Relato de terror: El guardian de la puerta (Con dibujo)

in #cervantes-curaciones7 years ago (edited)

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Boceto del guardian

Un tributo a H.P. Lovecraft. Basado en un desafortunado error ortográfico y las ocurrencias de un tal Ángel David.


I

Una Mirada al infinito.

Cuando decidí iniciar esta exploración recuerdos intranquilos y perturbadores de mi infancia pasaron por mi pensamiento. No espero que alguien crea lo que aquí dejaré como testimonio pero se que tú, seas quien seas, tienes que saberlo. Existe más en este universo de lo que la ciencia o la religión pueden explicar; creímos que estábamos en el tope del desarrollo, creímos que éramos lo mejor de la creación y bajo ideas falsas de grandeza nos dirigimos de forma masoquista hacia nuestro fin. Lo que descubrí es tan aberrante que mi mente ha sido perturbada por terribles pesadillas desde entonces, sin encontrar una salida clara al horror que mi mente es incapaz de procesar. Lo primero que les narraré ocurrió hace ya más de 20 años, pero lo recuerdo como si hubiera sido ayer:

Aquel día parecía un día común como cualquier otro sábado cuando mi hermana menor, Clara, tan dulce como solía ser, jugaba con el perro rascando su nuca, restregando jabón sobre este, mientras mi padre hacía el intento insuficiente de bañarlo y colmillos, el gato, observaba aquel acto como si aquello fuese una total estupidez y ciertamente lo era, pero el gato miraba todo de esa manera condescendiente. La noche parecía acercarse sobre nosotros y el cielo brillaba en tonos naranja, con el perro ya totalmente seco se hizo entonces la hora de volver adentro de la casa a seguir la rutina usual. Recuerdo vagamente lo que comimos aquella noche, pero se que intentamos dormir temprano como preparativo, aquello era costumbre para nosotros pues íbamos a casa de la abuela al día siguiente; ella hacia las galletas más deliciosas con un batido de chocolate, esa era una tradición que se cumplía cada domingo desde que la abuela había enfermado. Mis deseos no pudieron cumplirse tal y como deseaba pues no había dormido más de dos horas cuando un ruido extraño me hizo brincar del susto de mi cama, la oscuridad solía inundar nuestra habitación carente de ventanas, pero la puerta estaba abierta a la mitad y la luz del corredor, que mi padre siempre dejaba encendida, me permitió notar que mi hermana no estaba en su cama.

─Clara ─susurré─, ¿Clara, donde estás?

El sonido de la puerta rechinante fue la única respuesta recibida, con un poco de nerviosismo me puse de pie y caminé hacia la entrada. El pasillo estaba solo hacia ambos lados, entonces avancé lentamente y con cada paso percibía un tenebroso viento que acariciaba las paredes bajo la vaga iluminación que las abrazaba. Caminé hacia donde escuchaba aquel ruido, como un crujido constante y profundo, el mismo sonido que me despertó y que me causaba una seria incomodidad se hizo más fuerte, cada vez más perturbador, seguido de un balbuceo extraño e irreconocible que apenas asimilaba palabras. Un escalofrío intenso pasó por mi cuerpo mientras me esforzaba por seguir adelante. Justo al cruzar el pasillo la sala de estar se hacía visible, fue entonces cuando vi a Clara, arrodillada sobre un banco frente a la ventana y al lado de una mesa donde posaba un florero con rosas un tanto secas. Ella miraba hacia el cielo, perdida en el brillo de las estrellas y el ligero reflejo de su rostro en aquel cristal opaco. Parecía ignorar que estaba allí, llamándola, ella solo observaba el infinito, o quizás algo que yo ciertamente era incapaz de ver.

─¡Clara! ─susurré más fuerte─ ¿Que haces allí?, ¡Clara!

