Bienvenidos y Bienvenidas a “La Revista de los Caro”.
Después de mucho tiempo pululando por la vida y por las redes intentando encontrar mi sitio y personas en quién confiar, de pronto me di cuenta que siempre la había tenido “Los Caro”.
¿Quienes son los Caro? “Caro” es el apellido de mi padre. Cada vez que mi familia visitaba a algún amigo decía “vienen los Caro”, “los Caro” ha sido una definición de grupo. Y como si de un mote se tratara, el hecho de ser un “Caro” no tiene nada que ver ni con la sangre, ni con el propio apellido. Se trata de ser familia, de poder conversar cada cuatro años como si hubiera sido ayer, se trata de compartir la mesa o cruzar medio mundo para apoyar a otro. Antes de que mi abuela materna se me aparezca y haga volar sartenes por no colocar su apellido en primer lugar, debo aclarar que la definición como “Los Caro” no excluye ser Arias, Mis hermanos, mi madre y yo somos Arias. Pero los Caro somos muchos , también están aquellos simplemente son como los Granadino, Mejias, Olavarría, etc . Somos todos aquellos con los que desearíamos estar en un mal momento y aquellos con los que queremos compartir los buenos.
La razón de crear esta revista es para registrar nuestra existencia y sobre todo, divertirnos.
Encabezando nuestro primer número está Etelvina Ramirez, mi abuela. Etelvina fue la primera enfermera universitaria de Chile, algo que nos recordaría a todos siempre. Inteligente, tajante y firme; mi abuela parió a 3 hijos y 3 hijas. Vio pasar el siglo y sus cambios desde su casa en el centro de Santiago de Chile. Nunca fue una abuela convencional: no se guardaba su opinión, aunque esta se transformara en una crítica mordaz.
Pero ella inauguró el siglo siendo una mujer independiente, universitaria y autónoma económicamente en una época en que ni siquiera tenía derecho a voto; lo cual la endureció. Es difícil ser distinta y adelantarse a la época en que se nació.
Los grandes eventos en la casa se hacían bajo el parrón. Añosas parras plantadas por el abuelito Juan afirmadas a maderas colocadas con cierta probabilidad por el primo Carlos Castañeda, en la década del cincuenta eran el escenario de esas recordadas reuniones. Los hijos varones, niños inquietos primero para luego ser adolescentes distraídos, no éramos consultados respecto de los invitados , el menú o los adornos llamados ahora cotillón, sólo cumplíamos órdenes. Las hermanas sabían mucho más, participaban en la cocina, en la limpieza y a veces atraían algún invitado-pretendiente de buen traje y mejores maneras. Mis actuales cuñados pasaron por esa experiencia, desde la timidez provinciana a la audacia desmedida con un borgoña en la mano.
Las mejores fechas eran el Año Nuevo y el 18. Habría asado en una parrilla que no recuerdo quién la trajo, o en el asador construido por el inefable Harry, al fondo cerca del damasco. La leña la constituían trozos de madera que jamás faltaba, hasta que empezó a aparecer el carbón en cómodos paquetes. La discusión sobre la carne la realizaban los cuñados, hombres mayores a la fecha, mientras los demás observábamos. El abastero, el lomo vetado, la punta de ganso y demases eran nombrados dentro de inflamadas diatribas. Se evitaba el cordero por alguna mala experiencia y tristeza mía. El pollo y las vienesas se ubicaban tímidamente en un borde de la parrilla al alcance de la gula infantil. A veces no había paso a discusión ninguna porque algún invitado traía el abastecimiento. Luego, con la participación de los que ganaban dinero, se repartía la cuenta entre sigilosos murmullos. Con mi natural falta de concentración no alcanzaba a percibir esa etapa. Tal vez aún deba algo sin saberlo.
Las ensaladas eran algo obvio. Aparecían en medio de las mesas y nadie se sorprendía por ello, quisiéramos o no, allí estarían junto al pebre que era fabricado con ají real finamente picado. No era lo mismo con el trago, desde la botillería del frente con mi hermano cargábamos una garrafa destinada al mencionado borgoña en durazno y a enriquecer algún guiso. En la mesa había vino embotellado, blanco preferentemente, pues nuestro padre lo consideraba “de caballeros”.
