El vestido de una mujer es su soledad

in #cervantes7 years ago

Sentía el agua entre mis dedos, fluía, los dejaba, se escurría, chocaba contra las rocas del rio y seguía su camino; el agua era el tiempo, siempre nueva, siempre fluyendo, siguiendo su curso, implacable. Yo era la roca, allí, en su sitio, recibiendo el agua nueva, pero con el moho que se había formado en mi del agua pasada, era imposible no verse afectado por el agua cuando estas sumergido en ella, nadie queda ileso del pasar del tiempo.
Recordaba la primera vez que había visto el rio, era un niño en ese entonces, tendría unos 11 años, mis padres me enviaban cada verano a casa de mi tío (el hermano mayor de mi padre), vivía en un pueblo al que para llegar tenía que viajar al rededor de 7 horas en bus, era francamente agotador y también aburrido. En el pueblo hacia un calor húmedo que me dejaba pegostosa la piel y a merced de los mosquitos, mi tío vendía dulces, había comprado la pequeña tienda de un señor anciano, al parecer el lugar era una reliquia, mi tío había sido pareja de la hija del señor y aprendió con su suegro todas las recetas de sus dulces, al final el señor murió y la chica dejo a mi tío y se fue a la ciudad con otro hombre, mi padre decía que él se había quedado allí por su depresión, pero para mi amaba la vida que llevaba; quizás ahora podía comprenderlo un poco mejor pero de niño lo detestaba.
Yo atendía la tienda durante el verano para ayudar a mi tío, realmente no necesitaba mi ayuda pero era mi única distracción; siempre venia una sra muy anciana a comprar galletas, todas las tardes compraba una galleta, siempre a la misma hora, empezó a darme curiosidad saber a donde iba, le pregunte a mi tío sobre ella.
-¿la sra Antia? Es bastante anciana, conocía al padre de mi ex suegro, tendrá unos 90 y algo, no se mucho de ella, vive sola y no tiene familia en el pueblo, pero puedo asegurar que adora las galletas.
Un día decidí seguirla, así sería mi hastío que descubrir qué hacia una vieja en sus tardes se veía como la mejor opción para pasar mis días. La seguí a una distancia prudente hasta adentrarnos al bosque, nunca había ido profundo en el bosque, realmente nadie iba, la vi mientras se alejaba y a allí a la distancia estaba el rio, tenía una corriente particularmente fuerte, no parecía seguro; yo la observaba tras un árbol mientras la anciana se sentaba en la orilla, saco la galleta y la partió a la mitad, comiéndose una y arrojando la otra al río. Aquello lo hacía con tanta solemnidad que me parecía estar presenciando un ritual, algo prohibido, comencé a sudar, temía que me descubriera, me fije bien y la anciana tenia una actitud tenebrosa, me sentía maldecido viendo su gran espalda encorvada, sentía que me veía con ojos tras su cabello blanco -si, debe ser una peluca, una que esconde otro rostro bajo ella, un rostro monstruoso- ella se quedo allí un rato muy largo y nunca deje de observarla, cuando se dispuso a partir corrí rápidamente, fue una mala idea, pensé luego, podría escuchar mis fuertes pisadas, pero ya era tarde para eso.
No pude dormir en esa noche, el recuerdo de la sensación que tenía mientras corría me asechaba, la sensación de tener su mirada clavada en mi.
Al día siguiente me escondí de ella cuando fue a la tienda, no le menciono nada a mi tío sobre lo que ocurrió el día anterior así que supuse que realmente no me había visto, fui a seguirla de nuevo, aunque esta vez con más prudencia y distancia, volvió a ir al mismo lugar a hacer lo mismo.
-Acercate.
dijo lo suficientemente alto para que escuchase, me asuste terriblemente en ese momento pero mis pies fueron hacia ella, en la orilla, me senté a su lado, desde allí podía sentir con mucha fuerza el agua del rio. Quería preguntarle por qué iba ahí pero aún le temía, a pesar de ser una anciana tenía un semblante duro y amargo "la imagen de una bruja" fue mi primera ocurrencia pero lo guarde para mí. Ella solo se quedo en silencio viendo el agua, no se si fue por la calma del rio pero en algún momento me dormí, cuando desperté ya no estaba y nunca en mi vida sentí una certeza tan grande como en ese momento en el que podría haber apostado mi vida en el hecho de que era una bruja; lamentablemente todo resulto ser creación de mi credulidad e imaginación infantil pues al día siguiente se apareció como si nada a comprar su galleta en la tienda de mi tío. La volví a seguir y así fue por el resto de los días del verano, solo que ya no me escondía sino que me sentaba a su lado, fui perdiendo el miedo gradualmente y ambos nos hicimos compañía todas las tardes frente al rio, pero nunca hablamos.
El verano termino y con él mis tardes de río con la sra Antia, entre la vuelta a clases y estar con mis amigos en la ciudad olvide rápidamente esos días, al menos hasta que las estaciones pasaron y tuve que volver al pueblo.
Los primeros días me extrañe de no ver a la sra Antia, pero al paso de una semana me preocupe, incluso llegue a ir al río a ver si la encontraba pero no estaba allí, sin embargo el río sin ella se sentía extraño, me encontré con una gran aprehensión, no podía irme, era como si me jalase, podía resistir lo suficiente para no tirarme pero no tanto como para irme, temblé, no podía hacer nada, lloré, no sabía que ocurría pero sentía...tanta soledad, al cabo de unas horas disminuyo mi animadversión y pude marcharme. Pregunte a mi tío que había sido de la sra Antia
