El Verano que perdimos. (Parte XII) 259.000 segundos y tu taza de café.

in #castellano7 years ago

01/11/2013

En el recibidor de tu casa.

"Dame sólo tres días. Tres días para mí, juntos, follando, saliendo a pasear agarrados de la mano, comiendo del mismo helado aunque sé que no te gusta, viendo una película abrazados aunque yo no sepa concentrarme en ella. Dame tres días para ser tuya, para que seas mío."

Así comenzó nuestra despedida, la primera vez que en verdad deseé algo y te lo pedí, te pedí tenerte tres días, los mejores de mi vida. Tu mirada fue un poema al oírme, llegué a pensar que responderías que no, pero al final cerraste los ojos, respiraste y dijiste un "Si" tan fuere y claro, que no podía haber nunca pensado que fuera mi imaginación lenta y torpe. Porque después tomaste mi cara y tu miel quemó en mi lengua.

Tres días completos, 72 horas juntos, eso fue lo que duró nuestro "nada" y nuestro "todo". Tres días, 72 horas, 4.320 minutos, 259.200 segundos. Bueno, no tan exactamente esa cantidad de tiempo. Sin embargo, no entenderás lo importante para mí que es hacerlo ver como más, estirar cada momento que vivimos. ¿Te acuerdas del viejo libro que me hizo llorar? ¿Ese que hablaba de los infinitos? Entendí lo que es querer estirar el tiempo, hacerlo parecer lo más largo posible. Entendí lo que es no querer perder a alguien, pero estar en la línea, a nada de decir adiós.

Porque estos tres días fueron un preludio, un pequeño prefacio para la despedida, fue un tiempo que estaba destinado a acabar. No más planes a futuro, no más hablar de un después, no creer en las posibilidades y matar todas las esperanzas. Porque después de estos tres días sabíamos que no habría vuelta atrás. Porque nosotros decidimos el espacio de tiempo en el que "seríamos" y al mismo tiempo no. Porque no fuimos nada y lo fuimos todo.

Y, mientras la lágrima se disuelve justo en las esperanzas que destruí cuando te propuse este preludio a la partida, comienzo a entender que esto es lo único que alguna vez podría haber obtenido de ti. No más que un paréntesis, la suspensión de la realidad, un invisible y etéreo juego, del cual nunca hubiera pasado a más.

Esos sueños de relaciones formales nunca se hubieran cumplido, tú nunca lo hubieras intentado conmigo y lo entendí. Pero no te tengo rencor por ello. Simplemente nunca sería. Por eso robé este tiempo de ti. Por eso te pedí que me arrancaras el alma en tres días, donde sería ese sueño, esa fantasía que nunca llegaría...

Gracias, Duncan, por estos tres días, infinitos para mí. Gracias por permitirme probar el amor, la locura y la felicidad.

Después de terminar nuestras obligaciones ese viernes, simplemente recorrimos la ciudad sin rumbo fijo, sin decir mucho, simplemente uno en compañía del otro.

Me llevaste al cine, aunque yo pasé toda la función jugueteando con tus dedos y tu cabello, besando tu cuello y tus labios, porque nunca me he concentrado en los filmes. Tú, mientras, sonreías, me devolvías el beso y regresabas tu atención a la película y distraídamente pasabas tu brazo a mi alrededor. La dulzura no era parte del trato, pero me sentí totalmente atrapada por tu cara de concentración y tus acciones cariñosas con las que demostrabas que si notabas mi presencia. Casi una cita, pudiera haber dicho mi vieja yo.

Cocinamos juntos una cena que se enfrió. Carne, salsa de champiñones, puré y unos vegetales. Al terminar de cocinar estábamos tan calientes que dejamos la comida a un lado, para comernos a besos hasta fundirnos con la galaxia. Al final, terminamos comiendo uno del plato del otro, casi desnudos y en tu cama.

