Los velos que cubren el despertar.
Prólogo
Cuando las sombras se dejan ver en la obscuridad, se apartan los velos que cubren el despertar, así reza un proverbio taoísta, que deja entrever, la inevitable transparencia de las acciones cometidas por los hombres en el transcurso de sus vidas, a pesar de sus fallidos intentos por ocultarlas, inevitablemente se develan, mostrándolos realmente tal cual son, con sus virtudes y defectos, con sus debilidades y fortalezas, en sus distintitas medidas de comprensión. Algunos pierden su identidad, otros la conservan, sin importar, a dónde se les coloque.
Y aunque existen mil caminos, sólo son la vía para llegar a uno, al encuentro de la anhelada felicidad.
Felicidad que también la procuran Luciano y Lucy, dos jóvenes unidos por el más fuerte sentimiento de amor, cuya relación se ve constantemente amenazada por diversas situaciones conflictivas, generadas por los intereses de familiares y allegados, quienes maquinan toda suerte de artilugios y bajezas, con el fin de separarlos.
Un aspecto vulnerable en su relación, es que pertenecen a estratos sociales distintos, él, Luciano, es un empoderado empresario de bienes raíces, en la pujante metrópolis de la ciudad de Nueva York. Heredero de un patrimonio familiar de florida opulencia, que progresivamente se encumbra hacia la cima de la prosperidad, bajo las directrices de sus padres, a quienes le delegaron confiados dicha responsabilidad, para cuando ellos, ya no puedan estar físicamente.
Es un apuesto caballero de 33 años de tez morena de 1.78 centímetros de estatura, de una apariencia magnética y arrolladora, de profundos ojos color azul petróleo, carismático, innovador, apasionado con todo lo que emprende y terriblemente responsable.
Lucy por su parte es una chica de contextura delgada, de tez morena clara, de 32 años de 1.75 centímetros de estatura, de expresivos ojos verdes, sensual figura y deliciosa sonrisa.
Es una chica de una personalidad amigable, de espíritu altruista, compasivo, solidario, pero íntimamente enigmática y seriamente comprometida con su trabajo, que aun pudiendo prescindir de él, su ética profesional es innegociable.
ejerce la profesión de enfermera, graduada con honores, cuyos estudios los realizó con gran sacrificio en una población minera de Italia, en el seno de una familia de clase media baja, cuyos padres apenas pudieron sufragarle los gastos académicos, a fin de que culminar su carrera, que le permitiera posicionarse de un empleo y un mejor estilo de vida.
Esta diferencia de clases, ha sido siempre el punto medular de su historia de amor, remarcado siempre por los padres de Luciano, quienes no pierden oportunidad de reprocharle a su hijo, el error de relacionarse con una dama, que no está al mismo nivel de su estatura social.
Pero los enamorados, han formado un frente unido, que les ayuda a superar todas las circunstancias que los adversan, respetando sus individualidades, y formando la más íntima cofradía, cuando sus corazones y cuerpos coinciden, en medio de la más fervorosa alianza.
Se conocieron en la sala del Hospital Presbiteriano de Nueva York, a la que ingresó Luciano con un cuadro de intoxicación, tras haber ingerido un mortal coctel de mariscos, uno de esos inventos gourmet que ofrecieron en una sala de juntas empresariales, a la que frecuenta asistir por su trabajo como empresario.
Allí estaba Lucy cumpliendo su guardia de servicios como enfermera graduada. Desde el mismo instante en que coincidieron, el cruce de sus miradas fue la chispa que encendió el fuego de un sentimiento que comenzó con un destello de simpatía, se fue consustancializando con el cariño hasta que se consagró en lo que los une hoy, en la adoración de dos almas que se quieren, uno que ama más, y el otro que ama mejor.
Él en su estado de convalecencia, preso del pánico por la reacción alérgica que le transformó el rostro y que casi le cierra la garganta provocándole una asfixia; precisaba de sus cuidados, ella, abnegada y maternal le procuró el mayor de los cuidados hasta su total, mejoría. Mientras, la primavera floreció en sus corazones, una promesa de amor, selló un compromiso nupcial.
Luciano presenta formalmente a su prometida a sus padres a su único hermano y amigos, quienes esperaban ansiosos conocerle una novia, pues tuvo muchos romances y conquistas furtivas, pero nada serio como para comprometerse.
