A medio noche la nueva enfermera escucha sonar el teléfono de emergencia. Coge el intercomunicador con un poco de nerviosismo, pues, es su primer día en aquel hospital casi desolado. En el pabellón de cuidados intensivos, donde ella estaba, solo había dos pacientes en recuperación. Uno había ingresado por heridas múltiples con arma de fuego, tras una disputa en la calle. Identificado por los policías, a la hora del ingreso en el sanatorio, como Fernando, mientras que el otro se encontraba al final del corredor, de nombre Hector por lo que decía en la ficha de registro. De este paciente poco se sabía ya que nada decía en los archivos, solo, que llevaba una semana luchando entre la vida y la muerte.
_ Martha… - la enfermera escucha atentamente la voz que le habla del otro lado de la línea, aunque no puede distinguir el tono de alguna de las enfermeras que le dio la bienvenida, al ingresar en la tarde - Martha, se me había olvidado decirte antes de entregarte la guardia, que los familiares del paciente Hectro llamaron en la tarde. Ellos quieren que el paciente sea desconectado, para que pueda descansar en paz. Es nuestro deber hacer la voluntad de los familiares....
Antes que Martha pudiera siquiera tragarse la noticia, la voz desaparece dejando el sonido del teléfono colgado" poo poo poo poo" El mundo se le hace más pequeño en segundos, su corazón empieza a bombear sangre más rápido de lo normal y, aunque lleva suéter, por el frío del aire acondicionado, empieza a sudar, como si se tratara de un crimen, como si alguien la estuviera observando meticulosamente. Mira a los lados, observa el reloj de la pared, y se queda mirando las masillas, le da la impresión de que están detenidas, congeladas en el tiempo, y efectivamente así es, el reloj está detenido. Piensa para sí misma, que no puede hacer nada sin tener la hora exacta de los acontecimientos, pues nadie la está asesorando, así que tiene que tomar nota de todo lo que haga. Apresurada, casi corriendo, sale del pabellón atravesando todo el primer piso hacia los vestidores de la entrada. Baja las escaleras, y entra en la pequeña puerta que está al lado de los asesores. Una habitación angosta donde las enfermeras de turno se cambian de ropa y guardas sus objetos personales. Saca del gabinete un block de nota y un bolígrafo para anotar todos sus movimientos, se coloca su reloj pulsera, mira la hora precisa, en que está, en ese lugar, y calcula más o menos a qué hora recibió la llamada y el tiempo que le tomara subir de nuevo al área de cuidados intensivos.
12:20 am
He recibido una llamada de la central, diciendo, que desconecte al paciente Hector Martines de 43 años, el cual lleva, según lo leído en el informe, una semana en estado vegetal a causa de un a.c.b. La llamada decía, que a horas de la tarde, los familiares habían telefoneado pidiendo que el paciente fuera desconectado. Procedo pues a dirigirme al fondo del pasillo hacia la camilla Nro 10 donde yace el paciente para desconectarlo de los aparatos que lo mantienen con vida. La hora exacta 12:15 am he tenido que cruzar los pasillos del hospital hacia los locker donde están los vestidores, para buscar mi reloj de pulsera ya que el reloj del pabellón de cuidados intensivo se detuvo a las 11:35 pm tal vez sea porque la batería se agotó.
Al dirigirse hacia el moribundo, las manos le temblaban, caminaba lo más lentamente posible, esperando quizás otra llamada esperanzadora que le detenga. De camino a la camilla, cuenta los pasos que hay del recibo hacia el palanquín, fueron 32 pasos en total, casi tuvo el impulso de anotarlos en el block de notas, pero se dio cuenta que sería una tontería hacer eso. Frente a Hector los monitores de pulso indicaban, que aún estaba en este plano luchando por vivir. Al realizar la encomienda Martha se distrajo un poco y miro por la venta que estaba justo al lado de la camilla. No se podía ver nada, solamente el faro de la calle que alumbraba con intensidad y, algunos ventiladores del sistema del aire acondicionado esparcidos por el techo de la planta baja. Observa cuidadosamente de nuevo los signos vitales. Todo su cuerpo le tiembla, incluso, algunas letras le salen movidas al copiar lo que ve en la pantalla. Al proceder a desconectar los aparatos, un destello en la ventana llama su atención. Martha le da vuelta a la camilla y queda frente, al ventanal. La luz del faro de la calle empieza a parpadear. En la acera pareciera estar una sombra debajo de la luz del faro, como si fuera alguien que la vigila. Pone su mano en el vidrio acercando sus ojos lo más que puede para detallar a la persona, pero el faro deja de alumbrar por un instante y toda la calle queda a oscuras, hasta que regresa la luz y no se ve nada más que la calle vacía.
Al voltear, Hector estaba con los ojos abiertos, tan claros como luna llena, sin ninguna expresión facial. Martha retrocede de la impresión, tropezando con los sueros que están conectados al brazo izquierdo de Hector. Nueva mente ve los signos vitales en la pantalla, siguen iguales. Se acerca al rostro del agónico, en lo que, el parpado derecho empieza a tambalear formándose un bulto que se va moviendo lentamente, hasta que, de las pestañas sale una mosca volando hacia la venta. Marhta queda congelada viendo como la mosca se escapa por las ranuras del ventanal. Casi en shock le entra un ataque de nervios y sale corriendo hasta el recibo. Como si estuvieran esperando su llegada, el teléfono suena. Martha lo coge sin aliento, con la mandíbula temblando sin poder hablar.
_ Des-co-nec-ta-me. - escucha una voz, débil y, entrecortada.
