Estábamos en pleno verano. Eran las 3 de la tarde y ambos estábamos bañados en sudor. El sol nos obligó a tomar un baño frío. Lo hicimos juntos para no pelearnos por quién iría primero, más que por el deseo de coger. Sentíamos una fuerte tensión en el cerebro que nos hacía estar dopados.
Sin embargo, luego de refrescarnos, su miembro erecto no podía esperar más. Tampoco yo. Abrí las piernas y mis deseos ardieron. El agua corría por mi piel hirviendo mientras ambos esperábamos ansiosos nuestros gemidos. Pero su boca llegó primero, se deslizó por mis labios vaginales haciendo enloquecer cada pliegue de mi sexo.
Mis fluidos y el agua sobre tu lengua tibia, mis gritos y excitación eran cada vez más intensos. Hasta que por fin se incorporó y me lo metió explotando en un fuerte orgasmo formado por dos cuerpos mojados y brillantes.