4 meses sin escribir.
-“Lo peor es cuando has terminado un capítulo y la máquina de escribir no aplaude.” Orson Welles
Uno de los temas que sirve de espina vertebral para la obra que estoy construyendo es precisamente la influencia de la tecnología en la vida diaria, sin mi computadora, o mejor dicho, sin mi máquina de escribir, mi navaja suiza moderna, me sentí achicado ante el mundo. Uno depende en extremo de estas pequeñas cosas materiales sí, pero más aún cuesta desprenderse o de frenar lo que uno mismo crea. Al pensar que mis archivos estaban borrados, creí firmemente sentir el dolor de un padre que ve a un hijo caer hasta la muerte.
Desde el primer poema que hice, a los catorce años y a una mujer a quien nunca se lo entregue, hasta las complejas ideas que intento llevar a cabo en la actualidad. Perder una computadora es insignificante, estar privado del vicio del internet durante cuarto de año no fue complejo, había libros y hasta a veces personas que llenaban esa sensación atrofiante de aburrimiento que nos asalta.
¿Por qué necesita uno escribir?
¿Sera acaso que el arte es un pulso dentro de nosotros que debe brotar para no reventarnos, o que el ego de hacer algo y valorarlo sobre el trabajo de los demás es la respuesta? Porque al revivir ayer mi computadora de forma si no milagrosa, si en condiciones extrañas, la misma computadora que el técnico me reputo como acabada, porque al revivir solo pensé en escribir.
Hay cierta soledad en escribir, en dibujar, y en pensar; madre de todo el arte, de las cosas poderosas y las vanas. No encuentro ese placer en la tecnología diaria, aunque me recree en el, al hacer algo que proviene de ti, que emana de manera literal de tu cabeza, uno siente una gran recompensa. Para bien o para mal, aquello es real, cada palabra tras otra es una marca distintiva, una forma de ver el mundo estadísticamente único. A veces creo en eso que dice Eustenio V. “a veces creo que vivo las cosas, y es más real todo cuando lo escribo. Porque el pensamiento es volátil ante el viento, así como la hoja lo es ante el fuego”
De todos modos, estos cuatro meses llene varios cuadernos de pequeñas notas. Raye todos los papeles de la casa, y me comí varios lapiceros, sabía que en algún momento me recobraría del golpe y seguiría escribiendo. Es difícil, uno no gana nada por lo que hace, así que de cierto modo, es más un gasto que un beneficio, un gasto de tiempo, de noches muertas y días frustrados, de cuarenta y cinco minutos de no saber dónde poner esa coma, de resistirse a desistir y desistir a la idea de dejar que los demás llenen tu cabeza; No, tú tienes que escribir porque reafirmas el pensamiento. Creo que es Saramago quien dice, sobre este oficio, ”Es una enfermedad”
Pero salvo mis peores días no me importa no ser leído, o ser leído por muy pocos si son entendidos. En este mundo voraz hay que saber comprender este hecho, yo no intento hablarle solo a los posibles lectores si no establecer comunicación con el papel mismo, porque al final todo esto no es más que una enorme meditación, una charla con uno mismo. Sea lo que sea, si escribo esto no es más que para calentar, mis dedos estaban fríos, pero a lo largo del artículo, y mientras lo escribo me voy poniendo a tono, enciendo los motores. Y siento el gusto, es similar a beber agua con sed, a fumar un cigarro prohibido tras varias semanas, es igual que estar vivo: pero más real, más placentero, más conciso.
Siento que volví de la muerte.
-Luis Rafael Moya Marcano Φ.
Gran Recomienzo !