La envidia se nos genera a causa de nuestra propia inseguridad en lo que hacemos o somos. Nos lleva a buscar la aprobación de todos, a querer hacer más cosas de las que podemos, y eso puede llegar a ser terriblemente agotador. Las personas que sufren este mal, quizás actúan así de forma inocente, sin querer o sin darse cuenta… pero debe ser algo muy terrible de vivir, pues te hace sufrir, caer en la hipocresía, decir cosas desagradables… y finalmente nos vuelve en personas destructivas.
Si conoces a alguna persona envidiosa, con toda seguridad llegará a hacértelo pasar mal. Si eres tú la persona envidiosa, lo pasarás mal y harás daño o cansarás a otros, sólo por tus inseguridades.
La envidia es el miedo a no ser aceptado por nuestro entorno, es “inseguridad total en nosotros mismos”. Es fruto de dar demasiada importancia a lo que tienen y hacen los demás, e intentar superarles para recibir la aprobación y admiración. O igualmente, puede llevarte a criticar y echar abajo lo que los demás tienen, para que lo que tú tienes, al ser comparado, crezca en valor. La envidia de ningún modo es buena, y hay que tratar de controlar tal resentimiento porque sólo traerá soledad a nuestras vidas. Al envidioso no le es posible gozar de lo que ve como valioso en el otro sino que vive la frustración por lo que carece.
La envidia impulsa a querer parecerse al otro pero el esfuerzo por asemejarse equivale a la insatisfacción de ser lo que se es.
La felicidad del prójimo me hace sufrir. ¿Puede concebirse algo más horrible?. La envidia no solamente alcanza al bien del otro sino que se vuelve contra el envidioso.
La envidia es “el dolor del bien ajeno”...!!
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