Clara no parecía escucharme, se encontraba balbuceando cosas sin sentido de forma frenética y con el rostro traslucido, como en medio de un trance, fue entonces cuando la tomé por su brazo izquierdo tratando de hacerla reaccionar y justo en ese momento ella dejó de ignorarme pero de una manera totalmente macabra, cuando giró solo para mirarme fijamente a los ojos mientras su balbuceo continuaba incesante, cada vez más rápido. Parecía repetir lo mismo. Su rostro no parecía el de una niña; sus ojos no parecía humanos, me sentí tan aterrorizado que solo cerré mis ojos, justo entonces el balbuceo se detuvo de golpe seguido de unas palabras claras y precisas, que hasta hoy, están grabadas en mi mente como talladas sobre la más dura roca:

─Él te observa, él nos observa a todos.

Me tomó de la mano y me llevó a la habitación, entonces se acostó a dormir como si nada hubiese pasado, en cambio yo no pude dormir esa noche.

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II

La exploración.

La exploración inició como un proyecto de desarrollo científico e histórico del instituto tecnológico de Montevideo. Como soy profesor de arqueología en el instituto me contactaron para ayudar a dirigir parte de esta. El origen de este trabajo era el estudio independiente del profesor Alfred Riverhades de la universidad Miskatonic en Massachusetts; su trabajo ha destacado por la exploración de civilizaciones antiguas, principalmente las aborígenes y sus extrañas culturas destacando por su conocimiento en lenguas antiguas e interpretación de jeroglíficos. La experiencia de Riverhades lo ha llevado a publicar ya varios libros al respecto, pero a pesar de ello había adquirido mala fama por haber perdido ya seis hombres en sus exploraciones; hombres a los que elige cuidadosamente y casi siempre suelen ser los mismos, pero sucede que la polémica en estos casos solo ayuda a ganar fama y vender más libros. Él es una persona sencilla y callada, pero muy testarudo según aseguran sus antiguos compañeros de labor y algunos colegas de su universidad; debes ser cauteloso a la hora de hacerle una sugerencia, por ello me sorprendió que me buscara precisamente a mi para el trabajo de arqueología. El primer día solo me dedique a escuchar atentamente las indicaciones pertinentes, íbamos a una zona casi inexplorada de la Patagonia en Argentina donde aparentemente un culto antiguo había sido descubierto en una cueva, nos tomó tres días llegar al punto donde se hizo el descubrimiento y con total tranquilidad nos tomamos otro día para asegurarnos de que la cueva fuese segura. Éramos un grupo de doce personas, cada quien hacía su labor en relativa calma, estábamos realmente aislados. El lugar tenía un aspecto tétrico pero curiosamente hermoso, gran parte de las paredes tenían forma oblicua y dejaban ver una mezcla de mármol y caliza, estaban cubiertas de sangre seca que formaban dibujos deformes y marcas de manos humanas. Había pasado ya una semana de la exploración, era difícil trabajar en una cueva tan húmeda y álgida, solo con algunos agujeros en el techo que apenas permitían al sol iluminar nuestro paso pero había que seguir al paso que pudiéramos; buscábamos un santuario que según la investigación de Riverhades sirvió para un culto antiguo desconocido, que podría cambiar la visión de la historia aborigen en esa zona. Los primeros días solo recolectábamos piezas de arcilla de figuras extrañas y escritos antiguos de naturaleza pagana; representaciones de demonios, figuras de naturaleza mórbida y criaturas deformes ocupaban la mayor parte del descubrimiento, especialmente la de una figura robusta, con alas de murciélago y una cabeza llena de tentáculos que se encontraba en casi todas las piezas. La exploración siguió su curso natural cuando súbitamente, de la nada un grito estremecedor se escuchó desde el fondo de un foso y sorprendió al equipo; uno de los exploradores se había caído. La hora de trabajo casi terminaba y aunque quisimos sacarlo en ese momento no hubo forma de hacerlo. El joven explorador tenia poca experiencia pero era dedicado y muy amigable, nos pidió tranquilamente que nos fuéramos, asegurando que podía dormir allí hasta el día siguiente. Aunque el equipo se negó durante un rato, finalmente el profesor Riverhades aceptó la petición y con él, para evitar llevarle la contraria, el resto del equipo lo hizo. Dos de los excavadores le llevaron comida al joven antes de que cayera por completo la noche, yo me encontraba intranquilo y el resto del equipo no se veía cómodo con la situación, pero el profesor Riverhades lucía igual que siempre. La noche sobre nosotros se hacia cada vez más oscura, entre la intranquilidad y la impotencia apenas pude descansar, pero tocaba dormir hasta el otro día.