Nuestra Tía Nana complementaba, sobretodo en Navidad, con un afamado ponche en culén, con canela y algo de aguardiente, en una ponchera de cristal o en cualquier contenedor que por lo general tenía el defecto de desaparecer muy pronto. Buena bebida ancestral que no he tenido la suerte de volver a ver. Eran tiempos de bebidas gaseosas caras y escasas cuyos envases de vidrio se coleccionaban y en el que el formato familiar no irrumpía aún y los que no teníamos autorización para ingerir alcohol y la ración de gaseosa la habíamos terminado nos contentábamos con humildes jugos en polvo Yupi.
Hábiles en cortar, trinchar, quebrar huesos y repartir presas, las damas iban dándole destino a todos los componentes del banquete de forma que cada uno recibía un gran y colorido plato pleno de todos los alimentos vegetales y cárneos con democracia rayana en el socialismo. Solíamos recibir furibundas miradas y gruñir de dientes si osábamos protestar por el tamaño de la presa. Éramos alrededor de quince a treinta personas siempre. No cabían las protestas y nuestros cráneos supieron de solapados coscorrones por insistir en justicia imposible.
Saciada ya la ansiedad gástrica, solíamos quedarnos sentados en nuestros lugares a decir lo más genial que se nos ocurriera mientras los más antiguos se tendían para la siesta y generalmente no nos percatábamos que el batallón infantil que constituían las familias de mis fértiles hermanos y comandados por la Maritza, la nieta mayor, se formaba frente a las mesas conformado por alrededor de diez primos menores de ocho años, para hacer algo en conjunto. Les repartía papeles con las letras y asumía el mandato del grupo para luego anunciar una canción o dos que interpretarían a coro. Todavía tenían su energía intacta y mantenían su rostro serio. Algunos miraban concentrados su texto, tal vez porque aún no sabían leer. Cantaban entonces a coro sorprendiendo a todos y dándole un toque de magia a la velada.
Acostumbraban continuar su espectáculo con sketchs creados en el momento probablemente. Incluso recuerdo uno en que salieron la Marité y el Hugo a escenificar un chiste. La Marité daba cortos brincos y lanzaba extraños grititos como gaviota del Mapocho mientras el Hugo emitía parlamentos entre carcajadas. Supimos después que la Marité imitaba un borracho, aunque no era el propósito de optar a premios teatrales lograban hacer reír. Luego jugaban repartiéndose por el patio mientras los grandes miraban a la Tía Nana entre presintiendo y solicitando unas buenas onces. Era la hora de tomar un antiguo bolso de género e ir a la panadería para volver con al menos tres kilos de buenas marraquetas y hallullas. El queso, las ensaladas y los restantes trozos de carne pasaban al interior de los panes formando sandwichs que junto a la milagrosa leche, que no se agotaba nunca, y los cafés y las teteras sin fin volvían a llenar los ya repletos vientres.
Al anochecer entraban en juego las instalaciones varias que nuestro Koko, técnico familiar, había hecho bajo el honorable parrón. Cables que partían desde misteriosos rincones de la pieza del fondo, daban vida a dos humildes ampolletas y a ruidosos, pero en FM, parlantes artesanales. Colgaba bajo las parras en medio de la escena una bolsa de plástico llena de agua. No sé, a ciencia cierta quién la puso y porqué, pero tenía procelosos reflejos de las ampolletas cercanas adornando el espacio. Algunos fumaban bajo el manto de hojas de parra observando las volutas, otros ya estaban en silencio, otros se iban a visitar la casa por dentro, excepto los que fumaban que recibían una reprimenda de nuestro padre que odiaba el “fuñingue”, y los más se preparaban para irse. Partían las visitas a sus hogares, algunos se subían a una legendaria Citroneta conformando un montón irreconocible de niños durmiendo. Otros a las micros y los que se quedaban por obligación, a repartirse en los dormitorios. En ese caso la Tía Nana era la más requerida por algunos sobrinos para dormir en su cama y a esa altura ya tenía a alguno dormitando en brazos. Nuestra madre miraba un montón de platos, jarros, servicio y copas sopesando la alternativa de lavarlos al otro día. Los gatos aparecían cuando había ya poca gente y se agolpaban en su sitio reconocido al lado de la puerta de la cocina a devorar todo lo comible.
