A propósito de este año (2018) electoral para América Latina y otros países del mundo, quiero dejarles una crónica que escribí el 7 de octubre de 2012: Elecciones presidenciales en Venezuela.
Un peludo elector con negro y rojo color
¡A cuerpo valiente el de ese ser!, que sin vacilo, intenta colearse en una larga fila de votantes que se pierde de vista. El 7-O, La Escuela Nacional Experimental Venezuela recibe a más de 4 mil mentes atrincheradas. Nadie le dice nada al que se quiere colear, su gordura en cuatro patas obliga a que la gente se aparte. Algunas personas miran el reloj y el celular, muchos hablan con el acompañante, varios simplemente callan. Intentan mantener en secreto lo que todos saben, palabras y frases que hacen implosión: esperanza, cambio y unidad, continuidad de un sistema socialista, la revolución y el ¡no volverán!
-Mira al perro, nos está oliendo. Debe ser que tiene hambre –dice una señora sentada en su banquito de plástico.
-Yo creo que conoce al señor –comenta una joven cuando el perro se acerca a olfatear los pies de un hombre.
-Jajaja, yo lo he visto bastantes veces por aquí –responde el señor sonriendo.
El perro viene sin planes, sin obligaciones, sin preocupaciones, como se ven todos los caninos. Al encontrarse con algo extraordinario, observa, olfatea, se detiene, vuelve a mirar, quizás busca suplir sus necesidades. Pero no, intenta tomar una posición ordenada en la fila de gente. Camina cuando la cola avanza y se echa a descansar cuando la misma se detiene.
La cola rodea toda la Plaza Morelos que está justo al lado de la escuela. Los bancos de cemento se llenan de gente, el perro aprovecha ponerse debajo y así ocultarse del sol. Un sonido reconocible se acerca, es un camión con inmensas cornetas, suena la diana, suena: Chávez Corazón del Pueblo.
-Y van a seguir estos malandros con su cantaleta -comenta una mujer moviendo su abanico.
-Ellos son así, no respetan las normas, siguen siendo marginales que tienen el rancho en la cabeza –responde un hombre que le acompañaba.
-Gracias a Dios que hoy se acaba este infierno –dice la mujer sofocada.
-Amén, que así sea –termina el hombre.
Casi nadie tiene la pinta de los colores que acompañaron las campañas. Por su parte, el ser de cuatro patas parece un azabache un poco desgastado, no se sabe si su contextura robusta es por la cantidad de pelo o gordura, tiene barba y bigotes despelucados color ladrillo y cuando le pega el sol se tornan rojos, pero no hay de qué preocuparse, si no sancionaron al camión con el escándalo menos al despelucado por cargar rojo.
Aunque pareciera que este gentío vino a perturbar el paseo libre del peludo, él opta por seguir a la multitud y adaptarse a las normas con mucha más mística que los propios humanos. El perro no representa un peligro electoral, todos le dan paso, mientras que un poco más adelante, un ser a pie, o mejor dicho un ser en dos patas –porque el hombre es un animal político-, intenta colearse entre los primeros diez.
-¡Abusador!, anda a hacer tu cola, pa’ atrás, pa’ atrás –grita una señora, mientras que los demás exclaman en cadena: ¡fuera!, ¡fuera!
La multitud se escandaliza, el perro atormentado abandona la cola más larga e intenta meterse en otra que está justo al frente. Ésta, con sólo 230 votantes aproximadamente, pertenece a otro centro de votación que acoge a los electores del Desarrollo Urbanístico Bellas Artes –uno de las urbanizaciones que creó el Gobierno este año en el proyecto de Misión Vivienda Venezuela para personas damnificadas. Dos colas, dos centros de votación funcionando en una misma estructura física, crea confusión entre los electores de la Escuela Experimental, que a su vez se dividió en dos para formar la tercera que pertenece a los adultos mayores.
-¡Paciencia Dios mio querido, paciencia!, –ruega una señora que mira al cielo y se agarra la cabeza–. Estos militares están de adorno, tan grandotes que son y no sirven para nada.
Se empiezan a correr rumores, los militares callan, las personas se desesperan y se acumula un grupo en la entrada del centro para averiguar qué pasa. Otros intentan preguntarle a la mujer alterada las razones de su angustia.
-Bueno, pasa que ellos le están dando prioridad a los damnificados, estoy aquí desde las 5 de la mañana y la cola no se mueve. Yo he votado toda mi vida en este centro y nunca ha pasado esto. Es un abuso.