A la mañana siguiente el equipo de exploración se apresuró a ponerse en marcha, llevaron lo necesario para sacar al chico del foso y se dispusieron de inmediato a hacerlo. Cuando finalmente el chico salió su rostro no parecía el mismo, se encontraba distraído, perplejo, parecía traumatizado por la noche solitaria que le tocó pasar, sin embargo un detalle me pareció extraño de aquella imagen: el chico traía un manto encima, de color grisáceo, no me hubiera llamado la atención de no ser por el hecho de que ese mismo manto lo había llevado el profesor Riverhades el día anterior, pero nunca lo vi lanzarlo al foso. Evitando distraerme por aquello me dispuse a hablar con el chico en privado, traté de averiguar cómo se sentía, si tenia alguna herida o le había causado estrés el aislamiento, pero él solo me repetía que todo estaba bien, ante mi insistencia, el chico me miró a los ojos con una firmeza tal que me hizo sentir incómodo, entonces traté desviar la mirada y proseguir con mi discurso pero el seguía mirándome fijamente.

─Si querés podes tomarte el día ─dije─ te ves muy cansado y a mi me gusta mantener a mis trabajadores bien atendidos, o a cualquier persona. Creo que es importante que te cuidés, se que te debes sentir mal.

─No señor Garcés, tranquilo, ni siquiera me di un golpe fuerte ─replicó─ toda la noche la pasé durmiendo.

─Pero tenés que descansar de lo que pasó, estuviste solo toda la noche, aislado y en completa oscuridad; debes sentirte mentalmente agotado. Mejor sal al aire libre y si querés vuelves a la hora del almuerzo.

─Estoy bien señor Garcés y la verdad nunca estuve solo, él me observó toda la noche; nos observó a todos.

─¿Quien te observaba? ─pregunté inundado de intriga, recordando aquel aterrador episodio de mi infancia.

─Él… él… estaba allí ─tartamudeó sus palabras─, lo vi en mi sueño y estaba observándonos. Él lo ve todo, él sabe lo que hice... lo sabe.

─¿Qué hiciste? ─pregunté aún más contrariado.

─Esa chica... fue mi culpa, le dije cosas malas, ella confiaba en mi ─dijo alzando la voz, hablaba más rápido y temblaba─, ella no merecía que la maltratasen pero me pidió que lo hiciera, lo aceptó. La droga iba a ser efectiva, ella se me entregó ¿cierto? No puede culparme, ella lo hizo, pero no sabía que iba a suceder, pensé que era un experimento como cualquier otro, él... él no debía hacer eso.

─¿Hacer qué? ─pregunté entonces asqueado.

─Ella no apareció más ─respondió─, salió en el noticiero, ella… ¡ella desapareció! Y creo que algo muy malo le hicieron. Tiene que creerme, yo no lo sabía, él no me dijo nada y ahora el ojo me juzga entre los impuros, ahora seré culpable también.

─¿De qué serás culpable? ─pregunté.

─De no servir al culto en su nombre señor Garcés, se cansó de nuestras acciones egoístas, yo traté de servirle pero no puedo, no tengo la voluntad, él va a enviar a su mensajero ─dijo titubeando y mirándome a los ojos con desespero─ ¡él va a esclavizarnos!, ¡ÉL NOS CONDENARÁ!

