LA ESPIRAL .- 1.1 Una chispa...

in #cervantes7 years ago (edited)
En un gran cuarto a media luz, un hombre insistía en crear una llama de un encendedor negro con el movimiento de una de sus manos, en su boca, un cigarrillo que esperaba por esa flama que no surgía, en su otra mano se encontraba una tiza nueva, intacta, que esperaba su turno de ser usada, frente a él, una colección de enormes pizarras de pared con miles de símbolos y anotaciones a los márgenes, a su espalda, un conjunto de computadores que parecían reflejar todo lo que contenían los monitores pero con un orden y pulcritud que le daba un toque de “información importante”, y así era, era importante, por lo menos para él, representaba diez años de trabajo e investigación, representaba más que eso, representaba la pérdida de su matrimonio, de su empleo en la universidad y en la Planta Hidroeléctrica, de varios kilogramos de peso, de su vida social y contacto con el mundo por los últimos 100 días… era importante, o más bien, podría llegar a ser importante, si se terminaba, por qué estaba incompleto… …faltaba algo, y así como el encendedor, en la mente de este hombre, brotaban las chispas pero no se formaba la flama, y esta chispa dejaba entre ver una idea, una imagen borrosa que no terminaba de esclarecerse … faltaba tan poco… hace solo unas semanas las ideas brotaron con una claridad asombrosa, luego de tantos años de avances lentos, en 90 días había logrado llegar al punto crucial de su investigación… faltaba tan poco… pero en los últimos 10 días su llama se apagó, fue como un interruptor, en un momento soltó una palito de tiza, intentó tomar otro, y al no alcanzarlo volteó a buscarlo, en ese instante lo supo, al desviar la mirada de la pizarra, sintió como la llama se apagó, volteó con violencia tratando de alcanzar esa idea que se escapaba, pero fue inútil… no volvió a escribir nada en 10 días…

Este gran cuarto fue un estudio, y fue una sala, y un pequeño cuarto de huéspedes, ahora era un solo espacio con las marcas de las paredes que retiraron, donde se reunían pizarras, papeles y monitores como mostrando la evolución de la escritura. Ya en sus tiempos como profesor había manifestado su gusto por escribir con tiza en sus clases, odiaba los marcadores y las pizarras blancas… sentía un gusto por ensuciarse las manos con tiza en sus clases y con grafito al escribir y dibujar en papel e incluso con grasa al desarmar una turbina, solo utilizaba los computadores para llevar las ideas terminadas y “pulirlas”.
Las luces eran todas artificiales, todas las ventanas se habían cubierto y no se podía percibir el pasar del día o de la noche, varias lámparas eran apuntadas a sitios de su especial interés entre las pizarras, como para resaltar una ecuación o un resultado.
En un rincón alejado se desarrollaba una imperceptible reunión de sombras, o eso parecían, sus movimientos eran sigilosos y sus palabras casi inaudibles. Eran tres sombras, una grande una mediana y una pequeña, y entre ellas se comunicaban y debatían sobre lo que ocurría en ese cuarto, o más bien sobre lo que no ocurría
—¡Es inútil!... no lo logrará nunca —dijo la pequeña sombra.
—Si estamos aún aquí, es por qué “él” no opina lo mismo —dijo la sombra mediana.
—No se trata de si lo logra o no, se trata de que no sepa que puede lograrlo o que de hecho ya lo logró —alegó la sombra mayor
—Como podría saberlo —dijo la pequeña sombra— está entumecido, no ha dormido en días, apenas si se alimenta.
—Hace un año lo descartamos, informamos que estaba muy lejos de lograrlo y en un camino totalmente opuesto…¿qué palabra utilizaste?...—pregunto la sombra mayor.
—Obnubilado!... —dijo la sombra mediana con una sonrisa que no pudo disimular.
—Y aún lo creo – se defendió la pequeña sombra— aunque… —su expresión mostraba lo mucho que le costaba dejar salir sus siguientes palabras, con una combinación de asombro y algo de resignación— …ha avanzado mucho, ya debería haberse rendido, su organismo, por que no colapsa?.
—Parece en estado “TRE” —susurró el mediano con una sonrisa de picardía.
Pero ese comentario claramente no agradó a sus acompañantes quienes le dirigieron sus miradas acusadoras-
—Calla muchacho —dijo el más grande con un tono de reprimenda —Sabes que eso es imposible.
Todos se vieron entre sí y de alguna manera con las miradas, acordaron seguir su vigilia y dar por terminada la conversación.
