La noche fue larga. Después de la fiesta que se extendió más allá de la madrugada, terminé tirada en el sofá de la enorme casa que alquilamos. Desperté con una terrible resaca y no vi a nadie. Todos se habían ido. El calor y el olor a alcohol me estaban matando.
Solo quería quitarme todo. Así me aseguré de que no hubiera nadie y me fui a la piscina. Me desnudé y me lancé a nadar un poco en la piscina para refrescarme. Luego me tiré un rato al sol. No me había percatado de que arriba, en una de las habitaciones, estaba durmiendo Marco, uno de mis amigos que estuvo en la fiesta. Cuando despertó, bajó a hacer café y me vio por la ventana de la cocina. De inmediato se le puso el pene duro. Sabía que iba a ser suya. Siguió haciendo su café como si nada.
Me llegó el olor a café y miré por encima de las gafas de sol. Vi a Marco de pie en la cocina. No me importó estar desnuda. Ni siquiera por tener mi vagina apuntada hacia él. Así que me relajé. Me lanzó un “buenos días”, y yo le respondí.
-¿Quieres un café? –me preguntó.
-No gracias. Tengo todo lo que necesito aquí –le dije-. Pero pudieras ayudarme untándome algo de aceite. Estoy muy pálida.
Él se acercó gustoso. Como traía puestos solo sus boxers, desde lejos podía ver su verga erecta. Había empezado el juego. Se sentó junto a mí y me veía las tetas con descaro. Le di el frasco de aceite y me pidió que me volteara. Al hacerlo, escuché cómo suspiró al ver mis tremendas nalgas.
-¿Quieres mucho o poco? –preguntó nervioso.
-Úntame como a un maldito pancake –respondí -. Quiero estar rebosada de aceite.
Empezó a ponerme el aceite por la espalda, las nalgas y las piernas, para después volver a las nalgas donde puso una porción extra. Yo me giré con mi sonrisa de puta y le dije que me pusiera más en esa área. Él obedeció y sentí como el aceite se chorreaba por mi ano y bajaba a mi vagina, que ya ardía de ganas. Lo esparció con las manos, me manoseó todo el cuerpo. Cuando llegó a las nalgas sentí su deseo al ver cómo me las apretaba y las abría. Yo contraía el ano para responderle. Sin pensarlo, me metió un dedo poco a poco. Yo gemí. Fue rudo, pero me gustó. El olor a bronceador hizo que se agachara y me lamiera la vagina con desesperación. Fue un sexo oral rápido y salvaje. Yo sentía cómo me mojaba, y le pedí que me metiera otro dedo. En vez de eso se sacó el pene y lo empujó dentro de mi culo, que hizo un ruido viscoso por el exceso de aceite que tenía. No me contuve y grité.
No estaba segura de que quisiera un anal esa mañana, hasta ese momento. Me puse a 4 patas y me abrí bien las nalgas con una mano. Él lo metió hasta el fondo. Lo tenía largo y llegaba muy dentro de mí. Con una mano me agarro las tetas que brincaban de alegría, y con la otra me estimulaba el clítoris. No estaba segura de cuanto aguantaría, pero quería que me montara como una perra antes de hacerme llegar. Hice que me agarrara del pelo y me puse en 4 como una potra. El me haló y yo empecé a mover las caderas a lo bestia. Él gimió y supe que se vendría.
-¡No lo saques! ¡Llégame adentro! –le grité desesperada.
Entonces él explotó y una oleada de semen caliente me llenó por dentro el culo. Esa sensación me hizo acabar entre gritos y espasmos. Sin darme cuenta ambos estábamos sudando. Sacó su pene de mí, y se recostó.
-Creo que ahora sí quiero ese café –le dije sonriendo, aún en cuatro-. Ve a traerme uno.
Él sonrió y fue a buscar una nueva taza, sabiendo que habría un segundo round.💋