Fue entonces cuando el recuerdo de aquella oscura noche volvió por completo a mi mente, el miedo que alguna vez sentí regresaba con fuerzas para cobrarme todo el tiempo que intenté suprimir aquel recuerdo del misterio sufrido aquella noche. El chico se levantó de inmediato y me dejó para adentrarse en la cueva a toda carrera, esa fue la última vez que alguien lo haya visto; no volvió a aparecer en todo el día ni los días siguientes. El profesor Riverhades lo dio por muerto y yo me sentía culpable por no haberlo sacado del foso esa noche, aparentemente se volvió loco y hubiera creído eso de no ser por lo que sucedió después.

Justo cuando faltaban solo dos días para terminar nuestro tiempo de exploración finalmente encontramos el templo. Candelabros rústicos decoraban el lugar junto a incontables escritos en las paredes, había huesos al azar por donde se pisase, y una especie de trono en medio de ella sumamente extraño y perturbador, formado de huesos humanos, con un par de antorchas a cada lado formadas del mismo material. El macabro asiento llegaba hasta el techo de la cueva donde se encontraba, al menos, a diez metros de altura, allí una gran abertura dejaba colar una gran cantidad de luz. Esculturas de barro se encontraron en baúles y cajas, figuras demoníacas deformes llenas de tentáculos y extrañas escrituras marcadas sobre ellas. Me detuve por un momento a analizar ciertos escritos, pero el único con experiencia en ese campo era el profesor, fue entonces cuando encontré aquella pieza, era una piedra en forma de tabla, aún tenia rastro de pintura y un notable tallado sobre ella pero solo tenia dibujada una figura extraña: un ojo gigante rodeado tentáculos y rasgos extraños, como lineas aleatorias, en ese momento una perturbadora visión se vino a mi como un sueño lúcido o una pesadilla demasiado realista. Aquella aterradora figura cobraba vida sobre mi, rememorando aquel día, donde mi inocencia de infante fue interrumpida y machacada por visiones similares, vi un horrible pórtico de figura incompresible y geometría indefinida en medio del manto estelar que abría paso a los tentáculos de esta horrible figura, brazos que palpitaban con ventosas sucias y babosas, por momentos parecían ser diez tentáculos, luego parecían treinta, después cien, cada uno de ellos parecía tener vida propia y me llenaban de una sensación de horror y vacío, como si sus asquerosas membranas llenas de carne muerta pudieran ver por sí mismas. En el centro se destapaba el ojo brillante y venoso de movimiento errático que hacía de cuerpo de la criatura, observando el universo desde su puerta, donde gritos ensordecedores como de diez mil almas en llanto se venían a mis oídos produciéndome una seria incomodidad y desgarraba mi mente, era mucho más grande que la estrella más notable en el cosmos, mucho más grande que alguna galaxia, allí aquel ser descomunal seguía vigilando incesantemente cada dicha y miseria del hombre.

Por un momento volví a tomar conciencia de la realidad, mi vista estaba difuminada pero alcancé a ver que alguien se posaba delante de mí. Me sentía débil, cansado, trataba de ponerme de pie pero era totalmente inútil. Hice el intento de decir alguna palabra pero mis esfuerzos eran en vano... no recuerdo más nada a partir de allí.

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III

El ser que ella llamaba dios.

Lo que sucedió a la mañana siguiente de aquella extraña noche de mi infancia fue aún más aterrador: mi padre me levantó empujando mi hombro, su mirada se notaba triste, y su voz quebrantada.

─Hijo, despertá ─susurró─, Levantate. Debés saber algo importante. Clara, acercate... Pues hijos, no vamos a comer galletas hoy con la abuela, ya no podrá prepararnos más... su espíritu se ha ido.

En ese instante me quebré en llanto y abracé a mi padre para contener mis lágrimas sobre su hombro. Mi hermana solo nos observaba como si no entendiera la gravedad de lo que sucedió. Esa mañana el desayuno se convirtió en una velada triste dominada por el silencio. Mi padre soltó más de un suspiro mientra hacía sus labores, tocaba ir a despedir sus restos y acompañarlos a su ultima morada. Al salir al funeral de la abuela colmillos se encontraba frente a la puerta del garaje, esta vez observó a mi hermana de manera muy diferente, maullaba y bufaba sobre ella pero Clara solo lo ignoraba, parecía que el felino estaba enojado con ella, o quizás rechazaba alguna influencia sobre su ser que solo él podía detectar. Durante el corto viaje ella miraba por la ventana casi como lo había hecho la noche anterior y yo quería saber el motivo.

