Marzo 27, sábado por la madrugada, escucho que el silencio de la noche se rompe por una voz quebrada, por demás dolida, siendo él tono lleno de pesares. Palabras rasgadas que emergen de la boca de un desconocido, profesan que hoy día el amor se ha extinguido, que entre tanto la humanidad se olvida de ser humana, nos encargamos de rompernos el alma en busca de lo que nos falta; y a costas de este desconocido, que a duras penas logra articular palabra, pierdo el poco sueño que había logrado concebir. Maldije profundamente su dolor, tanto por sus lágrimas siendo en vano derramadas como por el insomnio que su llanto había provocado en mí. Jamás me he considerado un ser empático, cuando mucho comprensivo, demás selectivo con mis emociones, pero debo admitir que gracias a su rota voz, una chispa se encendió en mí.
Quiero mentirme a mí mismo y pensar, que no sentí su dolor, que su resquebrajado ser no me abrió las puertas a un mundo que por momentos despertó en mi cierto grado de curiosidad, pero que nunca vi necesario el adentrarme a él. ¿Es la empatía un sentimiento banal? No lo sé, pero ahora mismo no me importa. Este hombre sufría, de una manera tan potente que no pude evitar sentirme contrariado, muchos pensaran que era puro morbo, pero no es así señores, debo admitir que este ser a tocado en mí, una fibra que hasta hoy desconocía totalmente, ni la dama más bella ha logrado conmover mi corazón de esta manera. Somos seres tan emocionales pero estamos tan desconectados de ello, que ignoramos por completo que existe el dolor ajeno.
Sin aguantar un quejido más de esta alma, me levante presurosamente a la ventana, intente ser tan silencioso como se puede, pero gracias a mis múltiples caídas y mi mal cuidado cuerpo, se me escucha rechinar hasta el último hueso de mi esqueleto, cabe destacar que para mis 30 años llevo una vida de la cual intento no hablar. Me evoque a mi labor de espiar, esperando no ser descubierto, pensando en que la vista que tendría aliviaría un poco la confusión que gobernaba en mi corazón, observe por la ventana esperanzado, pero como siempre no podía estar más lejos de la verdad. Un hombre con el corazón magullado y de aspecto cuando mucho de alguien que ya no tiene para quien arreglarse, se encontraba con la cabeza entre las manos en un fallido intento de silenciar sus sollozos.
-¿Por qué, Dios? ¿Por qué ella? ¿Por qué ahora? ¡¿Dónde está tu misericordia?! ¿es que no lo ves? Soy más dolor que persona.
Y entonces me vi moralmente obligado a no sentir lastima, a pesar de que este hombre y sus penas te la ponen muy difícil. Observe por rato largo mientras los hombros del hombre convulsionaban presos del sollozo que solo alguien con los sueños rotos sabría comprender. No es hasta que ves la noche estrellada, un hombre que a lo lejos se le nota miserable, y un insomnio que te reta a intentar pegar el ojo, que comprendes que todo en tu vida estuvo mal hasta este punto, que el egoísmo no es más que una excusa para no salir heridos, y que el amor no está hecho para orgullosos, no todo en la vida es lo que parece.
Cansado de oír sollozos e inventar razones que expliquen por qué no intento conciliar nuevamente el sueño en lugar de estar como vieja frustrada, espiando al pie de la ventana, me arme de valor y Salí, esperando un no por respuesta a mi sincera solidaridad. Llegue junto al quebrado y me senté junto a él. Tome una bocanada de aire esperando sonar tan sincero como podía, hasta hoy yo, que no conocía las artimañas que los sinceros utilizan para hablar sin ser tachados de imprudentes, no sabía cómo actuar. Solo se me ocurrió una cosa, me percate que me observaba, con valor y algo de duda observe al dolor a la cara, con escepticismo y a duras pena logre decir:
-¿puedo ofrecerte una taza de café? Dije, sin aliento al impacto.
-Dicen que el café cura las penas... – Dijo el caballero, con una voz que daba mucho que desear.
-Entonces acompáñame, entre ambos ahogaremos el ejercito de penas que nos acompaña- Me levante y le tendi la mano.
Y allí empezó una noche, donde la vida había dado un vuelco rotundo y me invito a dejar de lado lo que hasta ahora consideraba mi manera de ver la realidad, Es curioso ver como el dolor ajeno representa una perspectiva de lo que podríamos ser si tan solo fuéramos un poco más empáticos.
Esta historia lleva algo de realidad en ella, es un relatado ocurrido hace mucho tiempo en mi vida.
Espero les guste.
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