El 6 de Julio de 2020 murió en Roma Ennio Morricone.
Su muerte me encontró en medio de un taller de escritura donde la consigna nos proponía analizar en detalle un afiche de una película.
Elegí Cinema Paradiso.
Sin dudas la dulce y emotiva música de Morricone haya aportado mucho para hacer de ella mi película preferida de todos los tiempos.
No recuerdo largometraje que tuviera tantas versiones de afiche como las que tuvo el “Cinema Paradiso” de Giuseppe Tornatore. He encontrado once, pero me quedo con una.
Sobre un fondo celeste cielo, ligeramente centrado hacia la izquierda y montado sobre una bicicleta, se lo ve a Alfredo (Philippe Noiret) llevándolo al pequeño Toto (Salvatore Cascio) vestido de monaguillo y con la gorra de Alfredo.
Desde el cielo viene bajando una tira de celuloide en blanco y negro, un recorte de película que se asemeja a una alfombra por la que transitan los dos.
Hay que destacar que esa tira de celuloide en blanco y negro refleja en cada uno de sus treinta fotogramas, la imagen de un beso entre una pareja de actores. En términos cinematográficos un segundo de filmación equivale a veinticuatro fotogramas, por lo que esa alfombra que parece infinita y se pierde en el paraíso corresponde a algo apenas más que un segundo.
¿Será una forma de medir lo efímero de la vida?
En una tipografía Art Decó de color amarillo, centrada, aparece la palabra “CINEMA” toda en mayúscula y debajo de ella, en una tipografía casi manuscrita, “Paradiso”, en mayúscula-minúscula, en blanco con una sombra proyectada para abajo a la derecha en rojo. El punto en la letra “i” en Paradiso lleva una estrella.
Los nombres de los actores y director que aparecen en el afiche pasan casi desapercibidos.
La imagen muestra CINE y PARAÍSO. Una síntesis perfecta en la creación del afiche.
Cinema Paradiso obtuvo en 1989 el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa.
Inscripta en el género del Dramatismo Italiano es una historia de amor fraternal entre dos personas adorables. Alfredo es el proyectorista del “Cinema Paradiso” en un pueblito perdido en Sicilia llamado Giancaldo.
Salvatore, apodado Toto, de apenas seis años, descubre su pasión por las películas y cada vez que puede se escapa, sin que su madre se entere, a la cabina de proyección donde trabaja Alfredo. Al principio la presencia de Toto molesta y Alfredo lo ve como una plaga. Pero finalmente se encariña con él tanto que le enseña a operar el proyector.
En un noticiero, en una de las proyecciones, Toto se entera que su padre ha muerto en Rusia y ha sido declarado desaparecido junto a otros militares italianos durante la Segunda Guerra Mundial. Allí Alfredo sin querer adquiere un papel importante. Crece como figura paterna y comienza a tejer una relación entrañable que Toto recordará para siempre.
Las proyecciones se hacían primero en función privada frente a la atenta mirada del Padre Adelfio, único espectador, quien con una campanilla, desde la platea indicaba la escena del beso que debía ser censurada y no debería exhibirse en la posterior proyección al público.
Cuando esa campana sonaba, Alfredo metía en el carrete un pedacito de papel para luego recordar donde debía cortar el celuloide. Las películas románticas no tenían besos en Cinema Paradiso y la gente dirigía sus abucheos al Padre Adelfio quien seguía atentamente la película desde la platea. Los recortes censurados se apilaban en el piso de la cabina de proyección.
Un día, durante una proyección se produjo un incendio en la cabina y a Alfredo le explotó un carrete en la cara dejándolo ciego de por vida. Toto lo salva arrastrándolo lejos de las llamas.
A partir de entonces se convierte en los ojos de Alfredo, quien lo aconseja permanentemente sobre cuestiones de la vida. Le sugiere que deje el pueblo y siga su sueño de ser director de cine, ya que en ese pueblito no tendría mucho futuro. Toto, ahora Salvatore Di Vita (Jacques Perrin) se convierte en un renombrado director de cine en Roma.
Una mañana, la mujer de Salvatore atiende un llamado telefónico que la despierta. Le anuncian que Alfredo había muerto en Sicilia. Salvatore, conmovido, decide viajar a su pueblo natal después de treinta años de ausencia. En el entierro se encuentra con viejas caras que solían llenar las butacas del Cinema Paradiso.
La viuda de Alfredo le pide a Salvatore que antes de que regresara a Roma pasara por su casa a retirar un regalo que su marido le había dejado antes de morir.
Salvatore volvió a Roma con el banquito que utilizaba para llegar a colocar los carretes en el proyector y una lata con una película.
Sentado en el microcine de su productora en Roma, Salvatore levantando su mano dio la indicación para que comenzara la proyección. Se apagaron las luces y empezó la película.
Todas las escenas románticas que el Padre Adelfio había ordenado cortar, más de treinta años atrás, estaban allí. Aquellos recortes que se apilaban en el piso de la cabina y que alguna vez Alfredo le había prometido regalar. Había empalmado todas las secuencias juntas para formar un solo film. Todos los besos, toda la pasión, todo el amor estaba ahora allí.
Salvatore, sólo y su alma, invadido por una profunda emoción, se reencontró con su pasado con lágrimas en los ojos.
En tu ensayo estético y de reseña cinematográfica logras revitalizar y enaltecer la memoria acerca de ese filme, indudablemente uno de los más hermosos del cine de la segunda mitad del siglo XX. Gracias y saludos, @carlosmonsegur.
Muchas gracias por tan linda devolución.
Congratulations @carlosmonsegur! You have completed the following achievement on the Hive blockchain and have been rewarded with new badge(s):
Your next target is to reach 100 upvotes.
You can view your badges on your board and compare yourself to others in the Ranking
If you no longer want to receive notifications, reply to this comment with the word
STOP
Check out the last post from @hivebuzz:
Support the HiveBuzz project. Vote for our proposal!