Concurso de cuentos #fotocuento - Semana 8: El rapto de la diosa.

Cuando los soldados, por fin se disponían a descansar, luego de la interminable travesía por la selva, de la matanza de fieras, de indios, que aparecían sorpresivamente atacando a los soldados con sus flechas y cerbatanas venenosas, al instante, se desvanecían como el humo de las escopetas. Liderados por su respetado capitán Rumano Delgado, su sable se había convertido en leyenda y temor por los indios rebanados por su filo.

Pero la impenetrable selva podía volver débil y susceptible al hombre con el temple más fiero, a medida que avanzaban despejaban el frondoso camino con machetes pero volvía a generarse a sus espaldas instantes después. Antes de partir, un brujo le advirtió que al lugar donde se dirigía estaba lleno de espíritus y que podría perder la cordura. La montaña estaba cubierta de una extraña flor, nunca antes vista, esa flor era una mujer, una diosa, con su aroma puede hacer orbitar la mente de los hombres, esa noche el capitán ya no sería el mismo.

Un ruido lo despierta, los demás aun duermen, alguien se asoma por un árbol, toma su sable y sale a encararse con el peligro, pero no ve a nadie solo un rastro de las curiosas flores, las sigue por curiosidad de saber a dónde le conducirían. Tras largo rato de marcha se topa con un río, empieza a despreocuparle la idea de andar buscando algo, así que se refresca en el agua fría. Bañándose completamente desnudo, alguien vuelve a asomarse, esta vez, iracundo, amenaza al invasor a mostrarse o le mataría.

Lentamente una mujer, también desnuda, empezó a aparecer entre las sombras iluminada por escarcha plateada, su cabello ondeaba y era más puro que la noche. Atónito, el capitán rindió su sable a sus pies, su aroma era como el de las flores que cubrían toda la montaña. Solo la selva sabe que ocurrió con ellos dos esa noche.

Al amanecer, los soldados no encontraron a su capitán, en su búsqueda encontraron un río donde estaba su ropa tendida en la tierra y su sable más adelante, lo más lógico era suponer que fue raptado por los indios mientras dormían. Al otro lado del rio, casi insignificante, podía divisarse dos tallos, ellos tal vez nunca se dieron cuenta, pero la montaña ya no estaba cubierta de flores como antes, sino que únicamente crecían juntas esas dos.