Amables moradores de steemit, como lingüista y como profesor de lengua, me preocupa el giro que ha tomado la enseñanza de la lengua española en la escuela venezolana, los resultados finales de esa práctica y, por ende, los métodos didácticos usados para tal fin. Comienzo un ciclo de publicaciones que espero sean útiles a todos para un nuevo enfoque de la enseñanza de la lengua.
En estos días cayó en mis manos un ejemplar físicamente maltrecho de La educación en Venezuela del eminente filólogo Ángel Rosenblat, quien ya para la década de los 60 hablaba y escribía sobre uno de los temas de mayor preocupación en los actuales círculos de lingüistas, intelectuales y maestros: el crítico uso de la lengua castellana por los hablantes cotidianos, sobre todo los jóvenes. Al parecer la situación que abordaba para la época el autor de Buenas y malas palabras no ha cambiado mucho a la fecha o, peor, se ha acentuado, llegando la crisis lingüística a límites insospechados durante los últimos lustros.
También el poeta Rafael Cadenas para los años 80, en su ensayo la “Gramática contra la lengua”, refería que en Venezuela nunca se había enseñado Castellano. Una posición temeraria, si no se ven los elementos contextuales en las que se enmarca, pero una realidad inexcusable para quienes nos ocupamos de estudiar los procesos de adquisición y desarrollo del lenguaje en ámbitos escolares. El autor de En torno al lenguaje critica duramente, casi hasta la exasperación, los métodos didácticos para el estudio de la lengua y la literatura usados en la escuela venezolana; muchos de esos métodos están basados en el manido enfoque gramaticista que se enseñoreó en la escuela nacional desde tiempos inmemoriales. En otro momento, al igual que Rosenblat, Cadenas enfila sus baterías hacia otros responsables directos de la formación de patrones lingüísticos; la radio, el cine, el periódico y la televisión son blancos de sus más punzantes juicios.
Resulta lógico pensar que es la escuela el ente que nos permite el desarrollo de competencias de comprensión y expresión lingüísticas y, además, nos predispone para desenvolvernos con pertinencia en distintos escenarios y situaciones linguo-comunicativas. Una posición como la de Cadenas desemboca forzosamente en que ‘si no se enseña castellano, pues no se aprende castellano’. Entonces ¿qué hace la escuela en ese sentido?
Debo comentar que la escuela sólo representa el medio expedito para la formalización de los conocimientos lingüísticos de cada escolar, quienes al entrar al sistema educativo ya poseen una competencia lingüística, suficiente como para cubrir sus necesidades socio-comunicativas; competencia que se va acentuando en la misma medida en que se extienden sus nexos sociales del escolar y se perfila su rol dentro de la comunidad donde se desenvuelve. Pero, desde hace ya un buen tiempo, la escuela se ha convertido en centro de estudios gramaticales elementales, el peor obstáculo para quienes están en plenos procesos de adquisición y desarrollo de competencias lingüísticas y comunicativas por su carácter descriptivo-normativo, cosa que coarta la disposición natural del hablante para decir o escribir con cierta espontaneidad y pertinencia social.
Por otro lado, el desarrollo vertiginoso de las tecnologías de la información y comunicación, que por su naturaleza y propósitos demandan el manejo de un lenguaje sencillo, salpimentado con rasgos de oralidad, ha dado origen a nuevas formas y estructuras lingüísticas enmarcadas en lo que se conoce como la cyberlengua, término relativamente recién acuñado. La cyberlengua son códigos escritos de uso cotidiano, sobre todo en las comunidades de jóvenes; simples, sin aparentes reglas de uso, soportados en plataformas tecnológicas digitales, enmarcados en las redes sociales, el chat y el mensaje de texto, pero que desde allí han migrado a otros formatos de expresión escrita que exigen cierto grado de formalidad. Este fenómeno la escuela no lo percibe como importante ni necesario para considerarlo en sus planes y programas de lengua, sino que lo rechaza de plano; ignora de esa manera un recurso harto valioso, producto del libre accionar lingüístico de la sociedad en su propia esencia.
La pregunta final ¿por qué no se enseña castellano en la escuela venezolana? La respuesta es obvia: la escuela no habla como lo hacen los hablantes cotidianos. El hablante es creativo, espontáneo, trasgresor por antonomasia de las normas morfo-sintácticas, más aun en comunidades de tanta riqueza étnica y linguo-cultural como la nuestra; riqueza que demanda el uso de códigos, formas y estructuras particulares para cada momento comunicativo. La volubilidad de la lengua justifica esos giros; el hablante sólo aprovecha la situación. No quiere decir que descuidemos el buen uso de la lengua, eterna preocupación de Rosenblat y Cadenas.
Pertinente y atinada reflexión, mi estimado @jmcarpintero. El sistema educativo venezolano, desde hace muchísimo tiempo, está de espaldas a la realidad actual, lo que no significa que deba estar "innovando" (improvisando, introduciendo "cambios" arbitrarios e impuestos) a trompicones, como ha pretendido hacer el gobierno que tenemos desde hace 19 años. Hay una difícil relación entre la lengua como norma y la lengua en uso que la escuela no ha tratado con la rigurosidad y amplitud que se merece. Estaré atento a tus próximas publicaciones. Saludos.
Muy buena reflexión sobre el lenguaje en la escuela y, por extensión, en cualquier comunidad. Por solo mencionar un aspecto: los hablantes más competentes suelen manejar con soltura muchos registros. Gracias, @jmcarpintero.
Hola mi profe favorito, que alegría tenerlo por acá. Esta demás decirle que lo sigo, un abrazo enorme.