Estoy en el Infierno.
No existe otra manera para describirlo: estoy en el Infierno. No sé por qué; es decir, no puedo pensar en ninguna razón por la que merecería estar aquí, pero estoy aquí. No existe ninguna otra parte que este lugar pueda ser. El Infierno, o al menos la parte del Infierno en la que me encuentro, no se ve como lo hubieras imaginado. No es ninguna caverna subterránea llena de fuego y demonios rojos torturándote. En vez de eso, este lugar es un páramo que no alberga nada aparte de mí. Ahora, sé lo que estás pensando: no es tan malo. Podría ser peor. Pero confía en mí, se pone peor. A pesar de que estoy en el Infierno, aun así siento hambre. Este debe ser parte de mi castigo. Siempre tengo hambre, y no hay nada en este páramo que pueda comer. Nada a excepción de un único animal. Y se burla de mí, como si supiera que me encuentro famélico. Naturalmente, trato de cazarlo para poder comer, y es aquí cuando el asunto empeora. Al ser el Infierno, este animal no puede ser capturado. Cada vez que lo intento, cada vez que me acerco a atraparlo o matarlo, simplemente se escabulle y se aleja de mí. Así que ese es mi destino, hambre eterna con la única fuente de alivio siendo inalcanzable —y lastimándome en el proceso—. A veces, trato de ser creativo, esperando que, contra viento y marea, atrape a mi presa. Un poder supremo invisible suele proveerme herramientas nuevas, quizá no como un acto de piedad, sino para poder reírse de mi sufrimiento. Para asegurarse de que el destello tenue de esperanza que permanece en mí nunca desaparezca. Después de todo, si llegase a perder toda la esperanza de éxito, entonces ya no seguiría sufriendo, ¿no? A veces, solo para fastidiar a mis torturadores, me rehúso a cooperar con este juego. Pero el hambre nunca cesa, y siempre es cuestión de tiempo antes de que me rinda y retome la cacería. Y si el hambre no me sobrecoge, el aburrimiento lo hace. Esa es la belleza de este Infierno, puedo detener la tortura autoinfligida en cualquier momento que quiera, pero cuando lo haga no existirá absolutamente nada más que pueda hacer. Futilidad o aburrimiento; esto es, en efecto, el Infierno. Solo puedo desear que si alguna vez atrapo a ese animal, el sabor de correcaminos valga la pena.
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