─Clara, ¿porqué mirás a la ventana? ─pregunté.

─Solamente observo al cielo ─me respondió.

─¿Y porqué mirás al cielo? ─le pregunté.

─Allí está él.

─¿Quién está ahí? ─pregunté sumamente contrariado.

─El que nos observa.

Ahora una sensación de nerviosismo me invadió fuertemente ─¿Hablás de Dios?.

─Sí, de uno de los dioses.

─Solo hay un dios ─le dije a manera de regaño.

─¡No! Claro que no ─replicó─, eso es lo que cree la mayoría pero existen seres que existieron antes que todo y que controlan el cosmos. Él nos observa por eso, inventamos un dios falso y le atribuimos el poder que ellos tienen.

En aquel entonces no comprendía sus palabras, pero hoy me evocan una profunda sensación de pánico.

─¿Pero cuáles dioses? ─pregunté.

─Los primigenios ─respondió─ los que habitan el cosmos desde mucho antes que el humano fuera concebido de su impureza.

Mi cuerpo se estremeció de miedo, su mirada no se notaba tan vacía como antes pero en cambio tenía un brillo distinto que la hacía ver en calma, como si ignorara cualquier problema y reposara en una serenidad ficticia. Rápidamente trate de desviar la mirada pero mi curiosidad seguía más fuerte que mi miedo a lo que Clara parecía haber visto. El carro se estacionó en la entrada de la funeraria, el tío Ricardo había hecho los preparativos; él aún vivía con la abuela pues era es más joven de los 4 hijos que tuvo y nunca contrajo matrimonio. Aunque la familia era numerosa el funeral fue tradicional, llegaron solo algunos primos y familiares a transmitir sus condolencias y todo ocurría apaciblemente hasta que las tías Claudia y Esmeralda llegaron, el fuerte llanto de ellas inundó totalmente la sala, era como un alarido perturbador que rompía el aire y quebrantaba la serenidad que disimulaba la familia. Mi padre las abrazó a ambas mientras mi tío Ricardo quebraba en llanto a su lado. Cuando las cosas se calmaron busqué de nuevo a Clara, aún tenía una gran curiosidad, ella se encontraba sentada en una banca casi inmóvil y se mantuvo allí toda la tarde, justo cuando iba a hacerle la necesaria pregunta nuestra tía nos ofreció comida y la necesidad me distrajo. Mientras mi tía nos contaba las anécdotas de la abuela y rememoraban episodios de su vida con ella se hizo tarde, no pude hablar de nuevo con Clara hasta que volvimos a la casa ya en horas de la noche.

─Clara ¿puedo preguntarte algo más? ─ pregunté pero no dijo nada─ A ver decime: ¿por qué nos vigilan?

─Él busca universos ─respondió─, él esclaviza mundos solo para su entretenimiento y consume el dolor que extrae de ellos, su mensajero conquista los sitios impuros y los sume en sus miserias, purgando los pecados de este horrible universo. Hasta ahora había sido paciente, pero pronto enviará a su mensajero a destruirlo todo.

