Hace años atrás me sobraba tiempo como para ver un programa de televisión llamado DECISIONES, exponiendo casos reales y/o ficticios de la vida de personas que tienen cierto parecido a la de cualquiera de nosotros. Tú tomaste tu decisión, mientras yo tomé la mía, era la música introductoria y que he aplicado desde hace unos años para acá, considerando que mí destino lo construyo yo en un mayor porcentaje y no debería traspasar mis logros y fracasos a terceras personas.
El apego a la vida es un acto inherente a nuestro sentido de supervivencia, de allí viene la reacción de respirar al salir de la matriz de nuestra madre y si nos cuesta asumir esa función natural de un soplo de aire, pues vendría un manotazo de ayuda por parte del médico "partero". La vida es muy bonita, muy corta para mis gustos, por lo que cada segundo cuenta y cada momento hay que aprovecharlo de la mejor manera.
Vivir con amarguras, rodearse de personas tóxicas que generan discusiones y enfrentamientos, muchas veces sin sentido ni lógica, puede acortarnos unos minutos de vida que van sumando con el transcurrir del tiempo. Asignarle la culpa de un tropiezo o fracaso a otra persona no es más que un acto de cobardía al no responsabilizarnos de nuestras acciones, pues somos nosotros los que tomamos las decisiones de continuar o no por el camino que nos hemos trazado.
Como seres pensantes y con razonamiento lógico nos cuesta demasiado asumir la responsabilidad de nuestros actos, pero tarde o temprano nos daremos cuenta que son nuestras decisiones las que enmarcaron el rumbo de nuestra vida, para bien o para mal.
Relato basado en la vida real @anecdotas
Crédito de esta imagen de geralt
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