Hace cincuenta años usted no oía palabras como acecho, esas palabras inglesas harassment o bulling. Estuvieras donde estuvieses, los juegos eran insoportables y no obstante, debías aguantar hasta el borde. En la escuela siempre el fuerte contra el débil; en el juego; en la cancha; en el comedor; o donde practicaras cualquier acción. No se quien inventó las palabras para denunciar agresores y verlos en todas partes, que es lo mas triste, te conviertes en un paranoico hasta que te mires como la persona que permites todo en tu contra y no tienes capacidad ni carácter para contrarrestar esas posibles agresiones.
Hoy en la calle, en el autobús o en la plaza, no puedes jugarte con nadie; es posible que seas un agresor y así te juzgarán. Imaginen aquel jugador de baseball, Jackie Robinson; no solo era negro, primer negro en jugar en ligas mayores en USA. Era la persona que tuvo el valor de sobreponerse al racismo y al bulling. Terrible para un ser humano, la eterna cizaña, sus debilidades elevadas al máximo; solo él con su confianza mas el consejo oportuno de Bill Veeck: Pudo sobrevivir al insulto, al racismo y la irracionalidad del desprecio colectivo. Pero nunca acusó a nadie. Luchó con sus armas, bateo, corrido y disposición especial para jugar y convertirse en leyenda.
En oficinas públicas, hoy en día enamorarse es un pecado, pueden decir que es acoso sexual. En donde tengas a un subordinado, tienes que saber hablar con un tino, el acoso puede ser una larga condena. Prohibido mirar, acercarse y aunque sea por amabilidad, ten cuidado, unos meses en la cárcel te apaciguará y es mejor que seas ciego, mudo y sordo.
Los niveles de convivencia en sociedad se hacen fuertes. Todo no puede ser acoso ni sarcasmo. Nunca he sido un padrino para bautizar con sobrenombres alguien. Siempre he mirado con respeto a los demás. Pero acusar o denunciar bulling, me parece que es voluntad de quien lo haga. No debe ser una cacería de brujas.
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