─¿Clara, conoces su nombre? ─le pregunté aterrorizado─ Tras mi pregunta ella me miró a los ojos muy fijamente, justo después estos se tornaron blancos, su rostro se veía pálido y balbuceaba palabras sin sentido de nuevo, pero en esa ocasión no fui paciente, llamé a mi padre, se acercó a nosotros y al notar el estado casi convulsivo de mi hermana se apresuró hacia ella. Él la tomó en brazos totalmente preocupado y tratando de calmarla, pero no hubo respuesta, ya su conciencia estaba más allá de su cuerpo, entonces mi padre decidió llevarla al hospital. Clara clamaba más fuerte a medida que se alejaba ─¡Lúguber!, !Lúguber Allgth fnugk!─. Esa noche Clara durmió en el hospital y no regresó hasta el día siguiente. Cuando le pregunté por lo sucedido ella no sabía de que estaba hablando; no recordaba nada de lo que dijo. Quedé sumamente intrigado y aunque esperaba que aquello no ocurriese de nuevo, a partir de entonces Clara no volvió a ser la misma, esos episodios se repetían cada cierto tiempo y acabaron aislándola del mundo, llegando a convertirla en blanco para la prensa amarillista. A los veinte años la diagnosticaron con esquizofrenia y trastorno bipolar, ha estado en un asilo de La Pampa-Argentina desde entonces y no la veo hace años, pero siguen en mi memoria aquellos momentos, cada palabra, cada descripción macabra del ese fatal demonio, el ser que ella llamaba dios.

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IV

El que mora en el abismo.

Cuando desperté en la cueva sentí un pánico terrible, trate de gritar por ayuda pero nadie me respondió. El trono ahora había cambiado de aspecto, la iluminación de la luna en esa noche plutónica se posaba sobre el monumento maldito a esos seres atroces llenos de inmundicia que adoraban aquellos cultistas. Allí estaba ella, era mi hermana, sentada sobre aquel trono. Un saludo amigable me sorprendió. El profesor Riverhades se encontraba unos pasos detrás de mí, de pie sobre el cuerpo de uno de los exploradores que estaba mutilado y ensangrentado, tiñendo de rojo escarlata el piso ya húmedo de aquella cueva, esparciendo el rastro de su vida conclusa con gotas de su fuente latiente, derramando aquel tinte sobre el agua que se acumulaba en los fosos y canales de aquel aterrador lugar, tallado por los años y maldecido por los rastros de hombres impuros en sus actos paganos. Aquel hombre sobre él me miraba con una macabra sonrisa a medio lado. Pensando «con razones» que se me aproximaba el mismo destino que tuvo aquel infortunado, me arrastré sobre mi espalda intentando vagamente ponerme de pie sin perder de vista al profesor, se dirigió a mí liberando una risa macabra, que retumbaba sobre las paredes de aquella antigua morada de la adoración maldita.

─Ah profesor Garcés ─dijo─, no debe tener miedo. No de mi. No soy yo a quien debe temer sino al que posa su ojo sobre usted desde el cielo infinito... ¿Ya lo has visto, no es así? Durante mis años de exploración he visto más cosas de las que un hombre puede soportar, he visto horrores nacer, gente buena morir; he visto el verdadero rostro de Dios y sus impuras intenciones. Vagué por el abismo del infierno rozando con mis dedos la grandeza del paraíso. El mundo no es blanco o negro señor Garcés, es casi totalmente negro, la luz es una rareza en este universo y cuando la luz desaparece vemos la horrible realidad que se oculta tras nuestra artificial percepción. La oscuridad siempre prevalece porque nunca deja de existir.

─¡Usted! ─le dije y lo miré con asombro─ Usted conocía esto, ¡usted es parte del culto!

─Así es mi querido amigo ─respondió Riverhades─. Descubrí la verdad hace muchos años en la universidad. Algunos de los científicos que la sabían tenían su propio culto en ella y algunos centros de investigación, yo fundé mi culto con dieciséis hombres, cada quien sabia de los sacrificios de esto, sabían que podían morir en cualquier momento para su júbilo, eran conscientes de la verdad; me ayudaron a llegar hasta acá. Durante mucho tiempo mantuve el grupo aislado y preferí no aceptar a nadie desconocido para trabajar con nosotros, pero cuando me enteré de lo de tu hermana supe que eras perfecto para esto. Hace dos meses investigaba algunos datos cerca de esta zona, en un periódico antiguo encontré la noticia sobre lo que ocurría con Clara y entonces decidí hacer una visita al asilo de la ciudad. Lo que me contó me convenció completamente: ¡ella lo había visto! Se comunica con él. Apenas me contó sobre ti te investigué y vaya que resultaste idóneo para traerte.

