Lucía era una mujer morena, atractiva, de 38 años que hacía dos se había divorciado de su ex esposo quien por supuesto la había dejado por otra más joven. Desde el divorcio, Lucía decidió dejar de creer en el amor y llevar una vida sencilla, práctica, sin perder el control, ni dejar que los sentimientos se entrometan en sus decisiones.
Durante este tiempo, se aferró a todo tipo de excusas que sentía que le daban “seguridad” convenciéndose de que “no estaba interesada en amar”, “no era el momento para esas cosas” o “no tenia tiempo”…
Así seguía su vida, hasta que un día, una tarde saliendo de un restaurante, cercano a su casa donde siempre compraba comida para llevar, se tropezó con un hombre de cabello blanco de unos 50 años que no reflejaba una gota de preocupación en su cara, casi sin arrugas y con un rostro que proyectaba una paz interior que iba mas allá de lo normal, con voz pausada y en un tono agradable la invitó a conversar en un cafetín de la acera de enfrente.
Lucía dudo un momento, pero la sonrisa tranquilizadora de aquel hombre finalmente la convenció de aceptar la invitación, el encuentro fue muy breve, ella respondió una serie de preguntas sin pensarlas mucho solo decía lo aprendido en los últimos años:
-¿Porque estas tan sola?
- Porque no tengo tiempo ahora para compartir mi vida con alguien mas
-¿por qué siento que ya no crees en el amor?
-Dame una razón para volver a creer, ya he tenido suficiente y he sufrido lo que me tocaba - El amor no te hace sufrir, te ayuda a vivir
-Pues yo amé y terminé herida
-Puedes volver a amar
-Si el amado en cuestión se va con otra no se puede seguir amándole
-¿No lo extrañas?
-¿A quien? No, no se puede extrañar lo ausente, no?
-Al amor, te hace falta, ¿no extrañas amar? - Ya olvidé lo que se siente
- Te puedo ayudar a recordar …
- ¿Cómo? Ya le dije que no estoy buscando una relación, no tengo tiempo
-Solo siente...
El hombre colocó su mano sobre la mano de Lucía en la mesa del restaurante, ella sintió un escalofrío y una sensación agradable y tibia que le recorrió el cuerpo, acompañada de una paz y bienestar que hacia mucho no sentía.
-Que raro, me siento diferente…
-¿y como lo describirías?
- Estoy feliz, como si quisiera arriesgarme y pudiera lograr cualquier cosa
- Dime mas…
- No siento temor, no me importa perder el control, como si pudiera tocar el cielo con las manos, no puedo dejar de sonreír, no lo comprendo pero no tiene importancia, sin preguntas ni porqués, especial, amada y hermosa, me faltan las palabras….
-Así es el amor, lo recuerdas?
-Si, es una bendición, es interno, no depende de otra persona, ahora entiendo, es un sentimiento propio.
-Así es, no pierdas mas el tiempo evitando amar, ama a todos los que te rodean, a los animales, las plantas, amigos, compañeros, nunca dejes de amar.
El hombre soltó la mano de Lucía y se levanto de la mesa dejando el billete para pagar la cuenta y ella quedó sentada disfrutando su café, agradecida, llena de amor, un sentimiento del que no volvió a alejarse jamás.
Nunca permitamos que una desventura cambie nuestra esencia, somos seres de amor.
Bonito relato, que tengas mucho éxito, muy buena narrativa (no soy experto escritor ni nada) pero interesante este tipo de historias, saludos
Cuando el amor toca a tu puerta no lo dejes marchase son solo lis privilegiados los que pueden vivirlo.