_ ¿Quién es? - Martha se arma de valor para preguntar casi llorando
_ ¡Des-co-nec-ta-me! - vuelve a escuchar, esta vez con más intensidad que antes.
Al fondo, entre la luz tenue que alumbra la décima camilla, Hector levanta su torso, Martha lo ve sobresaltada, lanza el teléfono y sale corriendo del pabellón hacia las escaleras. Al llegar a la planta baja encuentra un pasillo largo, que nunca había estado hay, como si estuviera en otro edificio o lo hubieran agregado en un abrir y cerrar de ojo. Nada es igual. Revisa su reloj de pulsera y nota que está parado a las 11:35 am no entiende lo que está pasando. De nuevo hecha a correr por el hospital, moviéndose en los pasillos interminables llenos de encrucijadas, donde se repiten casi los mismos objetos que ve a su alrededor; ventanas enormes, papeleras de basuras, paredes con cerámicas de cuadrito, asesores fuera de servicio, sillas metálicas. Hasta que se detiene y, se inclina en medio del silencio escuchando su corazón latir como un tambor. Respira hondo, se incorpora caminando lentamente, hasta que encuentra un pasillo distinto a los demás.
Trata de calmarse, haciendo memoria de como llego allí. Sus pensamientos dan vueltas en espiral, como un remolino de imágenes que aparecen y desparecen, hace un esfuerzo por identificarlas, hasta que un cuerpo de mujer, vestida de enfermera aparece en su memoria "¡claro!" exclama recordando, que, a eso, de las 6 de la tarde, una enfermera de las que la recibió le dio un corto recorrido por el hospital. Profundizando cada detalle de su memoria, cierro los ojos para visualizar mejor. Intenta recordar el rostro de la enfermera, pero solo ve un cuerpo decapitado que la guía por los rincones del hospital, hasta que el cuerpo cercenado se detienes, extiende su brazo derecho, señalando con un dedo un pasillo oscuro donde solo se podía ver un brillo lejano. Martha abre los ojos y el pasillo aparece frente a ella, escucha unos pasos a la distancia, algo se movía dentro de la oscuridad de aquel corredor, inclina es cuerpo hacia delante y entrejunta los ojos para poder mirar con más claridad. El torso de la enfermera va caminando de forma errante, desapareciendo como una sombra, que se va desvaneciendo en la penumbra. Un escalofrió invade su cuerpo mientras un líquido caliente recorre sus muslos. Las piernas le tiemblan, respira entrecortado, las pupilas se le dilatan, ya no sabe lo que es real.
Luego de un rato paralizada, con los nervios calmados, recorre el pasillo oscuro. Al avanzar, siente un vacío de tras de ella, voltea y solo ve un manto negro que ennegrece sus ojos, entiende que ya no puede devolverse, que solo le queda seguir adelante hasta la luz que ve al final. Pasado un tiempo le parece estar caminando en el mismo lugar, como si estuviera caminando sobre una caminadora, pera al empezar a ver puertas a lo largo del pasillo prosigue su andar más aliviada. Las puertas son largas casi tocando el techo, con pequeñas ventanas cuadradas sobre el umbral. El destello al final del pasillo pareciera estar cada vez más cerca. Martha se esperanza con llegar, cuando el silencio fúnebre que reinaba en el lugar, es interrumpido al escucharse gemidos y arañazos detrás de las puertas. Sin pensarlo, Martha echa a correr, a su alrededor las puertas empiezan a crujir, en el esfuerzo por llegar a la luz, se le enredan los pies y cae aparatosamente. Las puertas tambalean, algo detrás, las está golpeando con fuerza, queriendo salir. Martha se levanta velozmente y empieza de nuevo la marcha corriendo a dota velocidad. Ahora ve como las paredes se agrietan y siente como el piso empieza a temblar. Una puerta estalla frente a su cara empujándola a la pared contraria. De la explosión, sale volando el cuerpo de Fernando cayendo a sus pies. Entre el humo del estallido se escuchan unas detonaciones de arma de fuego y una voz fuerte grita con rabio y odio “¡asesino, violaste y mutilaste a mi hija!” el cuerpo de Fernando es impactado bañando en sangre a Martha, que, a gritos desesperados, se quita el cadáver de encima. Continuando su carrera. Todo a su alrededor empieza a derrumbarse, la luz al final del pasillo está a pocos metros. Las paredes se hacen añicos por completo develando un espacio vacío que pareciera no tener fin. Delante de Martha solo queda una puerta abierta de donde proviene la luz.
En el instante que logra cruzar el umbral de la puerta, Martha queda encandilada por un instante, al recuperar la visión se ve de nuevo dentro del pabellón de cuidados intensivos. Todo parece normal, el sonido del aire acondicionado soplando, los pacientes durmiendo tranquilamente en sus camillas, el débil sonido del reloj haciendo eco en la habitación. Como si todo lo anteriormente experimentado se tratase de un sueño. Lo único diferente que nota Martha, es su peso, se siente mas liviana, tan liviana como una pluma, que mira sus pies y, se ve flotando mientras su cuerpo yace en el piso, cubierto de sangre con la cabeza separada del torso. Mientras su espíritu se va alejando siendo adsorbido por la oscuridad de los pasillos lúgubres su cuerpo es devorado por miles de moscas que lo rodean como un enjambre de abejas.
Derecho de Autor: Juan Morillo
Venezuela 19/3/2018
Fotos: juan morillo
Increible relato, bastante envolvente
Gracias un abrazo¡¡