Con el título "psicología del acto" la crónica sobre ciencia que se daba en Occidente a finales del siglo XIX e inicios del XX llamó al trabajo que varios pensadores desarrollaron en plan de sepultar la desgraciada onda (tan vigente en esa época y aún antes) de connotar el campo propio de la psicología como "algo totalmente abstracto, espiritualista, idealista". Sobresalió en esta lucha, Brentano (alemán, 1838-1917) y otros (Alexius Meinong, Christian von Ehrenfels...). Preponderó ese "equipo de la psicología del acto" que la condición conceptual para que existiera una psicología verdadera y expandidamente científica era que el objeto correspondiente (es decir, su tema de ocupación teórica) tuviera un carácter fáctico, real, de experiencia.

Tal evento fue como "un antes y un después" en la historia real de la psicología.

Inscrito, pues, en tal senda teórica y metodológica, Brentano y su equipo preponderaron la categoría acto. Sí; acto como movimiento comportamental que el individuo o grupo de individuos lleva a cabo dadas unas correspondientes condiciones subjetivas y objetivas. Es que colocando la atención en el acto, el esfuerzo teórico que se ejecuta adquiere un piso real, de hecho, objetivo; mas no idílico, especulativo, idealista.

Ah... pero a tenor de los días de hoy no podemos ver de manera plana, achatada, la enorme capacidad que posee la categoría acto en tanto pieza diamantina del complejo tema de la psicología. Tema humano que encarna, por un lado, el pensamiento, el lenguaje y las emociones (entiéndase la psisemia*) y por otro, el comportamiento.

Reiteramos, no podemos ver la categoría acto, de manera achatada, plana.

En la segunda mitad del pasado siglo surge en esa alumbrante onda de "la psicología del acto" un momento de ruptura y continuidad. Es el filósofo francés Lucien Sève quien se encarga de ejecutar tan revolucionaria acción teórica. (Por cierto, fue reciente el deceso de este agudo pensador dado, según registró alguna prensa, el padecimiento de covid-19. Contaba con algo así como 100 años de vida**).

Sostiene Sève que la categoría acto adquiere relevancia en tanto se inserte en la categoría personalidad, entendiendo esto como individualidad humana. La personalidad ha de ser, sostiene, un sistema de actos de raigambre social, el cual vive en un cuerpo filogenéticamente singularizado. Cuando hace referencia a "actos de raigambre social" está dejando claro que son aquellos que parten de una necesidad social (el trabajo, por ejemplo), involucran una capacidad para ejecutarlo (el manejo del ordenador, por ejemplo) y se apuntan a un producto vital (el logro de un resultado -el cual puede o no, traducirse en un aprendizaje).

Hace énfasis Sève en que solo aquellos "actos de raigambre social" son los que marcan la individualidad humana, dejando por fuera aquellos unidos a las necesidades fisiológicas, por ejemplo, pero incluyendo otros como los de recreación... Son los actos socio-relacionales de vida los que importan para el desarrollo de la personalidad dado fundamentalmente a que, como dijo Marx en respuesta a Feuerbach, la esencia de lo humano es el conjunto de las relaciones sociales (no entes espiritualistas alojados en lo individual).

Añade el filósofo francés que tales actos socio-relacionales de vida personal tienen que ser considerados para la comprensión de la personalidad, a tenor del tiempo real de vida; todo lo cual es medible, calculado matemáticamente.

Bueno... La verdad es que si bien la categoría acto encarna una importancia enorme para tocar fondo en el marco complejo del objeto psicológico (psisemia más comportamiento personal), claro es que constituye tan solo una pista de diamantes. Una pista de diamantes que recoge la agudeza de la frase de Ortega y Gasset ("Yo soy yo y mis circunstancias") y la hiper-agudeza del Maestro de Tréveris ("La naturaleza de lo humano es el conjunto de las relaciones sociales", histórica y biográficamente determinadas a punta de precisos actos -agregaríamos nosotros, con respeto-).

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