A la mañana siguiente el olor a café en tu aliento me despertó, cereales y un jugo después de volver a estar juntos fue lo mejor. Pero espera, la ducha que tomamos luego fue ardiente. Si hubiera sabido que después de pasear todo el día me comprarías un helado, Stracciatella, mi favorito y luego me llevarías a una calle vacía para fundirnos como dos adolescentes, creo que me hubiera vestido con esa falda suelta que habías dicho que me sentaba bien.

¿Qué puedo decir? Soy muy romántica, por lo que, si me preguntas que recordaré siempre, será cuando nos desenvolvimos en el sofá, con ropa cómoda, tu acostado y tu cabeza apoyada en mis piernas, hablando de nada y de todo, siempre excluyendo el futuro, pero riéndonos. Recordaré cuando nos miramos a los ojos sin nada que decir, y, sin siquiera pensarlo, besé tu frente, tu nariz, tu boca. Te volví a mirar y no necesitamos otra palabra. Te levantaste lentamente y me cargaste; a pesar de la vergüenza me llevaste a tu cama y me desvestiste lentamente. Esa noche yo sentí haber hecho el amor contigo. Bueno, yo te amé mientras teníamos sexo, sería más acertado decir.

Despertarme esa última mañana con tus besos y tus caricias fue doloroso. Quería acostumbrarme a ello. Pero ya no quedaba más tiempo. Lento, suave, casi agonizante. Sin palabras, sólo piel con piel, jadeos y unas cuantas marcas de uñas y de dientes. Perfecto e insensato. Desayunamos unas tostadas que preparé mientras estabas en el baño, luego prendimos la consola y nos dimos tres partidas, o diez. No llevé la cuenta entre las risas, las palmadas juguetonas y los insultos infantiles al perder.

Besos, cosquillas, una pequeña persecución, desvalijar la nevera e intentar preparar papas rellenas. Comer tarde, prender la televisión y acostarnos juntos, yo leyendo unos poemas que cargaba en mi pequeña mochila y tú observando anime, mientras jugabas con mi cabello. La madrugada cerniéndose sobre nosotros sin darnos cuenta.

Gracias por abrazarme esta última noche, dejarme estar acostada tan cómodamente en tu pecho, envuelta en tus brazos, escuchando tu respiración. Gracias por no hacerme el amor, por no follar conmigo esa noche. Por hacerte el dormido al escuchar mi "te amo" y luego al creer que dormía abrazarme más fuerte. Porque te amo, en cualquiera de sus conjugaciones. Te amaba, te amé, te amo, te amaré, te amase, te amara, te amaría...

Ahora debo irme y tú te quedarás aquí, en esta cama que te pertenece sólo a ti, durmiendo tranquilamente, sin rastro de un futuro juntos, sin nosotros. Tú en tu camino y yo en el mío. Porque es lo que el destino dicta, lo que nos ha arrastrado a este punto. Porque ya no hay más que hacer, comprendí que no existirá un "nosotros". Porque no existió nunca.

Tal vez, en otra vida, fuimos felices juntos, tal vez en otro espacio los dos nos amamos en el mismo plano, en el mismo tiempo.

Pero esto es el ahora, y te dejo en la cocina unas panquecas y un café recién hecho. Sé que su olor te despertará dentro de poco.

Por lo pronto, es hora de despedirme, porque estoy totalmente segura que no iras tras de mí, no me buscarás. Me aseguraré de enviar postales de mi viaje, para que decidas si abrirlas o no, si quieres saber de mi o prefieres dejarme en el pasado. Mientras debes de estar abriendo tus ojos, notando que no estoy contigo ya y percibiendo el olor del café que aún no se enfría, sonrío y escondo nuestra foto en mi maleta, mi recuerdo de estos tres días que casi llegaron a ser perfectos. Nunca olvides que te amo, Duncan.

Te perteneceré siempre,

Tu Alaska.

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