POR LA RUTA DEL YARE :EL NIÑO DE LA QUEBRADA

in #gems4 years ago (edited)

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EL NIÑO DE LA QUEBRADA

Esa tarde me tocó guardia en la escuela, tenía que estar antes de las dos PM. Para distribuir junto con la cocinera, la comida a los alumnos.

El trecho que hay de mi casa a la escuela es de aproximadamente un km. Por lo que salí para llegar a tiempo. Y así fue, justo a la una y media estaba frente a la entrada del colegio, la puerta ya estaba abierta, lo que significaba que la cocinera había llegado y preparaba seguramente sus implementos de faena.

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Un ruido alegre, cantarín, característico del agua rompiendo contra las piedras llagaba a mis oídos. Era la quebrada que pasaba a unos escasos treinta metros de nuestra institución educativa. La noche anterior había llovido copiosamente y el riachuelo traía mucha agua, más de lo normal en esa época del año.

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A pesar de la hora, los burros de los vecinos no habían iniciado el clásico canto de esa hora- la llamada hora del burro, entre la una y dos de la tarde- tampoco se escuchaba el canto de pájaro alguno; ni siquiera los garrapateros – aves que libran de parásitos externos ganado- aunque intuí que algo faltaba, no le di mayor importancia y avancé para entrar a la escuela; en el momento que cruzaba la entrada escuché el llanto de un niño pequeño, me detuve para percibir mejor y de nuevo lo oí. Pensé que mis sentidos estaban engañándose por el ruido del viento o por el que hacia la quebrada.

Me detuve concentrándome,sin mover un dedo y ¡ahí estaba era un niño! Quien tal vez desesperado, llamaba a su madre.Pero, ¿cómo era eso posible? Y lo más extraño es que su reclamo me llegaba de la quebrada. En ese momento creí que la madre lo bañaba en la chorrera y sabemos que algunos bebés largan el llanto cuando los bañan. Sin embargo no se oía ninguna voz adulta. Solo el niño con su lloriqueo.

Para ese momento tenía dudas de que hacer; entonces Margot- la cocinera- se me acercó saludándome y diciéndome que estaba todo listo para esperar a los niños. Le pregunté si había venido algún representante con niño pequeño y contesto que “no profe. Aún no han llegado los niños ni sus madres, pero no se preocupe estarán aquí entre las dos y media.

Margot regresó a la cocina para servir las comidas y seguí con la incertidumbre, con la duda del llanto, pensando que tal vez era un simple efecto del ruido de la quebrada; así que tome una silla y abriendo una libreta, me dispuse anotar los alumnos que tomarían hoy su almuerzo.

Estaba escribiendo la fecha y la hora ¡cuando lo escuché!, ¡ahora nítido y preciso! Estaba segura que provenían de la quebrada, dejé la libreta en la silla y con decisión me dirigía al riachuelo, traspasé el pequeño bosque que delimita la carretera del río y llegué a la orilla; estaba desbordado el agua, las piedras que sirven para atravesarlo, estaban casi tapadas por la corriente.

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Allí, tan cerca, el ruido del agua era estruendoso, sin embargo podía sentir el llorar del niño; salté dos grandes piedras parándome en una de ellas para otear, y ¡de pronto lo vi! ¡Estaba en el centro! ¡Arriba de una roca alta y negruzca! La cual llaman la “Mancha”, los vecinos de Los Arrendajos.
En medio de dos corrientes de agua-la gran piedra divide al río- un pequeño, o pequeña (A esa distancia no podía acertar si era varón o hembra) lloraba sin consuelo.

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Con todos mis pulmones llamé a Margot, le grité varias veces pero no venía,así que me quité los zapatos, y enrollándome los pantalones me zambullí en el agua, agarrándome fuertemente a las piedras.

En ese momento el viento se hizo muy fuerte, sopló de manera súbita y casi me tumba el golpe húmedo que traía una lluvia espesa; un chaparrón que apenas me dejaba ver la piedra donde estaba la criatura.

Seguí gritando, pidiendo ayuda, pero nadie me escuchaba ¡nadie! Chapoteando, casi nadado llegué a la gran piedra; pero mi sorpresa fue mayor cuando me di cuenta que ésta, estaba seca y que arriba donde antes había visto una indefensa criatura,!no había nada, absolutamente nada!

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¡Y de pronto! la lluvia y el viento cesaron de la misma manera que llegaron ¡de repente!

Esperé un rato que bajara la intensidad de las aguas, crucé de regreso la quebrada y luego llegué a la escuela; los niños estaban llegando, así que tome mi lugar y comencé a registra sus nombres.

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Luego, cuando los niños estaban comiendo, me dirigí a Margot; aún mis piernas temblaban, por lo que la cocinera me preguntó ¿Profe. Tiene frío? ¡Si Margot, es frío, pero no en la piel, sino en el alma! Por favor te agradecería un café bien fuerte, porque me duela muchísimo la cabeza.

Así termina por el momento esta corta historia, en otra oportunidad seguiremos, hasta la próxima…