El enunciado de este trabajo expresa una teoría que cada día cobra más fuerza, todos y todas somos migrantes, al reconocer elementos culturales, de lenguajes hablados y simbólicos, llegando incluso la ciencia a determinar que el 75% de nosotros, está compuesto de polvo de estrellas, lo que es un claro indicador de que la migración es parte del ADN de la humanidad.
El territorio desde donde provenimos, nos entrega una carga cultural, histórica y de saberes. Es desde ese lugar en el cual nos planteamos el abandonar el terruño para avanzar en la vida, ya sea en lo económico, social, por seguridad, salud, etc.
Nuestra américa morena está plagada de historias de migraciones, especialmente motivadas por guerras, dictaduras y por la pérdida de los territorios por parte de los pueblos originarios a manos de las transnacionales, la tan llamada “globalización”.
María Emilia Tijoux señala “Los estados entonces implementan políticas cada vez más duras para controlar la inmigración y más hostiles hacia el inmigrante Sin duda este es otro de los llamados males de la globalización. La historia registra multitudes de hombres, mujeres, niños, en los embarcaderos de Europa, tratando de salir de sus países tras los estragos que estaba ocasionando la segunda guerra mundial, lo mismo en España, con los avatares de la guerra civil, que destruía familias e historia. Ahora lo vemos en otras fronteras día a día, con imágenes implacables que no entienden de humanidad, barcazas a la deriva con más muertos que vivos y fronteras europeas con alambres de púas, ya que las autoridades de esos países también han perdido la memoria.
Si analizamos nuestra propia existencia, nacida en chile, la mayoría descendemos de migrantes, y no lo digo solo por los apellidos, que a veces pueden o no ser un indicador, sino que, también por nuestros rasgos físicos. Somos hijos, nietos, etc. de migrantes, incluyendo los pueblos originarios, que transitaban libres por los territorios, buscando mejores condiciones de vida para las familias que integraban sus grupos humanos.
Existen serias teorías del paso de familias asiáticas por el golfo de penas al sur de chile, que daría inicio al poblamiento de la Patagonia y luego el avance hacia el centro del país y otros aseguran que por el estrecho de Bering, en América del Norte, bajando desde Alaska hasta la Patagonia. Son teorías que reafirman el tema de la migración ancestral.
El ingreso de antiguos exploradores marinos europeos, que quedaron varados en distintas playas en el sur agreste y exótico de mi país, Chile, y, contando con la ayuda de los habitantes, rehicieron sus vidas integrándose a las comunidades, en una mezcla de rasgos que han permitido identificar ciertos sincretismos culturales y de lenguaje que dan cuenta de estas realidades, que nos llevan a otro punto de interés, ¿Quién es, en esta América Morena superior a ese otro que llega a nuestra puerta?
Debemos recordar además, en este mismo contexto, que los Estados-Nación son relativamente nuevos y sus territorios están en constante cambio, lo que está sucediendo de forma vertiginosa todavía en nuestra época, basta mirar Asia, Europa, África y también América Latina, como el caso de Perú y Chile, donde este último perdió parte de su territorio, en tribunal internacional.
Por otro lado, acercándonos a lo que hemos analizado en estos días, es interesante señalar que “La Unesco ha descartado la existencia de “razas”, por ser todos de la misma especie” Sin embargo, a pesar de esos llamados a mirarnos como seres humanos, sin distinción, vemos que la realidad es tremendamente brutal. El sentimiento de superioridad está siendo proclamado en nombre de dioses, países, política, modelo económico depredador, destrozando vidas en nombre de la superioridad de ese otro que no aparece pero ordena matar.
“Parece impresionante que la especie humana sea la única que se haya tomado tanto trabajo, tanta opresión y tantas muertes, para identificar o excluir a quienes forman parte de la misma” (U Abierta) En chile los temas tanto de pueblos originarios como migrantes son vistos por las autoridades desde la mirada del ser superior, escondida en Leyes que se hacen al acomodo y según el momento y a quien va dirigida la intervención.
Los países necesitan reglas claras, sin duda, pero que beneficien a todas y todos, sin distinción de sexo, raza, color de piel, opinión política, religiosa, situación económica, y un largo etcétera, que no se condice con la realidad de este pequeño país, y no sé si existe alguno de esta América que se desangra teniendo tantas riquezas en manos de tan pocos, siendo que con lo que produce, sus hijos e hijas todos tendrían un buen pasar, sin embargo, vemos como la miseria impera y se esconde la pobreza en frases inventadas por economicistas, como “Clase media”.
Todos y todas somos migrantes, también somos seres humanos, personas, con sueños, pensamientos, ideales, necesidades reales y adquiridas, existimos y buscamos incansablemente mejorar nuestras condiciones de vida.
Algunas personas apenas sobreviven, por causas económicas, políticas, sociales, por la temida guerra, que, como serpiente que zigzaguea avanza por distintos territorios llevando devastación y muerte. Necesitamos más solidaridad, necesitamos escuchar a ese otro que trae otros saberes que enriquecerá nuestro conocimiento. Necesitamos reconocer en ese otro a un ser pensante que tiene necesidades igual que todos y algún día podríamos ser nosotros los que volveremos a necesitar asilo, refugio, como ya sucedió en otras décadas.
Insisto, todos y todas somos migrantes, y, a través de la ausencia, el dolor, la incertidumbre y el vacío que se siente como una garra que aprisiona la vida de las madres y padres que tenemos a hijos e hijas en tierras ajenas, me atrevo a gritar al mundo que necesitamos más solidaridad, volver a encontramos, asombrarnos por el dolor del otro y recuperar nuestra difusa humanidad. Todos y todas, alguna vez en la vida, seremos, hemos sido o somos migrantes.
ilustración gentileza de @victorcaro
Buen análisis querida madre.