LA POCA RISA DE MI BAILE…
Estoy en el punto, en el preludio de un manifiesto equivocado; aun sabiendo que me buscas, huyo a la sonoridad que me declara. Para hoy necesito inventarme otro pueblo y sentarme a la orilla del río de la más infringida transparencia, regresarme el dictado que hice de mi cuando apenas corría la cortina. Entre eso que seré todavía falta un trecho, se archiva con celosa intimidad, haciendo inválido el futuro. Insalvable estoy, pues, a mí.
Si cada llanto tiene su ritmo, el de hoy es lento, pesado, irrespirable, no supe siquiera del disimulo oportuno, por eso la trastienda que hice esta mañana, con rebotica paciencia escucho a todos hablar de lo que ya se me ha olvidado...
Mis ojos también saben callar los gritos, el desdén algunas veces se nota, cáustico aprendizaje el que me toca caminar en estos días; y vaya que duele la poca risa de mi baile.
Tampoco los manifiestos son tan acertados, suelen cambiar, suelen incluso desbocarse.
Huir parece ser la mejor oferta de siempre, se hace apacible cuando el recuerdo es ostentoso, la remembranza conspira y se queda. Por eso soy una huida constante, como la llovizna que da paso a una impenetrable tormenta, mi mejor escondite, subrepticio que hace de mí, lo que nunca me prohíbo.
Sigo en el punto, en el preludio de algo que suena y no sé si quiera danzarlo.