Podemos grabar una canción. Y colocarla en el Internet. Este archivo informático pertenece a su autor. Sería una propiedad intelectual. Pero la canción podría tener un contrato inteligente adjunto. El autor puede determinar las condiciones de uso. Por ejemplo, él puede permitir la descarga gratuita para sus amigos, familiares y promotores. Puede aceptar donaciones del público en general. Puede seleccionar diferentes opciones de publicación y distribución. Pero también puede cobrar una cuota a las empresas que quieren darle a la canción un uso comercial. La canción estaría viajando por el internet y haciendo negocios de forma independiente. Aquí hablamos de una canción, pero podría ser cualquier cosa, un auto, una casa, una foto, un libro, datos, etc. Uno puede poner una casa en alquiler y gestionar todo el proceso con la ayuda de un contrato inteligente. La puerta se podría abrir autonómicamente cuando el pago se haya realizado. Un auto puede manejarse solo, ir la estación de gasolina, y luego pagar lo consumido. Podría cobrar y pagar todo de modo automático, en el caso de un taxi, por ejemplo. Actualmente, existen criptomonedas que fueron diseñadas principalmente para la implementación de contratos inteligentes. La más conocida: Ethereum. Pero existen otras. Los contratos inteligentes llegaron para quedarse. Son el futuro. Interesante, ¿eh?