Llegaste a nosotros en una época de transición a nuestra independencia como familia, dejando atrás las tribu de ambas familias, sus hogares llegasteis en forma de sueño personal, algo inesperado, me resistí en un principio pero mirar tu carita indefensa me calmo.
En nuestro nuevo hogar solo éramos tú y nosotros cuatro nada más, alegrabas nuestro día a día, parecías un niño pequeño que apenas comenzabas a gatear, para mis hijos eras otro hermanito más, recuerdo a mi hijo de 11 años gruñir y jugar contigo, los mordisco eran comunes entre los dos, parecías conocernos y nosotros conocerte muy bien ¿qué faltaba? ¿Usar el inodoro? ¿sentarse en nuestra mesa?
No dudo que muchas veces nuestro hijo más pequeño lo hizo como parte de esa complicidad de ambos, no hablaba pero casi que gesticulaba y nosotros que le creíamos, parecía entender nuestro idioma a la perfección, solo miraba atentaba y movía la cabeza como aceptación.
En mi soledad te recuerdo a mi lado, moviéndome con la patita queriéndome decir ¿qué te pasa? Cuéntame ¡aquí estoy!
No pocas veces te conté de mis planes y sueños, donde siempre tú estabas incluido, solo mirabas y movías la cabeza como comprendiendo todo, definitivamente fuiste especial para todos.
Siempre en nuestra manada estabas claro tu lugar, primero yo, segundo mi esposa, tercero mi hija, cuarto tú y quinto el más pequeño de mis hijos, así lo veías tú, siempre sabías quien tomaba las decisiones en nuestro hogar, muchas veces miraba con algo de molestia cuando te hablaba fuerte y tu pleitesía era más que evidente, parecías un caballito de paso en una exhibición, tú obediencia era absoluta y tu sentido lúdico refrescante, nunca tuviste mal carácter solo el que te sacaba el hijo entre juego y juego.
Recuerdo con mucho cariño y dolor cuando en nuestras enfermedades nos acompañamos y nos dimos apoyo, cuando pensé que llegaría tu fin saliste a las 3 de la madrugada a la calle y yo salí detrás de tí, solo ¡en ropa interior! como nos reímos cuando ese fue el día que te curaste, no me hubiese importado ser detenido por la policía al aventurarme 3 calles más allá en solo calzones y franelilla, te curaste hijo y volviste a nosotros como siempre.
Cuantas veces mi esposa y yo sacamos la cuenta de cuanto vivirías y nos acompañarías, ya eras un adulto a tus 7 años de edad a nuestro lado, ¿cuánto durarías?
Conocí uno de tu misma raza que duro 18 años, suficiente para acompañarnos cuando tal vez nuestros otros hijos se marcharan, nunca supusimos tu muerte inmediata, solo vivíamos el presente cada día.
Fue aquel 7 de agosto cuando por una cruel jugada del destino te fuiste de nuestro lado de forma inesperada, nunca habíamos sentido tanto dolor, no recuerdo ver llorar a mi esposa así desde la muerte de sus padres y en desconsuelo de mis hijos, ellos desconsolados aún más al verme a mí llorar como un niño. Fueron días terribles, donde cada lugar y en cada situación te recordábamos. Con suma delicadeza, recuerdo como te enterramos, parecía el sepelio de un hijo pequeño, solo nosotros 4, los mismos de aquella mudanza te acompañamos a tu ultima morada.
Se que no habrá películas, ni estatuas a tu nombre, nunca más se hablara de tí, serás solo un recuerdo lejanos para la mayoría pero para nosotros estarás aquí en nuestros corazones, por eso sobre tu pequeña tumba escribí:
Kossy siempre…
@youngirl