Lo terrorífico de enamorarse es que, aun cuando se está viejo y se es experimentado, uno siempre es un principiante.
Ahora bien, estaría genial preguntarse por qué ocurre esto. ¿A qué nos enfrenta esa nueva experiencia que nos arroja a la pérdida del propio poder y nos instala en la impaciencia de la presencia del otro?
Goethe a los 70 años perdió la cabeza por Ulrike, de 17. Gracias a su negativa, inmerso en una impotencia feroz por no ser correspondido, compuso la Elegía de Marienbad.
Pero a esa edad: perdió la cabeza por amor.