The Couple
It was a sunny afternoon and the two of them were walking hand in hand through the crowded streets of the city center. The shop windows caught her attention. He was looking for a barber shop to give his beard a treatment and to buy a cigar.
In her imagination, she would find a lingerie store that could fulfill her desires and fantasies that very night. In his head there was a force that pushed the focus of his eyes to the women who crossed between the two of them on the crowded sidewalks of downtown.
Not that she fully trusted him, but she was sharp with the whirlwind and the desire to enter the first store with the most attractive window displays.
The noise was deafening but they could both hear each other even as words were spoken almost in whispers. Theirs gazes crossed and seemed to integrate in a voluptuous and at the same time contrary magnet.
Almost immediately there was a lingerie store in front of a barbershop. Promptly and they both entered each into their establishment of interest.
-- If you leave first, go to the barber shop. If I leave first I'll come find you, he said.
More than two hours passed and he arrived in front of the lingerie store with a box of cigars in his hands. He lit a cigar and waited until she could leave. He preferred not to go in to leave her there at ease until she could choose the best lingerie. He was already well acquainted with her quirks and the time it took to buy something in stores. More than an hour and a half passed and then he decided to enter the store.
-- She's not here sir, she left more than 3 hours ago. replied the attendant.
-- Thank you, he answered.
In the midst of the crowd of people that circulated through the streets and sidewalks at that time, already late in the afternoon when the day's workday was over, he set off with determined steps and without looking back. A voice that seemed to come from inside me tried to shake his determination, raising the hypothesis that he had been kidnapped or that he had left with another man. Without paying the slightest attention to these internal or seeming internal noises he then walked to the apartment even though he didn't expect to find her there.
Inside the elevator the phone rings. But on the other end there was no voice, only the silence that seemed to want to hear his voice. Realizing the intention he stays silent placing the cell phone near the ceiling where he could hear the dry rigidity of the steel ropes that went up with the elevator capsule.
He walked, listening to his own footsteps in the corridor, to the door of 309. He entered and took off his coat. He placed it on the chair and lit the other cigar. Opened the balcony window and looked out over the city from above.
Sitting on the soft sofa by the railing, he remembered the moments he had spent beside her. He remembered a situation in which she told him the story of a friend who strongly believed in the state of politicians and religious leaders. She said that this friend once, frustrated at having been betrayed, trusted a supposed law that had been enacted with the politicians and senators of his state. According to this law, which violated natural law, any citizen who jumped from a height of more than 3 meters would not fall, because he would have the state's own law in his favor, which would protect him from a serious accident or the loss of his life.
When you remembered this story told by her, you burst out laughing to the point of rolling on the balcony floor.
Lying down and looking up at the ceiling watching the stars in the sky in the background he became reflective. He even considered what a coincidence there was between her friend and himself. Surely he was in a similar condition of having been betrayed. Coincidentally he was on the balcony of his fifteenth floor apartment. A constant chill ran up his spine. He even considered what it would feel like to be falling from that height. He thought about the possibility of such a situation creating remorse in her heart.
He imagined the possibility that they might not even see each other, he inside a coffin and she there at his feet crying because her coffin would probably be sealed.
He calmly got up and first sat down on the cold floor of the veranda. He slowly got up and went to the table where he picked up another cigar. He lit it and smoked heavily. He took his watch off his wrist and put it on the table. He turned off his cell phone and left it on the table. He went to the parapet on the balcony railing. He looked at the city from above, covered by the dark of night.
When all the angels and even the demons were thinking about the worst that could happen, he spoke softly, in the tone of voice that only he, the angels and the demons could hear.
-- Imbecile the man who trusts the state and follows the laws of other men.
La Pareja
Era una tarde soleada y los dos caminaban de la mano por las abarrotadas calles del centro de la ciudad. Los escaparates le llamaban la atención. Él buscaba una barbería para darse un tratamiento en la barba y comprar un cigarro.
En su imaginación, encontraría una tienda de lencería que podría satisfacer sus deseos y fantasías esa misma noche. En su cabeza había una fuerza que empujaba el foco de sus ojos hacia las mujeres que se cruzaban entre los dos en las atestadas aceras del centro.
