El silencio
como el pensamiento
se han vuelto un hogar portátil
y mi comportamiento este martes
es la prueba de su frivolidad.
Mi adicción,
por otra parte,
ya no es del todo mía:
vive en otra casa
y duerme en otra cama
de la cual no soy dueño.
He aprendido ha reírme
de la felonía de mi suerte
comprando aguacates y maíz
donde los buhoneros,
las guayabas y las lechozas
donde los gochos
y haciendo una interminable cola
de doce horas para identificarme
como venezolano: como si de orgullo se tratase.
Autor: Luis Bello