Desde el origen del ser humano y, conforme a su evolución y adquisición de complejidad como individuo, se han planteado múltiples interrogantes –sobre su esencia y procedencia– que se han estudiado y tratado de explicar, de ello se encarga la Filosofía. Sin embargo, preguntarse cómo, por qué y para qué “estoy aquí” es una cuestión inherente a todo ser humano gracias a que posee una conciencia. El análisis de estas preguntas es el trabajo de la corriente filosófica del Existencialismo, nacida en el siglo XIX y extendida hasta la segunda mitad del siglo XX, y de la cual se desprendieron un centenar de autores –de la filosofía y la literatura– que intentaron responder este cuestionamiento.
Uno de ellos fue Julio Cortázar, destacado escritor argentino de la corriente del surrealismo, cuya obra ha sido caracterizada por el planteamiento de interrogantes existencialistas. Además es reconocido por la genialidad de sus cuentos, el uso del humor y el juego entre lo real-fantástico que por lo general lleva a una reflexión intensa. Cortázar creció en un entorno muy triste –para él–, nació en pleno estallido de la Primera Guerra Mundial, además de contar con una sensibilidad excesiva intrínseca a él, pero que en contraparte, estuvo bastante enriquecida por la literatura.
Fueron muchos factores los que incidieron en que el pensamiento de Cortázar se desarrollara de esa forma tan extraña y ambigua que engancha al lector primerizo, una fusión idónea que daría como resultado una obra impecable que ha trascendido con el tiempo: el humor creativo cedido por sus intereses por la literatura fantástica, y el pensamiento sobrereflexivo u overthinking heredado de su infancia enfermiza.
Yo creo que desde muy pequeño, mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra ‘madre’ era la palabra ‘madre’ y ahí se acababa todo. Al contrario, en el objeto ‘mesa’ y en la palabra ‘madre’ empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba… En suma: desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas. (Goloboff, 1998, p. 24)
Cortázar introduce su cuestionamiento a las concepciones “lo que es verdad” a través del humor, porque este sirve para suavizar la complejidad de los argumentos y logra que el pensamiento sea más ameno. Ayuda a que el lector, que está replanteándose su propio origen, no se vuelva loco, sino que reflexione, y a la vez, se ría. Un recurso ideal para lograr este efecto es la parodia, que tiene bastante protagonismo en su obra cuentística.
En literatura, la parodia es una forma humorística que consiste en imitar un texto con distancia irónica crítica (Hutcheon 2000), para esto toma la estructura básica, vacía su contenido y lo llena con su antítesis (por esto la presencia irónica). La intención de la parodia no es necesariamente ridiculizar, sino más bien criticar o resaltar algún elemento valorativo del texto. Textos como “Astronautas en cosmopistas”, “La vuelta al día en ochenta mundos”, y las instrucciones de Cortázar, como “Instrucciones para llorar”, “Instrucciones para dar cuerda a un reloj” e “Instrucciones para subir una escalera”, son un gran ejemplo de cómo la parodia es una vía de conducción al pensamiento auto-reflexivo.
¿Cómo funcionan estos textos? Sí, es cierto que la sorpresa que genera per se encontrar instrucciones detalladas para ejecutar un acto tan natural como el llanto, en un cuento, provoca risa; pero además de ello, gracias a la inusual imitación, se abre un abanico de nuevas posibilidades, ideas que quizá no se habían contemplado antes en la mente del lector, o que quizá ya estaban allí, pero simplemente se habían abandonado por el trasfondo tan complejo del asunto. Con la parodia se toma más conciencia de la conciencia. Se crea una proyección surrealista (que pudiera ser más verdadera) de la realidad como la percibimos.
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. (Cortázar, 1962, p.2)
Se observa cómo se cuestiona la credulidad del lector en “el mundo exterior” (¿qué entiende él por mundo exterior?) y hace una comparación un poco brusca creando una imágenes grotescas para invocar el llanto. ¿Cómo es que lloramos? ¿Cómo es que nuestro cuerpo sabe cuándo es el momento para llorar? ¿Cómo es que todos seguimos el mismo patrón al hacerlo, así como intuitivamente? ¿Por qué un bebé llora cuando nace? ¿Sabe que está naciendo? ¿Cómo lo sabe? Con la simple morfosis de un texto inocente que da instrucciones para hacer algo tan “natural” (¿a qué llamamos “hacer de manera natural”?), el hincapié en lo evidente y el contraste entre los detalles, irónicamente, o paradójicamente, nos hace ver “más allá”.
La parodia es repetición con diferencia, y eso es el surrealismo. Y eso es la realidad. Es una crítica a su contraparte, pero que a su vez se critica a sí misma. Es metadiscursiva. En su interior también arrastra a la ironía, pero no siempre tiene fines burlescos. La parodia de Cortázar tiene fines distintos: busca despertar en el lector la reflexión sobre temas que a simple vista parecen obvios y resueltos, porque en la cotidianidad, se pasan por alto, pero una vez que se hacen visibles a la mente y a la conciencia, pueden incluso llegar a causar desajustes en ellas.
Pareciera entonces que en condiciones habituales, o en la cotidianidad, los seres humanos no estamos en capacidad de reflexionar. Somos seres conscientes que hacen cosas inconscientes. Hace falta un estímulo externo que nos de ese empujón que nos permita dar el salto a la realidad, y esto se tiende a lograr con la ficción, con la parodia, con la imitación antagonista. Cortázar toma la figura, rellena la silueta con otra cosa, y así es como se logra ver el fondo.
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Sus letras son sencillamente maravillosas, todo un escritor en el sentido perfecto de la palabra. Que buena publicacion :)
¡Oh Dios! Si solo soy una aficionada, muchísimas gracias por sus comentarios :)
Hola, quedé muy complacido al leer este texto. Pude recordar a una bella profesora universitaria que lamentablemente/afortunadamente ya no está en el país (Ven).
Sí, la parodia caracteriza su obra. En especial porque la parodia está junto al texto o acontecimiento reconstruido. Es la sátira la que se encarga de la burla, la mofa y la destrucción de lo otro. La parodia construye... o ayuda a construir.
Estaré más pendiente de lo que compartes, me gustó esta entrada.
¡Muchísimas gracias! :) este texto lo redacté para un curso de literatura con una profesora excelente que desafortunadamente sigue en Venezuela, pero es increíblemente talentosa. ¿Cómo se llama su profesora?
Gracias por tomarse el tiempo de leer mi texto, comparto con usted el que la parodia construye y ayude a construir.
¡Gracias! Le seguiré y leeré sus publicaciones
Anaira Vázquez.
No me parece tan relevante, pero cervantes me dio una contribución por compartir este texto en discord jiji (en la parte de publicaciones con 3 días sin votar). O sea, eso si funciona! :D Si ves un post que te guste mucho y lleva 3 días mínimos sin votar, publicarlo ahí ayuda a que sea visualizado.
Un abrazo!
¡Claro que es relevante! ¡Un millón de gracias!
@reveur