No es que ella confiara plenamente en él, pero el torbellino y el deseo de entrar en la primera tienda con los escaparates más atractivos la tenían en vilo.
El ruido era ensordecedor pero ambos podían oírse aunque las palabras se decían casi en susurros. Sus miradas se cruzaron y parecieron integrarse en un imán voluptuoso y a la vez contrario.
Casi de inmediato se encontró una tienda de lencería frente a una barbería. Pronto y ambos entraron cada uno en su establecimiento de interés.
-- Si te vas primero, ve a la barbería. Si me voy primero iré a buscarte, dijo.
Pasaron más de dos horas y llegó frente a la tienda de lencería con una caja de puros en las manos. Encendió un cigarro y esperó a que ella pudiera salir. Prefirió no entrar para dejarla allí a gusto hasta que pudiera elegir la mejor lencería. Ya conocía bien sus manías y el tiempo que tardaba en comprar algo en las tiendas. Pasó más de una hora y media y entonces se decidió a entrar en la tienda.
-- No está aquí, señor, se fue hace más de tres horas. Respondió el asistente.
-- Gracias, respondió.
En medio de los coches y la multitud de gente que circulaba por las calles y aceras a esa hora ya al final de la tarde, cuando la jornada de trabajo había terminado, camina con pasos decididos y sin mirar atrás. Una voz que parecía salir de mi interior intentaba arrebatarle su determinación, planteando la hipótesis de que había sido secuestrado o que se había ido con otro hombre. Sin prestar la más mínima atención a estos ruidos internos o que parecían ser internos se dirigió entonces al piso aunque no esperaba encontrarla allí.
Dentro del ascensor suena el teléfono. Pero al otro lado no había ninguna voz, sólo el silencio que parecía querer escuchar su voz. Al darse cuenta de la intención se queda en silencio colocando el móvil cerca del techo donde podía escuchar la seca rigidez de las cuerdas de acero que subían con la cápsula del ascensor.
Caminó escuchando los pasos de sus zapatos en el pasillo hasta la puerta del 309. Entró y se quitó el abrigo. Lo colocó en la silla y encendió el otro cigarro. Abrió la ventana del balcón y miró la ciudad desde arriba.
Sentado en el mullido sofá junto a la barandilla, recordó los momentos que había pasado junto a ella. Recordó una situación en la que ella le contó la historia de un amigo que creía firmemente en el estado de los políticos y los líderes religiosos. Contó que este amigo una vez porque estaba frustrado de ser traicionado confió en una supuesta ley que se había promulgado con los políticos y senadores de su estado. Según esta ley, que violaba el derecho natural, cualquier ciudadano que saltara desde una altura superior a 3 m no se caería porque tendría a su favor la ley del propio Estado, que le protegería de un accidente grave o de la pérdida de su vida.
Cuando recordaste la historia que te contó, te echaste a reír hasta el punto de rodar por el suelo del balcón.
Tumbado y mirando al techo observando las estrellas en el cielo de fondo te volviste reflexivo. Llegó a considerar la coincidencia entre su amiga y él. Seguramente él estaba en una condición similar de haber sido traicionado. Casualmente se encontraba en el balcón de su decimoquinto piso. Un escalofrío constante surgió vivo en su columna vertebral. Incluso pensó en lo que se sentiría al caer desde esa altura. Pensó en la posibilidad de que esa situación creara un remordimiento en su corazón.
Imaginó la posibilidad de no poder ni siquiera verse, él dentro de un ataúd y ella allí a sus pies llorando porque su ataúd probablemente estaría sellado.
Se levantó con calma y se sentó primero en el frío suelo de la veranda. Se levantó lentamente y se dirigió a la mesa donde cogió otro cigarro. Lo encendió y fumó con fuerza. Se quitó el reloj de la muñeca y lo puso sobre la mesa. Apagó su teléfono móvil y lo dejó sobre la mesa. Se acercó al parapeto de la barandilla del balcón. Miró la ciudad desde arriba, cubierta por la oscuridad de la noche.
Cuando todos los ángeles, e incluso los demonios, pensaron en lo peor que podía pasar, habló en voz baja, en un tono de voz que sólo él, los ángeles y los demonios, podían oír.
-- Imbécil el hombre que confía en el Estado y sigue las leyes de otros hombres.
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