"A mediados del siglo XIX, se pensaba que las enfermedades se propagaban a través de nubes de un vapor venenoso en el que estaban suspendidas partículas de materia en descomposición llamadas 'miasmas'".
Pero en 1847, la muerte de uno de sus colegas por una cortada que se había hecho en la mano durante un examen post mortem, le dio la pista que necesitaba.
Una leve herida fatal
Cortar cadáveres abiertos en ese tiempo conllevaba riesgos físicos, muchos de ellos fatales.
Cualquier herida o grieta en la piel producida por el cuchillo de disección, por leve que fuera, era un peligro siempre presente, incluso para anatomistas más experimentados, como el tío de Charles Darwin -con el mismo nombre-, quien murió en 1778 después de sufrir una lesión mientras diseccionaba a un niño.
Mientras su colega moría, Semmelweis notó que sus síntomas eran muy similares a los de mujeres con fiebre puerperal.
¿Sería que los médicos que trabajan en la sala de disección llevaban "partículas cadavéricas" con ellos a las salas de parto?
Después de todo, Semmelweis observó que muchos de los jóvenes iban directamente de una autopsia a atender a las mujeres.
Como no se usaban guantes ni otras formas de equipo de protección en la sala de disección, no era raro ver estudiantes de medicina con trozos de carne, tripas o cerebros pegados a su ropa después de que las clases hubieran terminado.
La gran diferencia entre la sala de médicos y la de parteras era que los médicos realizaban autopsias y las parteras, no.
Cuando no le renovaron el contrato en el hospital de Viena, Semmelweis retornó a su nativa Hungría, donde asumió el cargo de médico honorario relativamente insignificante y no remunerado de la sala obstétrica del pequeño Hospital Szent Rókus de Pest.
Tanto ahí como en la clínica de maternidad de la Universidad de Pest, donde más tarde fue profesor, la propagación de la fiebre puerperal era rampante hasta que él virtualmente la eliminó.
Pero ni las críticas contra su teoría ni la ira de Semmelweis hacia la falta de voluntad de sus colegas para adoptar sus métodos de lavado de manos se apaciguaron.
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Sólo después de su muerte logró el reconocimiento que le habría alegrado la vida.
Su comportamiento se volvió errático. A partir de 1861 empezó a sufrir de depresión severa y se volvió distraído. Y cada conversación lo llevaba al tema de la fiebre puerperal.
Un día, un colega lo llevó al Asilo de locos vienés con el pretexto de visitar un nuevo instituto médico.
Cuando Semmelweis se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y trató de irse, los guardas lo golpearon severamente, le pusieron una camisa de fuerza y lo confinaron a una celda oscura.
Dos semanas después, Semmelweis murió porque una herida en su mano derecha se había vuelto gangrenosa. Tenía 47 años.
Una de las últimas cosas que Semmelweis escribió son inquietantes:
"Cuando reviso el pasado, sólo puedo disipar la tristeza que me invade imaginando ese futuro feliz en el que la infección será desterrada... La convicción de que ese momento tiene que llega inevitablemente tarde o temprano alegrará mi hora de morir".
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jaja qué cosas, en estos tiempos es imaginable hacer autopsias sin guantes y muchisimo menos el no higienizarse después de interactuar con cadáveres.
Imaginate que por esa época se creía que no bañarse durante más tiempo era mejor! WTF