La carta que jamas quisiste recibir por miedo.

Te extraño.

Y comienzo así porque simplemente no tengo otra forma de llamar tu atención que no sea perdiendo mi dignidad, como siempre ha sido, o mejor dicho, como solía ser.
Verte luego de tanto no solo me ha demostrado tu cambio nefasto, sino también a notar lo que mis ojos ciegos por amor nunca notaron antes; no estoy para ti.

No estoy para morir por llamadas cortas.

No estoy para menospreciarme solo para satisfacer tu ego.

No estoy para llorar por no verte llegar a casa.

No estoy para actuar que tus mentiras causaron el efecto que deseabas.

No estoy, ni para odiarte, ni para amarte.

Simplemente no estoy para ti, en ningún sentimiento existente.

Renaceré como el ave fénix luego de terminar esta corta carta, que no has querido aceptar por miedo a confirmar lo que ya sabes.
Incluso es curioso el hecho de que te agradezco que no lo hicieras.
Ahora tendré un recordatorio de no regresar a mas callejones sin salida.
Ahora tengo la prueba clara de que no puedo salvar a alguien que no quiere ser salvado.