Por muy bonito que intenten ponerlo, condenar las relaciones homosexuales sí supone discriminar a los homosexuales.
Tratar de privar a un colectivo del derecho a amar, tener sexo, y las ventajas legales del matrimonio no se puede llamar de otro modo. Culpabilizarlos, amenazarlos con el infierno, hacerles creer que pueden convertirse en heterosexuales y someterles a terapias de aversión pueden provocar severas secuelas psicológicas, que pueden llegar al suicidio.