─!Pero quien es él? ─dije histérico─, ¿Quien es ese ser maldito que mora en ese abismo inmundo que vi en mi sueño? ¿Quien es el demonio misterioso que posa su ojo sobre el universo y juzga con gozo las acciones impuras de quien lo habite?

─¡Lúguber! Allgth fnugk Lúguber tlrd’s ─exclamó aquel incomprensible trabalenguas seguido de otras palabras enredadas─. Él es el que mora en el abismo, él es el guardián de la puerta, el que vigila el infernal pórtico cósmico, él es quien nos observa fundiendonos en las más oscuras vergüenzas, en los actos más recalcitrantes y horribles de nuestra humanidad. Él guarda tras su puerta a las criaturas de otra dimensión, a los seres atroces que solo su poder puede controlar y cuando se canse finalmente de nosotros enviará a su mensajero de horror a conquistar nuestro mundo y esclavizarnos. La vida no vale nada señor Garcés, no somos más que los vástagos de un puñado de restos de un dios durmiente fecundados por mera suerte del destino, no somos más que una nimiedad que se auto-consume haciéndose cada vez más miserable. Él nos observa paciente, pero no durará mucho tiempo. Yo conseguiré su favor y tu hermana me ayudará a ello.

En ese momento otra risa más profunda y horrible salió de su boca. Miré a mi hermana en aquel altar, se puso de pie para recitar de nuevo palabras enredadas y sin sentido, aunque empezaba a creer que se trataba de una lengua real de significado desconocido.

─¡Clara, alejate de allí! ¡Vení conmigo! ─Grité fuertemente pero no parecía escucharme, de nuevo miraba hacia el cielo, totalmente perdida en el parpadeante brillo de las lámparas lejanas del vacío galáctico, como lo había hecho mucho antes aquella noche, convulsionaba en medio de un trance, su rostro palidecía cada vez más y sus ojos eran cada vez más hondos y claros… parecía haber perdido su humanidad. La desesperante risa de Riverhades continuaba incesante y frenética, yo me infundía en el miedo mientras contenía el llanto. Ya no podía hacer nada más así que decidí correr fuera de la cueva, alejándome para siempre de aquel descubrimiento perturbador, llevando conmigo solo un terrible recuerdo. Desde ese día no se ha sabido nada ni de Riverhades, ni de mi hermana, ni de los exploradores. La policía vino a interrogarme esta semana pero no podía decirles la verdad; no me creerían ni una palabra. Incluso la prensa trata de contactarme para saber que ocurrió pero yo simplemente no deseo hablar con nadie, sin embargo escribo esta carta para hacerla saber al momento de mi muerte. Ha pasado un mes desde aquel evento y las horribles pesadillas que tengo desde entonces me han llevado al borde de la locura; sufro de ansiedad todo el tiempo.

Todos tenemos miedo a lo desconocido, pues lo cierto es que a veces es mejor no saber la verdad. Ahora me encuentro impaciente esperando la venida del mensajero demoníaco, pero no puedo quedarme hasta entonces. Quiero que quede constancia de que mi muerte no es por miedo. Hoy acabo con mi vida porque la hallo miserable en mi impotencia frente a los horrores que moran este universo. Aún hay muchos secretos que desconozco y no sería capaz de soportarlos, prefiero ceder ante el misterio de la muerte para acabar con el sufrimiento, esperando que con mi último suspiro mi alma se libere de este.

David Garcés. 17 de Agosto de 2016.


Nota: El bot Cheetah, no se como, encontró la primera versión de este relato en mi blog de Wordpress, pero esa versión es muy distinta y algo más corta que esta, en aquel momento no podía hacer un relato tan complejo como este, además de que aquel relato es inexistente ya.

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No puedo evitar dejar claro el origen de esta idea:


el tal Ángel David, Dross

Mano, me ha gustado mucho. Ha quedado muy bien la historia!

Gracias mi pana, 3 años puliéndola dieron buen resultado, muchas gracias por leerme.

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