Pasillos de color marfil infinito, repletos de cuerpos cansados que se posan en su regazo, esperando noticias no tan amargas, palabras para seguir adelante al menos por otras milésimas de segundo; desconocidos uniformados de luz de luna vienen y van, siempre con prisa y no miran atrás para ver la decadencia que habita en los rincones de ese lugar donde se marchitan corazones y otros solamente se quedan esperando respuestas que no quieren escuchar. Ignorar es la mejor medicina.
Como hablar de milagros si estas rozando tu mejilla con la muerte y tu corazón ya esta llegando a la vía láctea, te ves tan cansado y de igual modo con ganas de salir a caminar sobre las estrellas, mientras me dices que todavía hay oportunidad de vernos de nuevo ya que guardas el tiempo en tu bolsillo para sacarlo cuando sea el momento indicado; vas encendiendo esperanzas que había apagado hace tanto con tan solo respirar profundamente e inhalar todos mis temores.
Hay algo dentro de ti que sigue intacto, ya no temes, me gustaría aprender un poco de eso; es duro de explicar como en el interior sigues siendo el mismo por mas veneno que tomes para vivir, tan solo agrietas un poco tu corazón. Cada vez que te veo pienso que será una despedida constante, es complicado cuando el adiós se tropieza contigo y solo quieres que todo sea un mal chiste.
Estoy en esta sala de espera color marfil, aguardando que me digan que te regalaran un poco más de tiempo, ya que con el que tienes en el bolsillo no es suficiente; tiempo para coleccionar memorias en una caja de Pandora. Hago lo mejor que puedo y trato de no mostrar el dolor que embarga en mi cada vez que pasas por esa puerta que solo deja entrar a personal autorizado.
Seguiré aguardando contigo y con otros en esta inmensa sala de espera, donde unos van sin retorno y algunos la visitan por primera vez para qudarse de manera fugaz; cada quien con horarios y restricciones diferentes, varios como tu bebiendo del veneno que allí se destila para permanecer un poco más dentro de sus puertas. Mientras se habita con la incertidumbre constante de quien ocupara nuestro asiento en la inmensidad de sus pasillos y cuando nuestro boleto de estadìa simplemente expirarà.