y con una leve sonrisa.
Me pregunto.
—Tu eres el joven, ¿no?
—Sí, creo. —conteste algo confundido.
—Un placer por fin conocerte.
Parecía que esta visita ya se había planificado, quizás me querían mandar a vivir con algún familiar, no me extrañaría, pero para poder mantener mi mesada.
—Exactamente, ¿Usted quién es?
Esta situación me parecía algo rara, más no lo suficiente como para que ameritara mi interés, simplemente hice la pregunta para que así creyeran que quería tener una conversación más extensa, el señor me respondió con bastante confianza.
—Deberías de saberlo... —pauso—, no, es verdad como podrías. En fin, digamos que soy tu tío abuelo.
No me parecía recordar a un sujeto como ese, era algo extraño y lo que dijo lo hizo sonar bastante sospechoso, había llamado un poco mi atención, pero justamente cuando iba a preguntar el ¿Por qué? de aquello que había comentado. Este me detuvo haciendo un gesto de —Espera— y de aquel peculiar bolso, saco un pequeño libro el cual estaba envuelto en papel de una tonalidad marrón, me lo acerco y dijo —Es un obsequio—, no podía rechazarlo y por ende lo tome, estaba decidido abrirlo, sin embargo, en ese mismo momento mis padres me ordenaron nuevamente a retirarme a mi habitación. Me irrito un poco, aunque era mejor para mí, me despedí y me retire del lugar, ellos al parecer conversarían aun un poco más.
Estando arriba. Cerré mi puerta y me lance sobre mi cama, tire aquel objeto a un lado sin darle mucha importancia y termine por quedarme dormido.
Mientras estaba durmiendo empecé a soñar con lo que parecía ser una cena. Estaba sentado en una mesa y había un número de personas frente de mí, pero a estas no les podía ver la cara, a mi lado había alguien no podía ver con claridad, este parecía apegarse a mi... de la nada el entorno cambio volviéndose uno lleno de tristeza, mucho dolor, y oscuridad, aquellas personas se iban como si fueran simples dientes de león soplados por una brisa. Al momento en que aquella persona que estaba al lado de mi le sucedió lo mismo sentí como una gran presión se ejercía sobre mi pecho, parecía que mi corazón fuera arrancado.
Me desperté, me senté en la cama. Aquel sueño había sido bastante raro, en mi mano estaba aquel libro que había lanzado, quizás lo había tomado mientras dormía.
Habían pasado al parecer un par de horas, ya era de madrugada, no solía dormir tanto la verdad, me puse de pie y salí hacia la cocina, me había dado sed y quería tomar algo de agua, ya el visitante se había marchado cosa que me alivio, pensar que había un extraño en el hogar no me gustaba.
Al llegar a la cocina camine hacia el refrigerador y saque una jarra de agua, tome un vaso y me serví. Mientras estaba allí me empezó a molestar un poco la cabeza, empezaba a dolerme como si hubiera estado leyendo mucho, intente no prestarle atención hasta que el dolor se volvió repentinamente agudo en la parte posterior de mi ojo izquierdo por lo que solté aquel vaso que por suerte era de plástico y me tome el rostro con ambas manos por suerte como vino se fue aunque dejo una sensación bastante desagradable y aun no podía abrirlo, espero unos minutos en el mismo lugar hasta que por fin logre ver con él, aunque solo apreciaba las cosas de un tono rojizo el cual fue quitándose de a poco, al estar casi completamente normal me regrese a mi habitación dejando la puerta abierta. Aun me molestaba un poco la cabeza por lo que preferí terminar de dormir las horas que quedaban.
Mientras dormía nuevamente tuve aquel sueño de antes, pero este con lo distintivo de que, al desaparecer aquellas personas, todo el entorno se fue también y esta vez estaba en lo que parecía ser un camino bastante tétrico y oscuro. El dolor que experimente en el primer momento aún estaba presente, ahora podía tolerarlo, camine por aquel sendero sin saber por qué.
Mientras más caminaba más perdía el norte, hasta llegar a un punto en el que todo estaba muy oscuro, tanta era la desorientación y la oscuridad que no podía observar mis manos. Escuché al fondo lo que parecía ser algo gotear por lo cual seguí el sonido hasta llegar a lo que lo producía, aunque no podía ver igual lo que era. Aquellas gotas empezaron a caer sobre mi frente y al caer la séptima se escuchó el hablar de alguien que decía un nombre, luego en un grito casi desgarrador que claramente dijo —condenados—, en eso desperté algo desorientado, el sol empezaba a entrar en el cuarto, ya era de mañana.
Me quede un rato recostado, la verdad me sentía sin muchas fuerzas y por suerte era fin de semana, lleve mis manos a mi frente tapando así mis ojos. Escuche el llamado de mi madre a ir a desayunar y simplemente suspire profundamente, baje una de mis manos dejando así un ojo al descubierto con el cual observe de reojo al libro que estaba a un lado de mí, la curiosidad me invadió, por lo que lo tome y observe la envoltura era precaria. Me senté en aquel lugar y empecé a abrirlo, quite lo que lo envolvía con cuidado y lo coloque aun lado para así ver un libro bastante bonito de un color rojo escarlata oscuro con los bordes de negro mate, el titulo estaba de un blanco aperlado que al moverlo brillaba un poco el cual decía "Coetanimmea"
Al leerle mi mente se nublo y mi cuerpo se sintió realmente débil... en ese momento fue donde empezó todo.