Un gran libro mayor de acontecimientos digitales distribuido en tiempo real entre todos sus miembros, donde cada “acontecimiento” es observado y validado por todas las partes, guardándose en bloques de datos encriptados y entrelazados entre sí, quedando un registro inmutable y permanente, donde no se puede modificar nada de lo anotado. Así deben ser todos y cada uno de los procesos de la administración pública, sin distingo de niveles, ubicación o jerarquías donde estén involucrados bienes, acciones, e intereses públicos y que afecten directamente el manejo de recursos de toda índole de un Estado. La blockchain, junto a otras tecnologías digitales, puede cambiar totalmente la gestión pública en Latinoamérica.
Ya tenemos la tecnología y estoy completamente seguro que aunque hoy no nos sobra recursos humanos preparados en la blockchain, tenemos los suficientes para llevar a cabo esta tarea. Incluso si desde ahora la sociedad civil latinoamericana junto con las Universidades, centros de estudios y organizaciones sociales dirigidas al mejoramiento de la calidad de vida de nuestros ciudadanos, sea cual sea su especialidad particular, se involucra en serio, mucho más pronto que tarde habrá personal de sobra para encarar el reto de avanzar con firmeza hacia un progreso real, sostenible, colaborativo y profundamente participativo.
Dentro de este proceso de cambios que está trayendo la cadena de bloques junto con las criptomonedas, yo puedo entender la animadversión que existe dentro del sistema financiero tradicional, en muchos gobiernos y en muchas capas del poder. Lo que no logro comprender es como, por ejemplo, las Universidades y otros centros de estudios, salvo honrosas excepciones, ni siquiera se hayan tomado la molestia de investigar un poco para ver de qué se trata todo esto. Existe una mezcla de desinterés junto con actitudes poco cónsonas de quienes se supone forman parte de ese grupo de ciudadanos que deberían ser la vanguardia, incluidos los estudiantes, de los procesos de cambios.
Yo no estoy hablando solamente de cursos, ni de talleres, ni de nada por el estilo, esto va mucho más allá. La evolución digital en ciernes, y que abarca a la blockchain, el internet de las cosas, la inteligencia artificial y el nacimiento de la internet del valor, van a modificar todas y cada una de nuestras estructuras como sociedad, les guste o no a cualquiera de ustedes. Esa realidad no es posible despacharla y listo, es una nueva etapa en nuestro desarrollo y llego aquí para quedarse.
¿Cómo se va dar?, ¿Hacia dónde realmente irá?, ¿Cuáles son los actores que la liderizarán? Esas y otras interrogantes tendrán respuestas positivas en la medida que nos involucremos directamente en todo el ecosistema de la evolución digital. Diversos actores están tomando posiciones desde hace un tiempo, algunos públicamente atacan, minimizan y hasta se burlan de las criptomonedas y la cadena de bloques, pero en lo interno adelantan investigaciones y posibles aplicaciones, es su juego, los más avanzados de estos tradicionales sectores de las finanzas, el comercio y la industria incluso ya tienen listo proyectos que están implementando por segundos intermedios. Otros más francos y directos, entienden que este futuro ya está aquí, y se apresuran a tomar parte del mismo para así garantizar su presencia y poderío en lo que se viene. Finalmente los nuevos actores nacidos desde la disrupción del Bitcoin y que han ido creciendo, expandiéndose y ocupando diversos espacios, modelos y plataformas, pretenden ser ellos los que sean parte importante de esa nueva economía, o como muchos la hemos llamado: La economía tokenizada.
Frente a todo ese panorama que crece y se expande cada vez con mayor fuerza, uno de los aspectos más neurálgicos y significativos de nuestra región, es la enorme debilidad de las instituciones del Estado en el manejo de los recursos públicos. Notorio como entre un pésimo manejo, una direccionalidad de las obras y servicios hacia aspectos no prioritarios, un marcado populismo enfermizo y controlador, y una innegable marca de corrupción en los distintos niveles de la administración en general, la blockchain deber ser la punta de lanza para iniciar una ruta hacia un idóneo, eficaz y transparente mecanismo de gestión de los recursos de todos los ciudadanos.
Desde procesos licitatorios realmente transparentes y en total igualdad de condiciones, pasando por claros, precisos y efectivos escalafones de niveles, cargos, sueldos y salarios, hasta un sistema de votación inmutable, secreto, directo, auditable e incorruptible, podemos establecer una gestión pública que garantice la pulcritud, eficiencia y eficacia de los recursos de todos. Eso sí, debemos avanzar de manera sistémica y con un definido y consensuado mapa de ruta.
Como impulsor de toda esta evolución digital, ciertamente a mí me fascinan las ciudades inteligentes, su implementación es un paso fundamental para convertir nuestras urbes en espacios eficientes y que eleven de manera integral la calidad de vida de toda la sociedad. Ahora, nada hacemos con supuestos aparatos y mecanismos de última tecnología, si su adquisición y proceso no se realizó de manera transparente y clara, o no tenemos formas de asegurar que fue lo mejor que se pudo poner en marcha, es necesario garantizar los idóneos mecanismos de administración si realmente queremos avanzar hacia sociedades mucho mejores que las que tenemos hoy.
La blockchain, la inteligencia artificial y la internet de las cosas por sí solo no son la solución a todos nuestros males, tampoco son un sustituto de la participación ciudadana en los temas de democracia y auditoria social. Son tecnologías que aprovechadas y activadas de manera idónea cambiarían positivamente nuestro entorno y futuro. Debemos entonces en consecuencia, convertirnos en verdaderos actores de los movimientos que pretendemos nos lleven a una mejor sociedad.
La evolución digital de la mano de la blockchain en Latinoamérica puede ser una bisagra importantísima para convertirnos en una región prospera y enriquecedora, su implementación muy a pesar de lo que piensan algunos no requiere de grandes inyecciones de capital, tampoco de trasnacionales que nos cobren por patentes o marcas registradas y mucho menos por sedes de grandes compañías que nos dirijan desde afuera. Su código abierto, sus crecientes, poderosas y diferentes plataformas colaborativas al alcance de la mano, su seguridad, su inmutabilidad y la imposibilidad de modificar datos, está mucho más cerca de nosotros de lo que se piensa.
Es el momento de Latinoamérica, de tomar de una vez por todas, sus enormes y consecuentes recursos naturales y humanos para dar el salto hacia la evolución digital mundial. La blockchain ya está aquí, corresponde a todos nosotros decidir que hacemos, que ruta queremos tomar y que futuro deseamos construir.