Me atacan los recuerdos. Empezaban historias y terminaban otras y todo era rápido, en ese parrón éramos capaces de parar y revisar los acontecimientos y seguir con nuestras vidas sintiendo las pilas cargadas.
La perrita Iza, mescla de rottweiler y labrador, nuestra alegría.
Los días pasaban lentos y algo grises, algo faltaba en nuestro hogar. Aunque teníamos la alegría y la risa constante de nuestro pequeño hijo, y la insolencia dulce propia de la adolescencia de nuestra hija estudiante universitaria, algo nos faltaba en nuestra humana existencia.
En la universidad en la que terminaba mi carrera, apareció un cartel que ofrecía una perrita, cachorra pequeñita que buscaba hogar, luego de hablarlo como familia, les llamamos y nos llevaron a casa una cosita bella, negra de color, pelaje corto y la mirada más hermosa que se puedan imaginar. Esa es nuestra Iza, regalona, independiente y juguetona.
Creció junto a nuestro hijo, adueñándose del patio, donde plantábamos vegetales y algunas plantas decorativas que ya no existen, a excepción de un árbol que anida cientos de pájaros y que se eleva hasta el cielo. Convive con dos gatos que habitan en el antejardín y patio de casa, en un constante juego de si te atrapo, y gatitos empeñados en joderle la vida. Se comportan como niños enojones y al mismo tiempo juguetones, sin dañarse, solo llenando el espacio de ladridos y gruñidos, alertando a vecinos de varios metros a la redonda de sus travesuras.
Un día, en un descuido de un visitante, salió corriendo de casa, y al cruzar la calle la atropelló un auto que se dio a la fuga, dejándola gritando de dolor, con el fémur quebrado en varias partes, y la impotencia, pena y dolor de toda la familia, que corrimos con ella a la veterinaria, y luego de un largo proceso, fue intervenida y le pusieron unos soportes de fierro en su patita, parecía una perrita-robot, cojeando evidentemente con dolor.
Pasado un tiempo, el veterinario le sacó el soporte y nuestra perrita se recuperó completamente, aunque ahora tiene mucho cuidado de cruzar la calle, y nosotros de mantenerla alejada de la puerta de salida, sacándola con las precauciones respectivas, reconociendo que Iza ya aprendió la dura y dolorosa lección, sale por poco tiempo a la calle, a ladrarle a sus amigos, perseguir a algún gato despistado sin pillarlo nunca, y regresar rápidamente a su comida y agua, más de alguna golosina perruna que le compramos para regalonearla también le espera y ella sabe, es entretenido mimarla por ser tan linda perrita bien portada.
Tiene un pequeño problema al sacarla a pasear, ya que ha roto más de cinco cadenas, arrastra al que la saca, pues tiene una fuerza de dos elefantes, por lo tanto, la dejamos salir sola, la esperamos a que ladre a destajo, seguramente conversando con sus amistades perrunas, y rápidamente vuelve corriendo como caballo desbocado y entra a casa a retomar su rutina de molestar a los gatos y a los pajaritos que se posan en el árbol que sobrevive bellamente en nuestro patio.
Iza es parte alegre de nuestra familia, una perrita de mirada dulce y de una nobleza a toda prueba, con una fuerza descomunal y ternura de ángel. Nos ha llenado la vida con su presencia y pequeñas locuras de perrita feliz.
¡Hola!
Bienvenidos a esta primera edición de la revista de Los Caro.
Por mi parte, yo voy a presentar dibujos que vaya haciendo. Por cada edición, un dibujo nuevo.
Hoy voy a enseñaros una actualización de mi Persona. En caso de que no lo sepáis, una Persona es la representación personal de alguien. Por ejemplo, cuando un artista se hace un dibujo de sí mismo, eso es su Persona. Éstas no tienen que ser 100% iguales al que lo dibuja. Pueden tener partes extra, como, por ejemplo, alas. Y ese es mi caso.
Hace poco, me corté el pelo. Llevaba varios años sin cortarlo tan corto, lo cual es un gran cambio.
