Tomo las armas que me da la vida y me voy a defenderla en la batalla, derribaré con fuego de conciencia el muro que me impide el avance, derrotaré al temor y a la desesperanza, y aunque no sea fácil, conquistaré mis sueños con la ayuda de Dios, porque difícil no es sinónimo de lo imposible.
Dios será mi escudo en esta lucha, peleará junto conmigo y por mi; y será la llama que alejará el paralizante frio que produce el miedo, porque a su lado no hay opción de fracasar, porque ya venció al mundo y me dijo adelante; “Esfuerzate y se valiente que yo estaré contigo donde quiera que vayas” (Josué 1:9) y no tendré temor, “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).
Vamos, mete en el morral, la esperanza y la fe, toma la mano de Dios que está extendida, mueve esos pies que Venezuela necesita de esos pasos.