La familia se mostró fría y distante con la chica, pues esperaban una representante de la socialité, respingada, rellena de silicona y de verbo raído y superficial.
Lucy no se sorprende de la reacción de lo que próximamente será su nuevo entorno, y actúa con total normalidad sin intentar impresionar a nadie, aunque se comporta atenta, cordial y con gran confianza en sí misma.
Llega el 30 de Junio del año 2009, la fecha pautada para celebrar la boda de los jóvenes. Bajo la cúpula neogótica de la Catedral de San Patricio en la quinta avenida de la ciudad de Nueva York, un punto de referencia prominente frente al Rockefeller Center.
Allí concurren fervorosos Lucy y Luciano a bendecir su unión, en medio de la más desmedida opulencia, y pesar de los desacuerdos de los padres del novio, se convirtió en la boda soñada, merecedora de los más elogiosos comentarios, emitidos por la prensa del jet set nacional e internacional.
A Lucy le hubiese gustado una ceremonia más sencilla, pero con Su suegra era difícil conciliar acuerdos, acostumbrada a que se haga su voluntad, complacida siempre por los hombres de su casa, quienes no oponen resistencia a sus caprichosos designios.
La catedral de San Patricio, es el templo más grande de América del Norte, localizada en el lado este de la quinta avenida, un punto de referencia prominente del estado de Nueva York, específicamente ubicada al frente de la escultura del Atlas.
La ceremonia transcurre en medio de una robusta concurrencia, que paralizó el centro de la ciudad de Nueva York.
El primero en llegar fue el novio en una limusina, acompañado de sus padres y rodeado de guardaespaldas, se dirigió al interior del recinto sagrado, donde lo esperaban más de 700 invitados.
Minutos después llegó la novia en una limusina acompañada por una prima lejana de Luciano, procedente de Sicilia Italia, especialmente para la ocasión, en sustitución de los padres de Lucy, quienes ya no se encuentran físicamente en este plano.
La novia luce uno hermoso vestido, modelo ostión, diseñado por Armani, confeccionado completamente con encajes y bordado a mano con cristales de swarovsky. El ramo de novia fue armado por un buque de flores naturales, a petición de Lucy, que posteriormente lo donó a la iglesia como ofrenda a sus padres ausentes.
El interior de la catedral, lucía bellamente decorada con motivos florales en voluminosos arreglos, encallados con follaje de soliaster y bromelias, prensadas por lazos de organza y sedalina de color blanco, exudando embriagadores aromas primaverales.
En complicidad con la música de fondo, percutida por una orquesta de cámara, de cuyos instrumentos emergían como un aliento invisible el espíritu de las más deliciosas melodías. Cerrando con el Ave María, la pieza magistral de la noche. La que creó una emotiva atmósfera, poblada de sollozos y suspiros maravillados de admiración.
Luego de la celebración del ritual de rigor, con el sí quiero, la imposición de los anillos y puede besar a la novia, con sus respectivas lágrimas, sin que pudieran faltar las respectivas inhalaciones de las nuevas aspirantes a desposarse, incluyendo a las solteronas, que quizás nunca lo harán; concluye la ceremonia con una ovación de más de 1400 manos aplaudiendo, para retirarse luego a la fiesta de celebración.
Una vez concluida la celebración y luego de agradecer y despedir a los invitados, los recién casados se retiran a su nido de amor, el cual los sorprende gratamente, con la bella decoración, que los invita a disfrutar de la más inolvidable noche de bodas, poblada de sensualidad y placer.
Desde el umbral del recinto, los enamorados inhalan delicados aromas orientales de sándalo, canela y cidronela, que se desprenden de unas pequeñas lámparas de sal rosada del Himalaya, seguidas de un cortejo de rosas blancas, rosadas y amarillas que se abrazan entre sí, por un follaje de mirtos, geranios y aves de paraíso, engalanando el ambiente con su perfume embriagador, en medio de una atmósfera musical de sinfonías celtas y épicas.
