"Te quiero", le escribí. No me sabía su nombre, no me sabía su edad, mucho menos me sabía su dirección. Simplemente pasé por una calle, anoté el número de una casa y ahí envié mi carta.
"Querido extraño:
Te quiero. Sé que te estarás preguntando quién soy, pero no pierdas el tiempo con eso. No me conoces ni yo te conozco a ti. Tal vez por eso sea tan sencillo decirte lo que siento, tal vez por eso sea tan sencillo decir 'Te quiero'. Pero no te preocupes, al no conocerte, nunca te pediría que me corrrespondieras este amor.
Desde hace algún tiempo he tenido este sentimiento reprimido. He llorado a solas en mi cama, he falseado sonrisas y momentos de alegría, le he hecho creer a otros cuánto los quiero cuando en realidad solo intento llenar un vacío. Está ahí, no puedo seguir escondiéndolo, pero tampoco sé cómo sacarlo. O al menos no lo sabía hasta hoy, por eso decidí escribirte.
No te enojes conmigo si te hago perder el tiempo haciendo que leas estas líneas tan inútiles. Espero que comprendas mi situación y puedas al menos colaborar conmigo y este sentimiento que me está carcomiendo por dentro y no me deja vivir tranquila. Tampoco quiero crearte falsas ilusiones, no quiero tener ningún tipo de relación contigo, me sentiría terrible si supiera que crees que tengo esa intención. Únicamente quería hacértelo saber y al menos desahogar un poco mi conciencia y mi corazón.
Se me está complicando un poco llegar al punto exacto de esta misiva. Pensé que como eras un extraño sería más fácil decir lo que siento. Ya veo que no. Pero ese rostro que tanto aparece en mis sueños, esa voz que escucho a diario en mi mente y me repite tantas cosas, esos momentos de fantasía que recrea mi cerebro anhelando que un día se vuelvan realidad... todo tiene su razón de ser, imagino. Y es lo único que te pido que no entiendas. Puede que te esté confundiendo, y perdóname si es así, pero no es fácil encontrar las palabras correctas para decirte esto. ¿Cómo has hecho tú, extraño, cada vez que sientes que quieres a una persona? ¿Les escribes cartas? ¿Les hablas por teléfono? ¿Las citas a algún sitio para decírselo de frente? Te admiro mucho si tu respuesta es afirmativa para alguna de esas opciones.
Te preguntarás por qué habría de admirarte si justo estoy haciendo una de esas cosas, si precisamente escribo una carta. Pero no. Aquí disipo tus dudas. Perdóname la ofensa, perdóname haberte hecho perder el tiempo conmigo, perdóname por robar parte de tu día con esto, pero tú no eres el destinatario de estas palabras. Necesitaba un canal y apareció el número de tu residencia. Necesitaba hacerme escuchar (o leer) y aparecieron tus ojos. Necesitaba decir 'Te quiero' y apareciste tú. Porque, aunque nadie sea capaz de explicarme el porqué, es más sencillo decirle esas palabras a un extraño que a la verdadera persona amada. Tal vez sea porque no te conozco, porque tampoco conozco tu posible reacción y menos conozco tu forma de ser. Pero de él la conozco. De él la viví y me tragué tanto que tenía por decir simplemente para no molestar, para no caer mal, para no arruinar nada. Sin embargo, las palabras hay que sacarlas, porque te pueden ahogar.
Me despido de ti, extraño. Ya no robo más tu tiempo. Un solo favor te pido, querido extraño: dile, recuérdale, hazle saber las mismas palabras que te he dicho a ti: Te quiero".
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