De repente...se oyó el sonido de unas llaves y una puerta que se abría.
—Holaa… Señor Shan —se escuchó a lo lejos.
Unas pisadas se acercaban y hacían rechinar unos escalones, se abrió la puerta del estudio y un joven entró por ella.
—Señor Shan… está usted aquí? — preguntó el joven.
—Que carajo quieres… —respondió el hombre sin recordar el nombre del joven.
—Walter, señor Shan…soy Walter —respondió el joven con una sonrisa —Traje sus cosas.
—Déjalas donde siempre… —una vez más no recordó el nombre del joven.
—Walter.. Señor Shan…. Soy Walter —repitió manteniendo la sonrisa —, ya las puse donde siempre Señor Shan, también recogí la basura, solo quería saber si necesitaba algo más.
—Solo lo de siempre muchacho, déjalas y vete…
—Y… como va todo señor Shan? … —preguntó el joven mientras caminaba por el salón.
—Dejalo y vete —repitió el hombre sin moverse de su sitio.
—Parece que ha avanzado Señor Shan, ahora tiene más cosas que la última vez.
—¡VETE¡ … —dijo el hombre e intentó recordar el nombre del joven, pero no lo logró, intentó recordar esa última vez que el joven le había traído provisiones, y tampoco lo recordó, entonces, respiró profundo y volteó a verlo, recordando que por voltear había perdido una idea, pero sabiendo que ahora no había nada que perder.
Se trataba de un joven de veintitantos, muy delgado con un uniforme rojo y azul con el nombre de la tienda de provisiones en dorado y con el nombre “Walter” bordado en color blanco, tenía el cabello despeinado los brazos tatuados con personajes de animes japoneses que el hombre no pudo identificar, en su cuello, se veía parcialmente una brújula que sobresalía por tener un acabado mucho más profesional, no la había visto antes, en realidad nunca había prestado tanta atención a este joven, de repente lo veía más nítido que antes, se frotó los ojos y se percató que el joven había prendido las luces principales del estudio…
—Que haces? —le reclamó el hombre.
—Solo le estoy dejando las facturas en la mesa Señor Shan, encendí algunas luces para que pueda revisarlas.
El hombre se percató que tenía muchas facturas en la mesa,
—Se debe algo —preguntó el hombre mientras buscaba un paquete de cigarrillos.
—No… Nada … —balbuceó el joven que se había quedado mirando fijamente las pizarras y había perdido su inicial sonrisa.
—Y por que no te has ido?
—Si.. este… ya… ya me voy… —tartamudeaba el joven que no quitaba la mirada de las pizarras—, pero.. y .. y como va todo?.
—Walter… —dijo el hombre con voz ronca— ¿Por qué carajo no te has ido?.
Mientras se llevaba un cigarrillo a la boca y se daba cuenta que ya tenía uno adherido a la piel del labio… cuanto tiempo llevaba allí se preguntó, y se sintió como si estuviera acabando de despertar de un sueño muy real, se sentía cansado y con hambre.
—Si señor.. ya me voy señor… —dijo el joven algo nervioso mirando de reojo la pizarra.
—Desea usted algo más señor?.
—Que te largues Walter— repitió el hombre que tanteaba en sus bolsillos.
El joven se dirigió a la puerta y se despidió con una sonrisa distinta a la que mostraba al entrar.
—Hasta luego Señor Shan —dijo el joven mientras cerraba la puerta.
—¡Espera! —Exclamó el hombre.
—Si, digame Señor Shan.
—Tienes un encendedor?... el mío no funciona.
—Si señor … —repondió el joven mientras buscaba en su bolsillo.
El joven avanzó deprisa hasta donde estaba el hombre y acercó el encendedor hasta el cigarrillo adherido a su labio, luego, lo encendió..
En ese momento, cuando la chispa del encendedor provocó la llama, al reflejarse esta en los lentes de aquel cansado hombre, en ese instante, como un interruptor, se encendió una llama en el cerebro del Dr. Saul Shanar, mientras encendía su cigarrillo y al aspirar este se iluminaba incandescente, así se iluminaban sus neuronas y su cerebro casi explotaba de tanta actividad.
Tomo una bocanada de humo y volteó muy despacio y mientras el humo salía de su boca, sonrió
—Vete Walter… estoy ocupado —dijo al joven mientras apretaba el palito de tiza que no había soltado de su otra mano.
—Si señor, está usted bie…
—Vete Walter…—interrumpió el hombre con tono que retumbó en las paredes y enmudeció al joven que en un instante había bajado las escaleras y pasaba llave a la puerta.