De acuerdo con estos preceptos, una oración o frase dicha por un hablante contiene dos aspectos: uno mental, interno, que lleva consigo un significado y otro externo, que corresponde a su aspecto físico, como una serie de sonidos o de su correlato en forma escrita y visual, descritas por Chomsky 300 años después como estructura profunda y estructura superficial. Estos dos estados del lenguaje permiten exponer los procesos mentales que generan los hablantes-oyentes para producir oraciones como expresiones del pensamiento.
Cuando el hablante intenta producir una oración, un enunciado o una proposición, estas han de tener un estadio previo superior y mental que se genera como una actividad volitiva del pensamiento del hablante-oyente. Esta actividad que produce el hablante tiene, además, que estar sustentada en el conocimiento de un sistema de reglas que, en el caso del lenguaje, son estructuras sintácticas que han de estar organizadas jerárquicamente y que al mismo tiempo se van modificando en un proceso relacional que hace posible estructurar los enunciados.
Antes de la década de los años 50 se pensaba que las estructuras lingüísticas se modelaban y se organizaban de acuerdo con un proceso lineal y finito, el cual, desde un estado inicial podían ir agregándose opciones en cadena, necesariamente de izquierda a derecha, determinadas de acuerdo con los elementos seleccionados previamente.
Desde este punto de vista, una secuencia oracional se concebía como una serie de elementos en secuencia, donde cada componente representa una selección posible en un conjunto de carácter finito de elementos idóneos que puedan colocarse en ese punto (Domínguez, 1998, p. 82-83).
Es a partir de Noam Chomsky en 1966 al hacer la revisión de los principios y bases teóricas de la lingüística racionalista de los siglos XVII y XVIII y, sobre todo, de la teoría del conocimiento propuesta por el físico y filósofo René Descartes, cuando se enrumba definitivamente el estudio de la lingüística en el siglo XX.
En este aspecto, Chomsky discurre sobre las referencias cartesianas del lenguaje y la existencia de un pensamiento extralingüístico, haciendo ver que en Descartes se señala al lenguaje “como una de las causas de nuestros errores” en la percepción de la realidad (Domínguez, op. cit. p.69).
Chomsky, como Descartes, plantea la existencia del lenguaje como una capacidad exclusiva e innata del ser humano y propuso una gramática generativa, que implica crear, expresar y comprender ideas que nunca antes se han producido y que el hablante-oyente comprende en la medida que se transmiten.
Estas ideas colocaron en el centro de la investigación lingüística a la sintaxis, logrando con ello una nueva dirección y perspectiva de los métodos de estudio e investigación del lenguaje, desviándose juiciosamente de las gramáticas de los estados finitos y de los estudios de la mente que prevalecían en los años 50.
En este sentido, se puede afirmar que Chomsky es el creador de la "revolución cognitiva" que supera a los predecesores del estructuralismo europeo y americano, quienes dirigían sus esfuerzos al estudio taxonómico, de clasificación y comparación de las diversas lenguas tanto del pasado como del presente.
En esa etapa las lenguas se describían en base a reglas formales en los niveles fónicos, lexicales y oracionales. No obstante, se plantearon definir la adquisición del lenguaje como aprendizaje genérico junto a otra serie de hábitos y no por la capacidad innata específica, que Chomsky propone como sistema mental, el cual puede explicar el hecho de que los hablantes de una lengua logran, en teoría, entender y producir un número infinito de oraciones gramaticales originales (Escutia, M., 2021).
En líneas generales, la teoría chomskiana expone que las estructuras sintácticas de producción de frases se ubican en un estadio previo en la mente del hablante en una agrupación simple de sujeto-predicado. Tales estructuras han de organizarse jerárquicamente y que luego sufrirían algunos cambios internos en ese proceso para “poner en escena” los enunciados que finalmente produce el hablante.
En este orden de ideas, esa jerarquización de estructuras lingüísticas simples se presenta como una actividad generadora de procesos mentales del hablante que se traducen en producción y también transformación de expresiones tangibles en la estructura superficial, por lo que el hablante dispone de un dispositivo que Chomsky denomina reglas transformacionales que operan sobre las expresiones sintácticas generadas en principio y transformardas en nuevas estructuras superficiales específicas y no incontables (Domínguez, op. cit. p. 82-85).
Posterior a esta teoría, denominada estándar como primera versión de 1957, para 1967 Chomsky la reformula y en su perfeccionamiento se conoce como teoría estándar extendida, que en sus principios fundamentales permanece inalterada y desarrolla conceptos explícitos que antes solo estaban esbozados en la teoría anterior y la inclusión de las condiciones de la aplicación de las reglas transformacionales y otros procesos que afectarían a la estructura profunda (Domínguez, op. cit. p. p. 82-89).
En definitiva, Chomsky ha presentado lo que intuitivamente ha estado presente en todas las lenguas naturales y es la capacidad innata, a nivel mental, de la producción del lenguaje como facultad exclusiva del ser humano. Además, como lo señala el propio Chomsky, esa actividad sucede inconscientemente en el cerebro material y ya está formada en la mente del hablante para producir una frase que ha de transformase en la consciente maravilla que es el lenguaje.
Referencias
Dominguez M. Carmen L. (1998). Sintaxis: el siglo XX. Mérida (Venezuela): Universidad de los Andes.
Escutia, Marciano (2021). Chomsky, la naturaleza humana, el lenguaje y las limitaciones de la ciencia y una propuesta complementaria inspirada en C. S. Lewis. Facultad de Filología, Universidad Complutense de Madrid. [Documento en línea] Disponible: https://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/chomsky-la-naturaleza-humana-el-lenguaje-y-las-limitaciones-de-la-ciencia Consulta: 24-07-2021.
Fuentes de las imágenes
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