"There is a crack, a crack in everything
That's how the light gets in.
That's how the light gets in.
That's how the light gets in."
Leonard Cohen concluía "Anthem" con esas palabras, y no hay manera distinta de resumir lo que quiero expresar esta noche. Es algo que conocemos muy bien, que está y estará presente y que es o será determinante en lo que somos o queremos alcanzar. O, al menos, en la manera en que nos miramos y miramos al resto de las cosas.
En mi memoria, el momento más claro de "debilidad" que viví a una edad temprana fue el día en que comprendí, por mucha denuncia y alerta de mis padres, que sí había una zona profunda en el mar. Que si caminaba un poco más el agua entraría por mi nariz, aunque deseaba llegar a donde se encontraban disfrutando otras personas. No había manera de llegar allí que no fuese tener su tamaño, o saber nadar.
Entre los años que había vivido, entre sumas de experiencias que me acercaran a sobreentender que me encontraba en momentos de debilidad, seguía aún sin saber nadar. Al aprender llegué a perder cierto miedo, pero no solo aprendí por querer disfrutar como otros llegaban a hacerlo. Aprecié la profundidad así como le he temido siempre, y aprecié lo simple de la idea de que, aunque ya nadaba en lugares profundos, había mucha más profundidad. Había mucha más oscuridad o lugares a los cuales sé que mis pies podrían no llegar. Tal vez no nos llega a afectar tanto en aquellos momentos como puede afectarnos a medida que crecemos y los detalles empiezan a hacerse claros y/o a oscurecer nuestros días, inclusive cuando lo que seguimos viviendo nos enfrenta a nuevas debilidades.
Todas estas ideas eran vagas; era aún más joven de lo que ya soy y ciertamente no pensaba en mis debilidades como he de sentirlas hoy, pero cada recuerdo que tengo sobre lo que viví y sobre lo que sentía en momentos así me lleva a comprender un poco más el valor de absolutamente todo.
A mis 23 años ya no miro el mar ni su profundidad de la misma manera. Le doy un mayor aprecio, de hecho. Sigo admirando que sigan existiendo profundidades inalcanzables como individuos que sí sean capaces de alcanzarlas, y aunque no existan estos individuos, sabré que de algún modo puede alcanzarse el fondo y no sentir el mismo miedo causado por lo improbable, hasta que podamos superarlo.
Hoy miro de frente a mi madre y a sus ojos preocupados sobre lo que vivimos en este país. Hoy pienso en la fractura dejada en familias y en individuos que han sentido mucho más peso que alivio mientras los años se agregan aquí y en otras latitudes, y me pesa a mí cada verdad que nos ha tocado como humanos, y cada verdad que hemos, lastimosamente, alcanzado como humanos al producir dolor sobre nosotros mismos y sobre nuestro propio hogar, que al fin y al cabo, visto desde el espíritu como desde las ciencias, es también parte de nosotros.
No he dejado de valorar cada una de estas, de nuestras y de mis debilidades. Son suficiente prueba de que somos capaces de encontrar fortaleza, y en vez de alcanzar un fondo para comprobarnos estar vivos o superar aquello incierto, alcanzar una superficie que nos brinde ese alivio entre tanta oscuridad.
Por estas razones citaba a Cohen. Gracias a palabras e influencias como la suya, y gracias a revisar cada una de mis debilidades y las debilidades que siento en lo que me rodea, consideré que todos nosotros no estamos hechos para ser fuertes, ni indestructibles, ni todopoderosos. Que todo eso dura un segundo, y es ese segundo en el cual logramos que cada pesar se convierta en la energía con la cual llegamos a un cambio. Sí, por mucho que aún quede más profundidad o más oscuridad.
Las fotografías intervenidas que realicé y utilicé para este texto hablan de las últimas debilidades que he sentido. De lo que mis amigos me han regalado y lo que mi familia significa, aunque nunca llegué a pensar que ya casi todos estaríamos en distintos lugares del mundo luego de haber compartido tanto en una misma pieza o sala. Representan mi soledad y mi vida como un objeto que debo devolver algún día mientras sus luces me permiten dejar huellas y saber que la vida no es solo mía, ni que se trata específicamente de un objeto a devolver. Cada café y charla, cada noche irrepetible de cualquier ebriedad camino a madrugar roncos y cantando alguna canción, como cada viaje por carretera o por aceras desgastadas, me permitieron y me permiten sentir esta debilidad por la ausencia de momentos como estos. Por no saber cómo agradecerlos.
Estas debilidades me permitirán alcanzar nuevos alivios y nuevos segundos donde podré volver a compartir eventos irrepetibles. Y mi debilidad me permitirá cambiar lo que pienso y siento que merece un intento. Me permitirá ayudar, ya sea iluminando oscuridades que nosotros mismos producimos.
Y la debilidad me llevará a los segundos de fortaleza. Donde bueno, veo razones o algún sentido de todo esto.
