A teresa
He complicado, cada sistema, cada ser, cada mínima distancia entre dos partículas. He consumido cigarrillos que al mismo tiempo van vividos en una flor, he objetado a cada sentir para desmitificar el hecho de que la razón sanciona ciertos dominios, pero sin embargo no he logrado simplificar una sencilla palabra con tanto poco sentido estos últimos días
He visto como caen las estatuas y monumentos a este arte, tan cercano que se siente un poco frió el aire, al oír el sonido de éstas cayendo. Se oyen incendios de bibliotecas enteras, quizás solo tengan fotos esos libros, quemándose al azar tal cual cualquier incendio que ocasiona un sin razón. Un metodista de la violencia, una razón escapada que se preguntó si el fuego era su primer recurso, pero sigue teniendo su humanidad latente en cada acción. Que es más humano que llevar todo a las cenizas.
Pero seguramente solo nacimos para ser tentados como leí en alguna revista o libro. Hemos de ser un poco vencidos por la pregunta y la respuesta, sabemos que doblega nuestra actitud ante el mundo, pero sobre todo ante la vista.
El preguntar se volvió tan crítico que decidir hacerlo se ha convertido en una metáfora sobre como sobrellevar las cosas. He entendido muchas cosas menos las metáforas. Y en este momento donde quisiera hacerlo no te entiendo a ti.
Cuando el termino de leer, ella solo volteo su cabeza con vista al techo. Soltó una risa, cerró los ojos y disparo sin más.
Cuando tocaba domingo, nos quedamos en casa para ver alguna película, comer en la cama y hablar de todo lo que paso en la semana. Su trabajo era más interesante que el mío. Yo solo escribía unas páginas semanales para un diario local. No me alcanzaba para una casa en la riviera francesa, pero si para los gastos comunes. Ella en cambio trabajaba con su padre en un importante laboratorio farmacéutico, creo que buscaban alguna cura. Pero nunca le pregunte concretamente.
Al principio me preguntaba que hacia una chica así, con alguien como yo. No tenía mucho de especial. Escribía para un diario local, paseaba al perro de mi vecina cada noche y finalizada la semana dictaba talleres sobre redacción on line. Nada fuera de lo común.
Un hombre sencillo, un amor complejo. Supongo que sería perfecto para mi epitafio. No sé por qué ese domingo pensaba en ello. Pero aun así lo hacía.
Ella cocinaba algunas tostadas, un par de huevos revueltos. Algo de jugo de manzana y la mesa ya estaba lista. O quiero decir la cama.
Yo en cambio fumaba un cigarrillo en la ventana y veía como unas señoras peleaban por verduras en la mitad de la calle.
Mis domingos habituales con ella pasaban tal cual, un flojo pero muy activo físicamente domingo. Todo era cuestión de ver algo en la tv o comprar un par de películas
Pero nadie entiende el amor. Y yo no seré el primero en intentarlo. Ni tampoco el último. Foucault decía que el amor es solitario. Se puede Amar perfectamente sin que el otro lo haga, es una condición especifica pero es más común de lo que pensamos, entonces así explicamos un poco como vemos el aumento de las demandas del uno hacia el otro. Un caso casi presente.
La semana siguiente solo faltaba yo. Ella seguía en mi departamento, yo en cambio conseguí viajar por un trabajo. Entonces comencé el habito de quemar todo lo que escribía y descubrí que se borraba de mi mente incluso hasta olvidaba haberlo escrito.
Quizás en la primera cita con ella. Debido a que soy muy callado lo único que se me ocurrió fue. “¿quieres salir conmigo?, quizás en algún momento de la noche alguno de los dos pueda decir algo interesante.”, luego de eso fue domingo tras domingo, hasta que yo comencé con el habito de quemar todo y ella solo simplemente me preguntaba por qué lo hacía.
Hay cosas que simplemente no tienen origen, otras que simplemente no puedes parar, hay situaciones donde la desconstrucción es el único camino.
Entonces dentro de esos pequeños espacios donde yo no estaba, comenzó lento pero seguro, a crecer una pequeña idea en su mente, que conforme yo iba quemando mis textos ella iba alimentando su locura por la curiosa actitud de saber que pasaba por mis paginas antes de llegar a ser cenizas.
La situación llego al punto de desconstruirse como ella misma fue haciéndolo cada domingo, hasta que no fue ninguno. En los días siguientes comencé una carta donde no entendía por que pasaban las cosas, pero pasaban. Y comenzaba
A teresa…
La deje en una mesa y pensé en quemarla pero cuando me disponía a hacerlo, ella entro a la habitación con un arma.
Una noche de esas mientras estábamos acostados no había nada de electricidad en la casa, el pequeño ventilador que nos refrescaba se había dañado, entonces solo estuvimos ahí sin sabanas, con la ventana abierta y desnudos viendo a la oscuridad, porque la noche era una de esas sin luna.
Entonces le pregunte, ¿A qué te sabe la noche?…
Cuando disparo solo podía recordar, aquella pregunta. Ahora en la misma situación sin luz, sin el ventilador pequeño funcionando, y con mi conciencia desvaneciéndose, lo único que recuerdo es aquella pregunta y su respuesta.
Mi interior me hizo la pregunta – ¿ A que te sabe la noche?.
Algo salada y espesa, creo que era la sangre, pero aun así recuerdo justo ese momento donde ella me respondió aquella pregunta.
– ¿ A qué te sabe la noche?.
– A ti, seguramente… respondió ella.
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