-Oh creo que esta enferma, lleva un mes sin pasar, podrías visitarla
Mi tío dibujo un mapa de su casa, quedaba a solo unas cuadras, el pueblo no era muy grande después de todo, me sorprendió un poco ver la casa allí en el pueblo como cualquier otra, la sra Antia era tan solitaria que creí que viviría en el bosque o algo similar; al llegar esperé un rato hasta que me abrió la puerta, a pesar que solo fue un año parecía muchísimo más vieja que la ultima vez que nos vimos, me fije en sus manos arrugadas, eran tan delgadas y su piel lucia como una tela colgando de ellas, me parecieron de alguna manera hermosas, como un mapa, un mapa en la piel de sus manos.
-no creí que vendrías joven
-no ha ido más al río
-mis piernas ya no me dan para eso, no puedo moverme mucho fuera de estas paredes
Vi al rededor, era una casa muy modesta, aparentemente no vivía más nadie
-¿entonces ya no le dará de comer al río?
-¿disculpa?
-es un monstruo ¿cierto? lo que esta en el río
-no hay nada en el río muchacho
Nos sentamos en la mesa en la cocina, yo saque unas galletas de las que siempre compraba y nos las repartí, me miró afablemente, sus duros rasgos se suavizaron un poco
-¿entonces a qué alimenta?
-a mis recuerdos
me quede callado mientras me contaba.
-Verás... cuando yo era una niña, quizás un poco más pequeña que tu ahora solía ir al rio, no tenía hermanos ni muchos amigos así que me gustaba ir a dibujar los arboles, me montaba en el enorme árbol que esta en este lado de la orilla, no se si has notado, hay arboles muy grandes en cada uno de los lados del rio, sus ramas se acercan mucho, pero no se tocan; allí conocí a Lena, era una niña que vivía en una gran casa del otro lado del rio, para pasar al pueblo desde allá era muy complicado para una niña sola y no la traían porque tenía prohibido salir de casa, era una niña solitaria, vivía encerrada con su madre debido a la enfermedad de está aunque eran personas acaudaladas. Si soy honesta no puedo recordar bien de que hablábamos o como nos hicimos tan cercanas, el paso de los años se lleva muchas cosas, entre ellas detalles, pero no los sentimientos ¿sabes? iba cada día, nos montábamos en los arboles sobre el río y hablábamos, sentía como si hubiesen crecido todos esos años solo para permitirnos encontrarnos, nos hicimos inseparables, yo le llevaba galletas del sr José que era quien por ese entonces tenía la tienda, era arriesgado pasarla pues la tiraba hacia ella pero eso solo lo note en perspectiva, cuando uno es joven no percibe tan claramente el peligro, la muerte parece lo más lejano que hay. estuvimos juntas unos 6 años, recuerdo la sensación, la costumbre, el apego... pero crecí y quería ver el mundo, al pasar de los años el pueblo se hacía cada vez más pequeño ante mis ojos, me fui, el mundo que descubrí me abrumó, no me detuve en una ciudad, al salir quería seguirlo descubriendo todo. Pero lo que descubrí es que en todos lados se llora y se ríe, se come y se caga, aunque lo hagan diferente, es lo que se hace y entonces volví; cuando me pase por el río añoré a mi antigua amiga, me parecía coherente que no estuviese ahí pero quería tanto verla que me fui con un guía por la montaña para pasar al otro lado ¿sabes? nunca había visto su casa, era grande y hermosa, cuando llegué me recibió una sra que atendía a otra muy mayor en el jardín, se sorprendieron de ver a alguien allí, inmediatamente dije que buscaba a Lena, su asombro creció más, la sra mayor entró a la casa y la otra me preguntó que quién era, le dije que una vieja amiga de Lena, ella me miró con recelo, me contó que Lena había muerto hace años tratando de cruzar el río, había caído de los arboles, cuando le pregunté que por qué había querido cruzar, ella solo me dijo que buscaba a alguien.
-Desde entonces no he podido dejar el pueblo
-¿se siente culpable?
-no...no es culpa, es tristeza, cada vez que voy al río puedo sentirla, tan sola y tan triste que no puedo abandonarla, atrapada donde siempre estuvo
-pero no es justo, por eso usted se quedo sola
-de niña una vez cuando yo lloraba por haber roto un vestido que adoraba, mi abuela me dijo muy solemnemente "no llores pero ese trapo hija, el vestido de una mujer es su soledad" no podía entender sus palabras en ese momento, y de hecho las olvide por muchos años, pero ahora, al ver su rostro cuando me veo al espejo, al ver las pisadas de mi madre por donde camino, al encontrar a Lena en mi reflejo en el agua, no puedo olvidar esas palabras; es curioso, las encuentro a todas al verme menos a mi, no hay peor soledad que la que se descubre al envejecer, cuando hasta uno se va de si mismo.
Me habló mucho ese día, sentí que no le había contado eso a nadie. La visité constantemente pero no vivió mucho después de eso. Vi mi reflejo en el rio
-¿sería muy triste abandonarlas no?
Sentí la huella del tiempo en mi.
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[Cuadro de Santi Goñi Güemes]

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Me gustó mucho la sabiduría que se proyecta desde el personaje de la señora Antia, la cual se refleja en varios de sus diálogos. Del mismo modo, me gusta como se va develando poco a poco la verdad tras lo que primero se presenta como un misterio. Es un cuento que se apega mucho a la definición que da Guillermo Meneses, un misterio que se resuelve de alguna forma maravillosa :) excelente.

Me recordó vagamente a la mansión de El recuerdo de Marnie la imagen de la casa de Lena. Aunque muy vagamente