En mi memoria, el momento más claro de "debilidad" que viví a una edad temprana fue el día en que comprendí, por mucha denuncia y alerta de mis padres, que sí había una zona profunda en el mar. Que si caminaba un poco más el agua entraría por mi nariz, aunque deseaba llegar a donde se encontraban disfrutando otras personas. No había manera de llegar allí que no fuese tener su tamaño, o saber nadar.
Entre los años que había vivido, entre sumas de experiencias que me acercaran a sobreentender que me encontraba en momentos de debilidad, seguía aún sin saber nadar. Al aprender llegué a perder cierto miedo, pero no solo aprendí por querer disfrutar como otros llegaban a hacerlo. Aprecié la profundidad así como le he temido siempre, y aprecié lo simple de la idea de que, aunque ya nadaba en lugares profundos, había mucha más profundidad. Había mucha más oscuridad o lugares a los cuales sé que mis pies podrían no llegar. Tal vez no nos llega a afectar tanto en aquellos momentos como puede afectarnos a medida que crecemos y los detalles empiezan a hacerse claros y/o a oscurecer nuestros días, inclusive cuando lo que seguimos viviendo nos enfrenta a nuevas debilidades.
Todas estas ideas eran vagas; era aún más joven de lo que ya soy y ciertamente no pensaba en mis debilidades como he de sentirlas hoy, pero cada recuerdo que tengo sobre lo que viví y sobre lo que sentía en momentos así me lleva a comprender un poco más el valor de absolutamente todo.
A mis 23 años ya no miro el mar ni su profundidad de la misma manera. Le doy un mayor aprecio, de hecho. Sigo admirando que sigan existiendo profundidades inalcanzables como individuos que sí sean capaces de alcanzarlas, y aunque no existan estos individuos, sabré que de algún modo puede alcanzarse el fondo y no sentir el mismo miedo causado por lo improbable, hasta que podamos superarlo.
Hoy miro de frente a mi madre y a sus ojos preocupados sobre lo que vivimos en este país. Hoy pienso en la fractura dejada en familias y en individuos que han sentido mucho más peso que alivio mientras los años se agregan aquí y en otras latitudes, y me pesa a mí cada verdad que nos ha tocado como humanos, y cada verdad que hemos, lastimosamente, alcanzado como humanos al producir dolor sobre nosotros mismos y sobre nuestro propio hogar, que al fin y al cabo, visto desde el espíritu como desde las ciencias, es también parte de nosotros.
No he dejado de valorar cada una de estas, de nuestras y de mis debilidades. Son suficiente prueba de que somos capaces de encontrar fortaleza, y en vez de alcanzar un fondo para comprobarnos estar vivos o superar aquello incierto, alcanzar una superficie que nos brinde ese alivio entre tanta oscuridad.
Por estas razones citaba a Cohen. Gracias a palabras e influencias como la suya, y gracias a revisar cada una de mis debilidades y las debilidades que siento en lo que me rodea, consideré que todos nosotros no estamos hechos para ser fuertes, ni indestructibles, ni todopoderosos. Que todo eso dura un segundo, y es ese segundo en el cual logramos que cada pesar se convierta en la energía con la cual llegamos a un cambio. Sí, por mucho que aún quede más profundidad o más oscuridad.
Las fotografías intervenidas que realicé y utilicé para este texto hablan de las últimas debilidades que he sentido. De lo que mis amigos me han regalado y lo que mi familia significa, aunque nunca llegué a pensar que ya casi todos estaríamos en distintos lugares del mundo luego de haber compartido tanto en una misma pieza o sala. Representan mi soledad y mi vida como un objeto que debo devolver algún día mientras sus luces me permiten dejar huellas y saber que la vida no es solo mía, ni que se trata específicamente de un objeto a devolver. Cada café y charla, cada noche irrepetible de cualquier ebriedad camino a madrugar roncos y cantando alguna canción, como cada viaje por carretera o por aceras desgastadas, me permitieron y me permiten sentir esta debilidad por la ausencia de momentos como estos. Por no saber cómo agradecerlos.
Estas debilidades me permitirán alcanzar nuevos alivios y nuevos segundos donde podré volver a compartir eventos irrepetibles. Y mi debilidad me permitirá cambiar lo que pienso y siento que merece un intento. Me permitirá ayudar, ya sea iluminando oscuridades que nosotros mismos producimos.
Y la debilidad me llevará a los segundos de fortaleza. Donde bueno, veo razones o algún sentido de todo esto.
Muchísimas gracias por tu tiempo,
@yggdrasilrot,
2018
Copyright @yggdrasilrot - Todos Los Derechos Reservados
Bello como todo lo que haces. Bienvenido. TKM
Gracias, cost(ill)a.
Grande! Me gustó muchísimo
Muchas gracias, Gabriela.
Justo en este momento necesitaba leer algo así, qué bonito texto, Diego.
Respondo tarde, pero aprecio mucho esto y que haya tenido ese efecto. Gracias a ti.