A medida que avanzan hacia el interior de la alcoba, van descubriendo pequeños stands, dispuestos con cualquier cantidad de accesorios eróticos, como piedras volcánicas que generadoras de calor en la zona del cuerpo donde se les coloque, una procesión de velos traslúcidos, de delirantes tonos índigo y magenta, ondean mágicamente por todo el recorrido, revelando a su paso las próximas maravillas.
Más adelante, divisan un rosario de anaqueles, cuyo contenido ofrenda a los amantes un amplio buffet de platillos con manjares y bocados de un sabor y un aroma enloquecedores, capaces de poner en máxima alerta de excitación, todos los sentidos de la pareja, que con tan sólo rozarse, un electrizante impulso magnético, recorre toda su anatomía.
La estratégica disposición de los elementos, provoca en ambos, un estado de éxtasis y total frenesí, que nubla sus sentidos, agita su respiración y acelera su ritmo cardiaco, atrapándolos, en un febril deseo de fusionarse en uno solo.
Embriagados de ardiente deseo y delirantes de pasión, se entregan a un festival de besos y caricias, al tiempo que Lucy, ataviada con un coqueto y sugerente conjunto de lencería, confeccionado en cuero de colores negro y vino tinto; inicia una danza erótica en la que su figura con movimientos ondulantes, se aproxima lentamente hacia Luciano, quien la aguarda eufórico con la humedad de todos sus músculos erectos, serpenteando cual si fuera un centauro cimarrón, gustoso de ser domado por su salvaje rienda.
Lucy se pasea sugerente por cada una de las mesas, degustando provocativamente los manjares y bocados afrodisiacos, mordiendo lujuriosa sus labios, con la mirada desquiciada y tentando contagiosa a su hombre, quien en un impulso de locura la toma frenéticamente, arrastrándola hasta su guarida, no sin antes tomar posesión de las piedras volcánicas, que arden en sus manos, para colocarlas sobre el pubis convulso de su hembra.
Lucy extasiada gime, de dolor y placer a la vez, mientras rasguña la espalda de Luciano, aprisionándolo con la turgencia de sus senos, profiriéndole delicados mordiscos en su cuello.
Mientras los recién desposados disfrutan en medio de la alucinante atmósfera nupcial; en el interior de la mansión ocurre una tragedia. Cesar Augusto, el medio hermano de Luciano por la vía paterna es asesinado en extrañas circunstancias, aparece muerto al pie de las escaleras que conduce a la segunda planta de la mansión.
El joven acostumbraba involucrarse en negocios turbios, de dudosa procedencia, utilizando la cortina del negocio paterno para salir airoso de sus delitos. Las causas no son esclarecidas del todo, rodeando el suceso de intriga y misterio, en medio de intereses materiales, traición y resquemores familiares.
Los padres de Luciano, César Ginoble y Nidia Di Marzo, inmigrantes de origen italiano, llegaron muy pequeños con sus padres a los Estados Unidos, al igual que muchas familias en busca de mejoras económicas, tras padecer el excesivo gasto público de la posguerra, generado en Europa durante los años 60.
El nuevo continente les mostraba atractivas oportunidades para iniciar empresas, de emergente prosperidad económica, en el seno de una metrópolis con amplias opciones en el de mercadeo de bienes raíces.
Cosa que éstos migrantes europeos, supieron aprovechar muy bien, forjando un imperio económico, que se ha robustecido tras el paso de sus generaciones.
La pareja, despierta repentinamente, tras escuchar la detonación:
_ ¿Escuchaste César?, ¡escuchaste, que fue eso!-. Pregunta la madre sobresaltada.
Don César responde aturdido, con el sueño aún en sus ojos:
_ ¡Parece un disparo Nidia!, pero se oyó muy cerca, ¡como si lo hubiesen detonado dentro de la casa!
El señor, se levanta presuroso de la cama, se coloca la bata sobre el pijama y busca una pistola modelo Bersa calibre 22, de bolsillo la cual conserva para su uso personal, la oculta bajo la solapa de la bata y se dispone a bajar, mientras le dice a doña Nidia
_ Quédate aquí arriba y llama a la policía. A lo que Nidia le responde exaltada:
_Yo voy contigo, no pretenderás que te deje solo.
_ ¡Como siempre, nunca me haces caso! - Añade malhumorado Don César.
Al bajar, se encuentran con una escena aterradora, de sangre y muerte, y un manojo de preguntas sin respuesta.