Hoy visité un parque y me senté a ver a un par de niños jugar, por puro gusto.
Mientras me deleitaba con sus risas, recordé cuando era niña y creía que las personas morían de verdad en las películas, o que si apagaba la tele, al encenderla seguiría donde lo dejé…
Recordé que cuando usaba un ascensor, imaginaba que era el edificio quien se movía, no la cabina; y que si me comía una semilla de fruta me nacería un árbol en el estómago. Para entonces, cuando era pequeña, y mis sueños no conocían la pista de aterrizaje.
Entonces pensé: ¿En qué punto, al crecer, conceptualizamos todo los sinsentidos, y los arrojamos al cajón de lo inmundo?
De niños no necesitábamos la lógica moderna, si queríamos volar, abríamos los brazos. Si queríamos tener súper poderes, bastaba con que mamá lavara para usar la espuma como arma mortal.
Creo que de vez en cuando deberíamos jugar a ser niños, y comenzar a creer para crear. ¿Te dijeron que no puedes creer en autos voladores?, haz que vuelen, seguro que Neil Armstrong creía en flotar entre las estrellas y cuando llegó a la luna nadie lo tildó de loco.
Debemos aprender de los niños, así sea del que dejamos atrás. Si creemos, lo hacemos realidad.
Simple.
Y si caemos… No he visto alguna vez algún niño que se caiga en el parque y no vuelva a jugar.