Acostada en el jardín de su casa se encontraba Nath; su mirada al cielo denotaba frustración, las lagrimas corrían por su cara como si de un grifo abierto se tratara

--¡¿Y ahora qué?! ¡¿qué hago ahora?!

     Fuertemente apretaba los ojos, para ver si así, el sentimiento desaparecía, pero era inútil; tomo el gnomo del jardín que tantas veces le hizo compañía en sus penas y hecha un mar de lagrimas le decía

--Oh Tu mi guardián de las rosas que cuidas de mi jardín, tú qué haces que hasta la más triste flor renazca, dime que hago para no morir con este sentimiento que me inunda y no me deja renacer

     Nath recuesta su cabeza en el suelo y mirando el reflejo del cielo en el estanque junto a ella deja que el viento amanse su alma, era ese lugar, un sitio donde lo malo no la abrumaba un espacio en su vida donde el tiempo se congelaba y como por arte de magia se tragaba todas sus penas dejándola como nueva, salir de allí era como renacer.

     Acurrucada en el jardín contempló su belleza unas horas más. Respiro profundo detectando un olor a petricor sinónimo de que la lluvia venia y sin decir adiós se levantó para entrar a la casa pues ella sabía que era imposible despedirse de un sitio al que siempre vuelve cuando más lo necesita.

     Al salir su mirada era diferente, la tristeza no estaba y aunque no había olvidado el tema que le aquejaba su disposición era otra; estaba lista para enfrentar lo que le atormentaba. Por otra parte el alma de aquel gnomo en el jardín al que tantas veces ella le rogó una respuesta sin conseguir éxito alguno, anotaba en su memoria un instante más en el cual la escuchaba sin poder intervenir, si bien era cierto que su alcance mágico solo cubría la naturaleza y no aliviaba los sentimientos humanos; él con su magia le brindaba un espacio único en el mundo para que ella respirara y siguiera surcando los obstáculos que todo humano en algún punto de la vida experimenta.

Fuente

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