Ahora, voy a enseñar mi dibujo más reciente sobre mi Persona. ¡Espero que os guste!
There it is!
Como decía, mi Persona tiene alas, ya que siempre que me imagino a mí misma, me gusta imaginarme con alas. También llevo el pelo corto, dado a mí revierte corte. La paleta de colores que he elegido (colores azul y rosa pastel) son así ya que son mis colores favoritos.
Ahora estoy aprendiendo a dibujar alas, y creo que mis esfuerzos están dando sus frutos. Personalmente opino que me quedaron bastante bien.
Luego, la pequeña cosita del collar es una parte del Ying y Yang, ya que la otra parte lo tiene una amiga mía.
Bueno, no tengo mucho más que decir. ¡Realmente espero que os guste el dibujo! Ahora voy a poner algunas imágenes del dibujo de un poquito más de cerca. ¡Nos vemos!
FORTNITE
Fortnite, ahh ese juego del cual todos hemos oído hablar. Fortnite es un juego de supervivencia donde objetivo es sobrevivir a la tormenta y a los monstruos que ha traído. ¿¡QUE!? Me acaban de decir que vosotros seguramente habías oído de un juego donde hay que matar a 100 personas y ser el ultimo en pie en una isla. Empecemos.
SALVAR AL MUNDO
Salvar al mundo es un modo de juego (el original) donde el objetivo es hacer misiones, conseguir armas, héroes y materiales. Los héroes se dividen en cuatro clases principales: Trotamundos (explorador de toda la vida), Constructor (un tío o tía que esta especializado en poner trampas y construir fuertes), Soldado (especializado en combate) y Ninja (especializado en combate cuerpo ha cuerpo). Si queréis este modo actualmente esta de pago por 40 euros, pero en 2018 estará gratuito por palabras de Epic Games (desarolladora). Lo bueno es que te da paVos (moneda del juego)
para comprar skins que no sirven para nada pero te hacen sentir mejor para el siguiente modo de juego.
Fuente
BATTLE ROYALE
El battle royale es un modo simple 100 tíos y tías en una isla, gana el ultimo en pie. Cada cierto tiempo meten modos de tiempo limitado como por ejemplo:
-Tiroteo de Tiradores LimitedTimeMode(LMT).
-Tiene una historia extraña que se sacan de la manga.
(Decirme si quereis que en el próximo número de la revista diga “el lore”)
¡Oh! es cierto también hay una tormenta que como te pille te va quitando vida, también hay setas alucinógenas que te dan cinco de escudo, el cual sirve para tener x2 de vida (el escudo se consigue con mini escudos que te dejan a 50 “de escudo” pociones de escudo que cada una te da 50 “de escudo” y las setas) hay manzanas que te dan 5 de vida y hay rocas que te las comes y puedes saltar mucho.
COSAS
En este juego se puede construir con rampas, pirámides (pequeñas) y paredes.
Se pueden hacer construcciones increíbles con muy poco. Llevo jugando 4 meses solo y ya se construir, editar, apuntar (a medias) y “manquear”.
FuenteHace poco fue el E3 el evento más grande de videojuegos del mundo y los de Fortnitehicieron un pedazo de torneo donde se sorteaban ni mas ni menos que...
¡3.000.000 DE DÓLARES! El primer premio era un millón y se lo llevaron Ninja (el mejor jugador del mundo) y Marshmello (Dj famoso).
El modo salvar al mundo tardó 6 años de desarrollo.
Juegan más de 50 millones de jugadores al modo battle royale.
Nos hemos divertido mucho haciendo este número, como siempre ilustrando nuestras ideas @senoralonchafina y @victorcaro
Gracias chicos, he quedado alegremente sorprendido, no había encontrado una revista que me interesara tanto y me incentivara mis neuronas. La habilidad de Gabi y la erudición de Toto, la historia ya la había puesto en facebook y todo junto hace una publicaciòn para abrazarla y llevársela a dormir con uno. Gracias de nuevo.
Gracias abuelo.
Vamos a preparar el siguiente numero, los niños ya tienen lista su parte @senoralonchafina te mandó pa la cocina
excelente me encantó
Gracias! Ya nos estamos preparando para el próximo post.
Gracias wapa!!! estamos disfrutando de hacer algo juntos.