Empieza a crearse una atmósfera de pánico colectivo por parte de la cola más larga. Rechazo ante la cola más pequeña, desprecio por aquellos que en este sector son minoría, palabras que son sólo ruido cuando todos hablan a la vez. El perro está en el medio observando el bullicio, ve los militares reunidos, hasta que uno de ellos decide enfrentarse al gentío desesperado.
-Señores, les pido por favor que se calmen –se dirige a la cola más larga que creó la confusión.
-¡Pasa a la gente payaso!, no sirven para nada, están ahí de adorno –grita una mujer desde la cola.
-Sí, es cierto que hay dos colas, pero es falso que eso influye en el atraso para ejercer el voto. La Experimental Venezuela tiene 9 mesas, las sillas que están acá al frente, es precisamente para que ustedes, cuando vayan a ejercer su derecho descansen un poco porque sabemos que ya llevan rato parados. Los estamos pasando de 10 en 10 para que todo sea equitativo. Si la cola no avanza mucho es porque este centro posee la mayor cantidad de población de adultos mayores. Los electores del Centro Urbanístico sólo tienen una mesa de votación y a ellos los pasamos para otros salones, no tiene nada que ver con ustedes –explica el militar gritando para que la mayoría escuche.
-No entiendo por qué tanto alboroto, si a los del otro centro les tocara votar en nuestras mesas no veo por qué tanta rabia, ser damnificados no los hace menos gente –comenta unos de los señores que está sentado a punto de ingresar al plantel para ejercer su derecho.
-¿Alguna otra pregunta o duda? –grita el militar.
-Deja de hablar tanta paja y pasa a la gente para que vote –comenta una joven, cuidando de que el militar no la escuchara.
El perro se devuelve a la fila más larga porque en esta parece pegarle más el sol, se detiene justo a donde había estado anteriormente, busca la sombra debajo del banco que está al lado de su puesto en la cola. Una señora se acerca y le da una tostada de pan integral, él lo huele paro no se lo come.
-No le gustó, como que no quiere ponerse a dieta –bromea la señora.
-Yo más bien creo que es carnívoro, por eso es que está bien gordo –responde el hombre que ya había visto el perro por la plaza.
-Cosas de la vida… Aquí antes la gente comía perrarina y ahora los perros comen carne –dice un señor que había permanecido en silencio toda la mañana.
-Bueno, si seguimos como vamos nos tocará comer perrarina otra vez –responde la señora que le dio la tostada.
-Ése ya está clarito, él como que va a votar rojo rojito –comenta sonriendo el señor que había estado en silencio.
-Olvídelo, él sabe que hay un camino, por eso se está calando su cola –le responde la señora muy seria, pero luego sonríe, de pronto se convierte en un chiste los comentarios encontrados y el ambiente se torna más armonioso.
Es el turno del perro para descansar en las sillas que están dispuestas en la entrada del centro, se sienta el lote que pasará a ejercer su voto. El animal se echa en el piso de la plaza- de esos que parecen piezas de rompecabezas- justo en la fila de la mesa 6 para esperar su turno. Cuando mandan a pasar al lote de los 10, el militar le pregunta al animal: ¿vas a votar?, el perro lo ve fijamente tratando de entender o que lo entiendan: Todos: los militares, los que no son damnificados, los que parecen serlo y hasta los viejitos, sueltan las risas. El peludo azabache camina hacia la puerta, observa que pase todo el grupo que él acompañó durante 5 horas y se voltea para seguir su rumbo de calle y seguramente piensa:
Tuve que venir yo, a enseñarles cosas que ya saben. Sí, es verdad, estamos en un país libre pero su libertad termina donde empieza la del otro. Aun cuando invaden mi plaza, traté de adaptarme a ellos, hice mi cola -con una trampita- me senté donde tenía que sentarme y sobreviví en tres filas distintas. Por ser perro no represento amenaza, lo sé, en realidad no me dio la gana, pude morder a alguien o hacer mis necesidades en el medio del bullicio, pero no fue así.
¿Quiénes son los disociados?, que ¿los líderes deben dar el ejemplo?, que si Chávez agrede a un grupo al llamarlos “majunches” y Capriles cataloga a los rojos como “jala-bolas”. No se trata de eso. Todos desde acá abajo se ven tan iguales, pero internamente son responsables de su implosión de ideas. ¡A pueblo pa’ ser apasionado con la política!, para este perro -con sabiduría callejera-, eso no es malo, malo es actuar irracionalmente y discriminar al que piensa distinto. Al principio pensé que todo estaba perdido, ni a mi me entendieron, pensaron que me había acercado para pedir comida. Y hasta que por fin, colisionaron ideas pero prevalecieron risas ¿Tuvieron que esperar que un perro mestizo viniera a darles lecciones del comportamiento humano? Conviértanse ustedes mismos en el ejemplo.